Laso lleva al Madrid a su séptima final de Copa consecutiva
La armada española de Unicaja impide que Ibon Navarro opte a su primer título
Hay dos evidencias que valen para cualquier partido del Madrid y del Valencia. También cuando se enfrentan. Campazzo hace tiempo que sucedió a Rudy Fernández ... como el rey del flopping y los taronja carburan mucho mejor con Quino Colom en pista.
El resto, el marcador, viene a depender ya de los aciertos y errores de los dos bases y de lo arropados que están por sus equipos. Este sábado, por ejemplo, lo del argentino fue tan increíble que el partido terminó casi en caricatura, en paliza de 30 puntos durante muchos compases del último cuarto. Porque los blancos no dejaron de defender -y cómo- en ningún momento.
Un paréntesis. Que por evidente es casi innecesario. Lo de Pablo Laso. Séptima final de Copa consecutiva para el vitoriano. Ganó las cuatro primeras -de 2014 a 2017 (también había ganado la de 2012, en su primer año con los de Concha Espina)-, luego llegaron las dos derrotas contra el Barcelona.
Hasta treinta de ventaja
Quizá por la rabia contenida, por expulsar al monstruo que les corroía las entrañas ante la superioridad blaugrana, este sábado, contra un Valencia que les hizo el favor de apear a los culé en cuartos, no hubo piedad. El 78-48 en el luminoso del Carpena, a siete y medio del final del encuentro, hacía frotarse los ojos. ¿No era ésta la edición más apretada de la Copa?
Arrancó superlativo Campazzo. Lo estuvo también en el nudo y en el desenlace. 15 puntos, 9 asistencias y 5 rebotes para 31 de valoración que huelen desde ya a MVP del torneo. El Madrid se escapó rápido 9-0. Activó entonces Ponsarnau a Quino Colom y con el 9-7 empezó un partido nuevo.
Un espejismo, visto el final. Los levantinos aspiraban a recobrar la excelente defensa que les llevó a tumbar al Barcelona. A celebrar ese estado de gracia de Tobey -jugadorazo- que da sentido a toda el trabajo y la lucha de sus compañeros.
Claro que a los castellanos les dio por estar muy, pero que muy bien, atrás. La clase de Randolph hacía un primer roto 26-13.
Pudo mejorar el cuadro taronja al retirar Laso a Campazzo y Tavares (10 rebotes y 3 tapones, se merendó a Dubljevic). Sin ellos, la brújula solo marcaba triples. Hasta ocho consecutivos sin premio. Sin embargo, no lo aprovechó Ponsarnau y al descanso, el 34-20, indicaba ya que el primero de los entrenadores vitorianos con opciones de estar en la final no faltaría a su cita. El Madrid ha estado en 9 de las 10 últimas. 10 de 11 con la de la tarde del domingo (18.30 horas). Para Laso, se dice pronto, es la octava; séptima consecutiva. El decimonoveno título de su carrera le espera.
Con permiso de Luis Casimiro, que en la otra semifinal apeó a Ibon Navarro, negando la final vitoriana. No pudo ser. El Andorra, imperial ante el Tenerife, no supo aguantar la tensión del Unicaja. Se diluye la revancha soñada, en una final, contra el rival al que no les dejaron ganar en el Buesa Arena (2017), en aquellos ya famosos cuartos de final del 'Sí, fue campo atrás'.
Muchos dicen que ha llegado el momento de Navarro. Que es la hora de que dé el salto a un grande, a un equipo de Euroliga -competición que ya disputó con el Baskonia-, es algo que no tardará en llegar. Al tiempo.
Sin la maldición del anfitrión
Habrá que esperar. Porque el Unicaja se cruzó en su camino. Primero Dani Díez, luego Jaime Fernández -enorme el madrileños- y después Dario Brizuela. Todo ello con los galones de Carlos Suárez y la joven ilusión de Rubén Guerrero. Málaga sigue disfrutando de su Copa y la tarde del domingo apretará para que Unicaja supere al Madrid, como la noche del domingo lo doblegó al Andorra de Ibon Navaro.
Será Luis Casimiro el que salte a la cancha. Y no solo tiene el quinteto nacional que encandila a crítica y público. Además están Deon Thompson, que ayer desconpuso la habitual fortaleza interior de los andorranos. Y Ejim.
Pero fue, sobre todo, Jaime Fernández el que enseñó el camino hacia la final a los andaluces. Sus 15 puntos de la primera parte, en un fulgurante segundo cuarto en el que rompió el encuentro, colocaron un 36-16 de imposible ascensión hasta para los acostumbrados a vivir en la montaña.
El 42-22 posterior evidenciaba que el tiempo pasaba sin cambiar nada. El 48-30 del descanso y el 68-49 al final del tercer cuarto fueron la constatación de que el Andorra no se rinde nunca -Navarro no lo permite-, pero también la evidencia de que los cajistas están jugando el mejor baloncesto de la temporada y que, arropados por su gente, aspiran a todo. Hasta a enterrar la maldición del anfitrión. La circulación de balón y la compenetración entre sus jugadores que ha logrado Casimiro (18 asistencias) les hacen un rival a tener muy en serio, por mucho que el Madrid llegue desatado a la final.
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