«En moto, lo pasas peor en las subidas duras que en los descensos»
Desde 1992, Álex de Gabriel es piloto de cámaras de televisión y fotógrafos en carreras como el Tour y la Itzulia
En 1992, el madrileño Álex de Gabriel era un veinteañero loco por las motos. Tenía un primo, también piloto, que andaba en aquello de ... las carreras ciclistas llevando fotógrafos o tapando cruces. «Mi primo Eugenio me llamó porque necesitaban alguien con moto en la Clásica de los Puertos», recuerda en la salida de Vitoria, bien pertrechado de ropa. Amenaza lluvia. Y el frío forma aquí parte del paisaje. «Aquella mañana me enganché al ciclismo». Vio ganar al colombiano Néstor Mora por delante de Laudelino Cubino y Eduardo Chozas. Ahora tiene 48 años, 20 ediciones del Tour, 26 de la Vuelta, todas las carreras españolas, clásicas como la París-Roubaix y tres mundiales. Por el reflejo de sus gafas han pasado varias camadas de campeones. Aunque se detiene en uno: «Miguel». Induráin, claro. Compartió con el navarro la Vuelta a España de su despedida, la de 1996.
De Gabriel guía la moto de TVE o de la revista 'Ciclismo a fondo'. Forma parte de la caravana ciclista. Los corredores tienen complicidad con los 'moteros'. Pasan tantas horas juntos sobre el asfalto. En la conversación en seguida surge la palabra 'peligro'. Esos descensos de vértigo. El piloto niega con la cabeza. «En la bajadas hay riesgo, claro. Se va muy rápido, pero para nosotros lo peor son las subidas con desniveles que superan el 20%». Lo explica: «La moto arrastra mucho peso. El mío, el del cámara y 50 kilos de material. La velocidad de los ciclistas en esas rampas es muy baja y el motor y el embrague sufren mucho». Si echas pie a tierra, ya no arrancas.
Además, en el casco tiene un enjambre de órdenes. Cuando trabaja para la retransmisión en directo de la etapa a través de la televisión, le llegan las instrucciones del realizador y de otros técnicos. A eso se suma el relato de la carrera que le truena en los oídos a través de la emisora de 'radio vuelta'. «Tienes el casco lleno de voces y hay que asimilar todos esos datos para reaccionar en plena carrera». Cuando su pasajero es un fotógrafo, la dificultad es la inmediatez. «La foto es un momento». Si no estás cerca o andas despistado, pierdes ese instante. La realidad no da segundas oportunidades.
No tiene un gran archivo de caídas. Solo una. Y al inicio, en 1996. «Un ciclista se me cayó delante y por no pasarle por encima se me fue la moto», apunta. De Gabriel es como el capitán de la flota 'motera'. El patrón. En 1992, cuando su primo le reclamó para la Clásica de los Puertos, repartía su afición a las motos entre los circuitos de velocidad y las pistas de tierra. Eso le ha venido bien en carreras como la París-Roubaix, con tramos adoquinados. «Allí es o polvo o barro. Lo peor de esa clásica es que la moto pierde tracción. Pasas del asfalto a un piso difícil de controlar», relata, eso sí, con una sonrisa. El ciclismo, quién se lo iba a decir, ha convertido su afición por las motos en una diversión y un oficio.
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