Kooij culmina la sinfonía de Van Aert
Sin cambios en la general, aunque Del Toro rebaña dos segundos en un sprint bonificado
En la decimosegunda etapa del Giro de 1967, hace 59 años, Eddy Merckx comenzó a demostrar al mundo quién era, con una victoria en el ... Blockhaus. Tenía 21 años, la misma edad que Isaac Del Toro, y corría en el equipo Peugeot, con su mítico maillot blanco y su franja ajedrezada. Había ganado ya bastantes cosas hasta entonces: dos veces la Milán-San Remo y una la Flecha Valona, y muchas carreras de un día. Proyectaba la figura de un clasicómano de manual. Gigo Boccacini describía en 'La Stampa' de Turín: «Merckx hace en su debut en las grandes pruebas por etapas, nunca hasta ahora ha mostrado su clase en carreteras de montaña Esta mañana, a quien lo interrogaba, respondía con una sacudida de hombros. ¿Su rendimiento? Merckx se responde ahora a sí mismo antes que a los demás».
🔻 The final corner was key, and everybody knew it. A stunning leadout, for an even greater sprint.
— Giro d'Italia (@giroditalia) May 22, 2025
🔻 L’ultima curva era cruciale, e tutti lo sapevano. Un leadout straordinario, per uno sprint ancora più straordinario .
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Eddy Merckx, dicen, atacaba hasta debajo de las pancartas de las fiestas de los pueblos por donde pasaban las carreras. Su espíritu competitivo estaba fuera de toda duda. En la decimosegunda etapa del Giro de 2025, Del Toro también ataca bajo cualquier pancarta, y como el fenómeno belga, se responde a sí mismo, como el miércoles, cuando arrancó tras Carapaz. «No me dí cuenta que no llevaba a nadie del equipo a rueda, lo hice sin pensar. Después he decidido parar y que fuéramos todos juntos a meta, que era lo mejor para el equipo». Un día más tarde, en una jornada diseñada para mayor gloria de los llegadores, arranca otra vez para rebañar dos segundos de bonificación, mientras mira hacia atrás, como los seis de la etapa anterior, o los que sumó en Tagliacozzo el día que ganó Juan Ayuso, al que todavía le duele la rodilla, «a ver si en estos días se cura», y pasa unos minutos de apuro cuando una avería le hace parar justo cuando más acelerado está el pelotón por el empuje de Pedersen, que busca tumbar la escapada del día.
El español parte de nuevo, le espera Arrieta unos metros por delante, pero cuando llega a su altura le deja atrás, sorteando coches, hasta, después del calentón, encontrar la cola del paquete e integrarse en él para luego pedir paso hacia la cabeza en una carretera estrecha.
El Visma llegó con tres corredores a un sprint en el que Van Aert lo hizo a la perfección
Hay poco que ganar, salvo Del Toro con sus bonificaciones, como si quisiera recuperar, tacita a tacita, el tiempo perdido en la lluviosa contrarreloj de Pisa. Está un poco vinagre Ayuso en la salida de Módena, cuando le preguntan los periodistas por las comparaciones en carrera con Del Toro, y contesta que eso hay que preguntárselo a Matxin, tal vez mosqueado porque la ambición del mexicano le tiene un poco descolocado, como desconcertaba Merckx, salvadas las diferencias, a Gimondi, Anquetil o Pérez Francés, que era líder cuando vio al clasicómano hasta entonces, empezar a convertirse en el ciclista total.
Temen los ciclistas al viento mientras recorren los Calanchi di Quattro Castelli, esas formaciones de suelo arcilloso con aspecto lunar, aunque rodeadas de verdor, al atravesar las rutas de Reggio Emilia. Pero el viento no llega, y la lluvia que amenaza con nubes oscuras no cae, o ha caído horas antes y ha dejado algunos charcos que no son un peligro. Buscan refugio los líderes detrás de sus capitanes de ruta, y dejan hacer a quienes tienes intereses en la victoria de etapa, entre ellos el equipo Visma, que está a punto de pintar una obra de arte en los dos kilómetros finales.
Se ven tres maillots amarillos y negros en la parte izquierda de la calzada, que avanzan incluso saliendo al arcén. Son Edoardo Affini, Wout Van Aert y Olaf Kooij, que se abren paso al abrigo del pelotón, hasta que, al pasar por el cartel de los 1.500 metros a meta, el italiano por fin se pone en cabeza para recibir todo el viento en la cara. Circula con la potencia de un percherón y la velocidad de un caballo de carreras. Kooij pierde la línea, pero la recupera cuando Van Aert toma el relevo a su compañero y comienza a ejecutar una sinfonía vivace, con su descomunal pedaleo. Arrastra con su rebufo a Kooij, llega la última curva, a 400 metros de la línea de meta; se abre a la izquierda Van Aert para girar ajustado a la derecha, sin perder la cabeza, en un movimiento armonioso que pone al grupo en fila india. Sigue hasta la pancarta de los 200 metros y se retira para dejar el último arreón a su compañero, que remata una faena espectacular.
Responderse a sí mismos
«Solo él puede hacer un lanzamiento tan largo», confiesa Kooij admirado. «Estaba deseando que llegara esta victoria, porque en los dos sprints anteriores no salió todo como queríamos». Fiesta para el Visma en Viadana, la Lombardía, a orillas del Po y con las montañas ya muy cerca. Todavía queda llegar a Vicenza el viernes y a Nova Gorizia el sábado, para después encadenar una semana en la que las cimas separarán el grano de la paja, y donde se verá si, como en el caso de Eddy Merckx, hace 60 años, el Giro empieza a descubrir una estrella como Del Toro, o se decanta por opciones más clásicas como Ayuso o Roglic. Todos, como Merckx, tendrán que responderse a sí mismos.
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