Enric Mas y Landa salen reforzados del Picón Blanco
El estonio Taaramae, nuevo líder, gana la tercera etapa, en la que sólo Carthy, Vlasov y Carapaz pierden rueda entre los favoritos
La cima del Picón Blanco era un espacio neblinoso. Habitado por los fantasmas que silban su eco en las abandonadas instalaciones militares que ahora cobijan ... a alguna vaca dispersa. Es un lugar distinto, ajeno el resto del paisaje. Sol y calor abajo, en Espinosa de los Monteros. Frío, viento y niebla arriba, donde esperaba el primer final en alto de la Vuelta. El examen de inicio de curso. Lo acabó primero y con nota el estonio Rein Taaramae, el mejor de la fuga, el ganador del día y el nuevo líder. «He salido a por esto. Tenía confianza en mí mismo», confesó entre lágrimas. Besaba el maillot rojo. Un regalo cumplidos los 34.
Pero el test de verdad era para los candidatos al podio que venían unas curvas atrás calculando cuándo moverse con tanto viento de cara. Enric Mas, lanzado por el eterno Valverde, fue el mejor. Por poco, apenas 3 segundos de ventaja, pero el balear dejó así su sello. A esa escasa distancia entraron su compañero 'Supermán López -el Movistar mostró sus tres colmillos-, Roglic, Yates, Landa, Ciccone y Bernal. La lupa se fijó entontes en los que faltaban: en Carthy, a 24 segundos; en Vlasov, a medio minuto, y, sobre todo, en Carapaz, a más de un minuto y perdido entre la niebla.
«Ufff. Me quedo tranquilo», desveló Landa. «No llegaba con confianza y he visto que estoy con los mejores», se animaba. El Picón es uno de los escenarios victoriosos del alavés, que aquí ganó en la Vuelta a Burgos de 2017. Aquel día levantó los brazos y luego vinieron muchas caídas. Se convirtió en eso que ahora se llama tendencia. El 'landismo'. Sostenido en las buenas y las malas por sus devotos seguidores, pacientes pese a tanta desgracia acumulada. En este deporte, el romanticismo de la derrota es a veces casi tan atractivo como el triunfo. Tiene encanto, leyenda. De ello dan testimonio estrellas eclipsadas como Poulidor.
Al Picón, Landa llegaba esta vez tras otro tropiezo, en el pasado Giro, donde se partió una clavícula y cinco costillas. Sin fuerzas casi para respirar pasó semanas a oscuras recogiendo sus pedazos. Aclimatado a ese destierro, apenas ha podido competir antes de esta Vuelta. En el Picón Blanco volvía a uno de sus puertos. A defenderse. A no perder la Vuelta en la primera montaña para tratar de ganarla en las últimas, en Asturias dentro de veinte días. Bajo la niebla distinguía a su afición, los 'landistas', fieles. La marea naranja de la Fundación Euskadi. Combustible anímico para Landa. Su equipo actual, el Bahrain, puso peaje a los casi ocho kilómetros brutales de la subida con el ritmo del tremendo Padun.
Roglic se queda sin equipo
Con su cara redonda, el esloveno amarró los intentos de De la Cruz, Yates y Cabedo. Las rampas del 18% hacían su trabajo. A Carapaz le pesaba el oro olímpico. No para de pedalear desde el Tour. La arrancada de Valverde le echó tierra encima. Pero ya apenas quedaba espacio para la pelea. La prudencia venció entre los favoritos. Eso y el temor al viento de frente. «Era un suicidio moverse», comentó Landa. Sonreía. La montaña es su mejor terapia. Temía su respuesta en el Picón y salvó el día a la altura de Roglic y Bernal. Sólo Enric Mas se adelantó unos metros. Los dos, el mallorquín y el alavés, salen reforzados del Picón. Y con un detalle a su favor: el Jumbo, el equipo de Roglic, se resquebrajó en la primera cuesta. No aprobó el examen. Todos sus rivales tomaron nota.
Había perfume a pólvora en la salida junto al Monasterio de Silos. Es un lugar de paz, de cantos gregorianos. Pero a dos pasos de ese remanso el director Sergio Leone descubrió el mejor decorado para instalar el cementerio de Sad Hill, escenario de la película 'El bueno, el feo y el malo'. Allí, entre miles de cruces, cruzaron balas el bueno Clint Eastwood, el feo Eli Wallach y el malo Lee Van Cleef. Tierra de pistoleros. Ocho ciclistas bien armados se fugaron casi desde el banderazo: Tobias Bayer, el navarro Julen Amézqueta, Rein Taaramäe, Joe Dombrowski, Lilian Calmejane, Jetse Bol (Burgos-BH), Kenny Elissonde y el murciano Antonio Jesús Soto (Euskaltel-Euskadi), que soñó casi toda la etapa con vestirse de líder. Su sueño se evaporó en la niebla del Picón Blanco.
Calmejane entró primero en Espinosa de los Monteros. Abarrotada. El público ha vuelto a la cuneta pese a que ahí sigue la pandemia. El Picón Blanco se iba oscureciendo. Por las tardes es un lugar de nieblas. En la fuga, Taaramae, ganador hace diez años en La Farrapona, empezó a cumplir su plan. «Que sí, que lo tenía pensado en la salida», repetía. Quería ser el 'bueno' de esta película. Lo fue. Dombrowski y Elissonde se estrujaron para seguirle. No pudieron como no habían podido ni Soto ni Amézqueta. El estonio no paró. Ni un palmo de luz. No hacía falta ver. Bastaba con seguir el camino que marcaban las voces de los aficionados. Ni el viento pudo frenarle.
En el podio no dejaba de besar el maillot rojo al que aspiran Roglic y Bernal, y por el que, visto el Picón, lucharán también Enric Mas, que atacó, y Landa, que se defendió. «Me he encontrado mejor de lo esperado», señaló el alavés. «Sé que voy a ir a más». El Picón Blanco siempre le sienta bien.
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