Desniveles de hasta el 20% en Arraiz, uno de los puertos inéditos de la Vuelta
Jonathan Castroviejo recorre con EL CORREO la ascensión a la cuesta bilbaína, una de las novedades de la ronda ciclista
A Jonathan Castroviejo le gusta inspeccionar rutas sobre la bicicleta. Cuando hay una carretera que no conoce no duda en ir a inspeccionarla. Pero ... antes de dar pedales en vano, para y echa mano del GPS. Mira por dónde debe ir para no perder la ruta. En pocos segundos toma la decisión: «Sigue, sigue, la calle tiene salida». El corredor del Team Ineos –antiguo Sky– recorre con EL CORREO la subida al monte Arraiz. Un puerto inédito en la Vuelta España, que comenzará el próximo sábado en Alicante. Si el año pasado fue otro puerto vizcaíno, el Oiz, la gran novedad, el 5 de septiembre la ronda pasará en la descimosegunda jornada por esta cumbre que domina la villa antes de llegar a la meta en la Gran Vía. Es un lugar desconocido para la gran mayoría. También para Castroviejo, que volvió a orientarse gracias a su móvil para alcanzar la base del puerto.
La subida a Arraiz parte desde Rekalde. Son casi dos kilómetros muy duros, con rampas que llegan al 20%. El ciclista de Getxo empezó la ascensión a ciegas porque no tenía pistas de su ruta. Solo una señal que advierte sobre la pendiente del 10% al comienzo de la cuesta le sugiere lo que le espera. Y todavía no es el puerto en sí. «No todo el pelotón pasará delante esta subida. Solo unos 80 corredores llegarán hasta estas primeras rampas. Hay dos puertos antes que harán una buena criba», pronostica. Se refiere a Urruztimendi, en Fika, y al Vivero, desde Lezama, que se encargarán de poner a los ciclistas en su sitio antes de la batalla final.
«En fila por Bilbao»
Con el desnivel en aumento, el ciclista de Getxo se levanta del sillín. Debe imprimir más fuerza sobre sus pedales. La entrada al puerto –asegura Castroviejo– «no tiene mucha dificultad» ya que es ancha, y además «pica hacia arriba tiempo antes», por lo que hará que «no se vaya tan rápido. Habrá que ver los látigos en la ciudad, donde todos los corredores irán en fila».
«Arraiz es un puerto con carretera ancha, lo que ayuda a que la gente no vaya nerviosa, ya que tienen espacio para remontar», explica. 'Clack, clack'. Se escucha cómo sube piñones. Síntoma de que la cuesta se empina. «Todavía no he metido el piñón 30», dice. Se queda en la corona de 27 dientes. Y su desarrollo habitual en el plato grande, de 39 puntas. A Castroviejo ya se le escucha la respiración. Jadea, aunque no le cuesta en exceso hablar. «Esto no es tanto», dice mientras mira el potenciómetro. Le marca un 12%. A medida que avanza los dígitos siguen en aumento. Comienza a exprimirse sobre los pedales. Se retuerce y pregunta: «¿Esto es lo más duro?». «Me marca un 17%. No, 18%... 20%, esto sí que es duro. Un primer kilómetro intenso», sostiene.
El corredor del Ineos lo tiene claro: «Aquí no se va a mover nadie. Es tan duro que en estos tramos es muy difícil hacer hueco. Tienes que estar muy superior a los demás», explica Castroviejo. En su opinión, «en los primeros cuatro minutos de subida todos van con las fuerzas igualadas».
Tras superar ese tramo duro, llega «un descanso». Eso sí, al 12%. Tiempo para coger aire y dejar de mirar fijamente el asfalto. Hasta disfruta de la subida al echar la mirada atrás. «¡Vaya vistas, se ve todo Bilbao!», exclama. Rueda por una zona algo más sencilla en la que sí espera un ataque cuando por allí circule la Vuelta. Vuelve a mirar el potenciómetro y calcula. «Aquí es el momento para poder abrir hueco. Quedan 600 metros hasta la cima y se puede hacer daño», apunta. A pesar de que la dureza del puerto desciende, «esta carretera se pega». Además la calzada se estrecha. Hay espacio para un coche y una bicicleta. «Es una subida en la que si tienes un problema mecánico es muy difícil de solucionar. El coche del equipo estará lejos y ya solo quedará bajar a meta», comenta.
Tramo asfaltado
En la cima esperan dos restaurantes y unas vistas inmejorables de Bilbao. Los últimos 300 metros de ascensión, que eran de gravilla, ya están asfaltados. Castroviejo se detiene junto a un párking y hace balance: «Es muy duro, sí». Y como ha dicho antes, prevé que «si uno ataca desde abajo es difícil que abra hueco porque se hace largo. Mejor en los últimos metros. Con 20 segundos de margen sobre el pelotón es más que suficiente de cara a llegar a la meta», aconseja. Sin embargo, él pronostica la llegada de una escapada. «Los corredores que cojan la fuga tienen terreno hasta Larrabetzu para sacar hasta cuatro minutos», explica. A partir de ahí estarán los puertos de Urruztimendi y el Vivero. «Esas cuestas van muy seguidas, y es difícil echar la escapada abajo en el terreno que queda hasta la meta de Bilbao», sostiene.
Castroviejo no correrá este año la Vuelta a España. Conocía por encima las etapas, pero no había visto el recorrido de forma detallada. Ahora ya tiene una nueva ruta que hacer por Bizkaia, incluyendo la subida al monte Arraiz. Y sin echar mano del GPS. Esta colina que mira Bilbao desde arriba espera ya el inminente paso por sus rampas de una de las etapas más atractivas de la ya cercana Vuelta a España.
12ª etapa de la Vuelta a España
La decimosegunda etapa de la Vuelta se celebrará el 5 de septiembre, con inicio en el Circuito de Navarra y llegada en la Gran Vía de Bilbao. Tiene cuatro puertos: Azazeta (4,9 kilómetros al 3,9%), Urruztimendi (2,5 kilometros al 9,2%), el Vivero (4,3 kilómetros al 7,7%) y Arraiz (2,2 kilómetros al 12,2%). Los tres últimos están pegados en el tramo final. De la cima de Arraiz solo queda bajar hasta la meta.
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