Fallece a los 100 años Bernardo Ruiz, historia del ciclismo español
El de Orihuela (Alicante) tenía cien años, fue el primer corredor nacional en pisar el podio del Tour (1952) y ganó la Vuelta de 1948
Jesús Gómez Peña/ Igor Barcia
Jueves, 14 de agosto 2025, 11:50
El ciclismo español ha perdido hoy parte de su memoria. Ha fallecido Bernardo Ruiz, centenario de Orihuela, el primer corredor español en subir al podio ... del Tour en 1952 –tras Coppi y Okers– y el encargado de recordar a diferentes generaciones como era aquel ciclismo de postguerra en el que él creció y amasó un palmarés muy a tener en cuenta. Triple campeón de España (y también llegó a serlo en Montaña), ganador de la Vuelta de 1948, de dos etapas del Tour, de una del Giro... su trayectoria como ciclista fue de 1946 a 1958 y, después, pasó unos años como director deportivo guiando a Angelino Soler, el ganador más precoz de La Vuelta al hacerlo en 1961 con 21 años. Más tarde, El Pipa montó un establecimiento de motocicletas y bicicletas en su Orihuela natal, donde el pasado año recibió un emotivo homenaje a toda su trayectoria.
Ruiz empezó a pedalear cuando era un niño. Pero no para competir. Lo hacía cargando 50 kilos de cebada. Abría camino. Si se cruzaba con alguna pareja de la Guardia Civil trazaba una marca en el camino; así, su padre, que venía por detrás con el carro cargado de cereal, podía esquivar a los agentes. Con aquel trapicheo se salía adelante en la posguerra. De esas pedaladas clandestinas surgió el ganador de la Vuelta a España de 1948, tercero en el Tour de 1952 (por detrás de Coppi y Ockers, y por delante de Bartali, Robic y Magni) y vencedor de etapa en la tres grandes rondas. A ese palmarés sumó un gesto: dejó plantado a Franco en el Bernabéu.
Bernardo nació y vivió en Orihuela. Allí, con 16 años, asistió a una carrera. Siguió al pelotón a distancia. No avanzaban más que él. «A estos los gano yo», se dijo. Con el dinero que un hermano enrolado en la División Azul había mandado compró una bicicleta mejor. Pese a tener a ese hermano militar, la familia Ruiz pertenecía al bando que había perdido la guerra. Represaliados. Los padres tenían que presentarse cada quince días en el cuartel. Eso se acabó cuando Bernardo ganó una carrera organizada por la Falange y, sobre todo, cuando apareció en la portada del diario «Marca» como vencedor de la Vuelta a Valencia al lado de un par de dirigentes del régimen franquista. Los Ruiz dejaron de ser «rojos», como contó Bernardo Ruiz en «Conexión Vintage».
Luego se impuso en la Volta. Le dieron 17.000 pesetas por aquel triunfo. «Puse los billetes sobre la cama. Nunca había visto tanto dinero». Y en 1948, con 23 años, se enfrentó a Dalmacio Langarica en la Vuelta a España. El vizcaíno era el favorito, pero cayó anter Bernardo donde más daño podía hacerle, en casa, en el alto de Sollube. Esa tarde Bernardo levantó los brazos en la meta de Bilbao y defendió el liderato hasta llegar el último día al Santiago Bernabéu, punto final de la Vuelta. Los ciclistas entraron al estadio sobre las tres y media de la tarde. Eran parte del festival. Después se iba a disputar un partido de fútbol juvenil y, por último, la final de Copa entre el Sevilla y el Celta (4-1). A Bernardo le dijeron que para recoger el trofeo por la Vuelta tenía que esperar a que llegara Franco, que venía justo para la final de fútbol. Y el ciclista de Orihuela, hijo del estraperlo, la miseria y la represión, negó con la cabeza y se largó.
En una entrevista con este periódico, Ruiz recordaba cómo fue el descubrimiento del Tour, donde llegó a ganar dos etapas y a hacer podio. «La Vuelta a Francia nos venía gorda. No teníamos costumbre de correr con tantos ciclistas. Allí salían noventa, y aquí en España lo máximo eran pelotones de cincuenta. Con los años, fuimos al Dauphiné, al Midi Libre, y nos acostumbramos a aquello. Volvimos en el 51 y gané dos etapas. Ibamos con esa ansiedad de hacer algo. En la primera, ataqué cerca de Clermont Ferrand, me fui subiendo y cogí trece o catorce minutos. Pensé que me iban a coger, porque los italianos de entonces tiraban mucho, pero llegué a Brive con tres o cuatro minutos. La otra que gané pasaba por el Galibier.
En aquellos tiempos, los grandes puertos del Tour no tenían nada que ver con las ascensiones de hoy en día. «Ufff. Algunos con el suelo de tierra, como el Galibier. La nieve y el frío rompían el asfalto, que, para cuando pasábamos nosotros en julio, era grava con galipote», recordaba el alicantino, para quien el mejor ciclista que conoció fue «Coppi. Era un fenómeno. Y Koblet, otro fenómeno».
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