Las cicatrices no frenan a Bizkarra
El escalador del Euskaltel afronta su 14ª temporada y seguirá al menos hasta 2026. «Tengo problemas para hacer cualquier actividad menos sobre la bici»
Mikel Bizkarra (Mañaria, 1989) es el Robert de Niro del Euskaltel. El actor estadounidense se sometió a un proceso de rejuvenecimiento digital para grabar 'El ... Irlandés'. El director Martin Scorsese le quitó años gracias a una innovadora técnica digital. Al escalador vizcaíno le ocurre algo parecido cada vez que se sube a la bicicleta. Ese es el único software que le fortalece. «Tengo pequeños problemillas para hacer cualquier tipo de actividad pero en la bici no me impiden para nada», explica.
Es un viejo 'rockero'. Tiene 35 años y casi tantas o más caídas a sus espaldas. De su generación ya sólo queda Mikel Landa y el vitoriano Jon Aberasturi. Sin embargo, sigue como cuando empezó, combativo como pocos. Parece incombustible. «Me encanta entrenar y cuidarme. Eso me hace mantener la motivación. Tengo muchísima ilusión y ganas de aportar mi granito de arena al equipo para ver si lo podemos hacer crecer», asegura.
Las lesiones de los últimos años no le han frenado. «Hay veces que empiezo a hacer la cuenta y no sé si me queda algún hueso que esté decente», bromea. Se ha roto unos cuantos. «Clavículas, el codo izquierdo, un dedo de la mano, escafoides, una costilla, el fémur...». Este último, fracturado en 2023, el más grave. «Para hacer cualquier cosa de la vida normal tendría problemas», asume. Correr, jugar al pádel, pachanga de fútbol... «No es que no pueda, pero me resiento. La pierna todavía no tiene toda la fuerza necesaria y termina debilitándose muscularmente». Mil cicatrices.
35 años
tiene el vizcaíno, que ha sufrido caídas de todo tipo y numerosas fracturas.
La primera se abrió en 2013. Bizkarra pertenece a la nómina de ciclistas vascos que pagó la desaparición del Euskaltel. «Sabías que si hacías las cosas bien podías tener el hueco en el equipo de casa pero desapareció». Tuvo que buscarse la vida para llegar a la élite. Se enroló en las filas del flamante Pino Road chileno junto a otros como Juanjo Oroz o Pablo Urtasun. La nave no llegó a partir del puerto. «Cuando iba a arrancar la temporada todo se fue al traste». El dueño del equipo dejó tirados a los corredores y al resto de trabajadores. «La ropa estaba hecha, las bicis estaban hechas, pero como el que tenía que pagar no pagaba, no llegó a salir». Le dieron un maillot y un culotte como consuelo. «Lo tengo en casa. Un día sí que utilicé, me hacía ilusión, pero ahora ya está guardado en el armario. Quizás cuando se acabe mi carrera deportiva volvamos a lucirlo», valora.
El paro es sinónimo de inquietud. Inseguridad. Casi el final de una carrera en el ciclismo. «Tuve muchas dudas de qué hacer, si ya dejarlo o recalificarme. Gomur (equipo sub-23 cántabro) me dio la oportunidad pese a que para ellos era veterano. Tampoco estaba yo convencido del todo, pero la familia también me animó a intentarlo». Le salieron bien las cosas. «Resultados bonitos» que le llevaron al Murias. «El año empezó siendo duro y terminó de la mejor manera posible. Si me dicen en ese momento que iba a competir en profesionales hasta 2026, no me lo creo. Parecía imposible», recuerda el ganador de la etapa reina de la Vuelta a Aragón de 2018. Su única victoria.
El vizcaíno está de celebración. Hace un mes renovó con el Euskaltel, al que llegó por fin en 2019, por dos temporadas más -ya tenía contrato hasta 2025-. «Todavía no sé que haré después, pero sí sé que esto se está acabando. Veo que se retira gente más joven que ha hecho una carrera deportiva bastante larga y veo que los que comenzaron conmigo ya quedan pocos. Me siento un privilegiado y estoy disfrutando de estos últimos años», sostiene un ciclista que es muy consciente de sus puntos débiles.
«Soy un corredor con muchas carencias. La colocación, la fuerza explosiva... en el WorldTour es muy complicado que así te puedas lucir mucho. Es como otro ritmo más», asume desde su 1,65 de altura. Pesa 53 kilos. Sin embargo, siempre logra codearse con los de la máxima categoría en algún momento de la temporada, especialmente en pruebas de resistencia como La Vuelta. «Sí puedo conseguir algún que otro resultado con muchísima libertad, que es la que tengo en equipos pequeños, pero si estaría en el World Tour no tendría esa libertad y sería mucho más complicado conseguir esos resultados». ¿Y hacerlo como gregario? «Por mucho que quisiera ayudar a un líder, no sé si podría hacerlo tan bien como otros. Podría valer en algunos días sueltos, pero tienes que entrar adelante colocado, a pie de puerto, porque si no es imposible. Y yo con la colocación que suelo llevar...». Su sinceridad asusta. «Soy muy diésel. Muchas veces sufro más en el comienzo del puerto que en la parte de arriba. Si ya voy a tope en el llano y tengo que remontar... Hacen falta tener unas características que creo que con mis carencias es más complicado», reitera.
«Tengo muchas carencias. Colocación, explosividad... Me sería muy difícil resistir en el World Tour»
Sin el final del Euskaltel...
A Bizkarra se le plantea pensar qué hubiera sido de su carrera si el Euskaltel hubiera continuado en 2013. «Creo que las cosas hubieran sido más fáciles que de la manera que he tenido que hacer. Pero también hay que ser consciente de que yo no he llegado al World Tour. En ese momento el acceso me habría sido más fácil, pero el mantenerme hubiera sido más complicado que en equipos más pequeños», reconoce.
Por el momento, elude pensar en los puntos que necesitará sacar el equipo para seguir participando en las mejores carreras. «Creo que lo malo es ver que si pasa el tiempo y no llegas a los objetivos que se van estableciendo, tienes que ir a la contra, a intentar remontar, entonces es donde de verdad sientes esa presión». Pero Bizkarra se muestra confiado. «Se ha hecho un equipo bonito, compensado, con gente joven y creo que pueden dar resultados». Elude centrar la presión en los sprinters. «Habrá más clásicas para ellos, pero siempre van a tener mucho más riesgo de caída que un corredor como yo». El veterano quiere seguir dando guerra y ya suda en su campo de concentración. Urkiola y el Monte Oiz, los puertos que parten desde su casa. «Ojalá se vuelva a subir en La Vuelta y todavía esté yo».
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