Baskonia ya tiene la cuarta Liga

De nuevo, la escuadra vitoriana convertida en destructora de colosos. A sus pies yace el Barcelona, un plantel de hechuras interminables y aquilatado a golpe de euros. Sudoroso y vencedor, con una sonrisa radiante en tiempos de incertidumbre y miedos. Un regalo extraordinario. De aquellos meses de reclusión, temores y tristezas ha resurgido un Baskonia formidable, reconvertido en una máquina letal de la guerra relámpago. Un llegador implacable empujado por la fe irrompible de Dusko Ivanovic. Un equipo palpitante y reconocible, capaz de despojarse de ese perfil incapaz y dudoso que habia mostrado durante gran parte del trayectoria previa a la irrupción del Covid-19. A buen fin no hay mal principio, aunque el colofón de esta campaña tan compleja es una trama que, por sí misma, merece no quedar en el olvido.

Hace diez años fue Fernando San Emeterio el encargado de retratar la gloria y ahora toma el testigo Luca Vildoza, autor de esa canasta decisiva después de descubrir una puerta atrás en la defensa blaugrana, perfectamente vista por Achille Polonara, autor de una asistencia también histórica.

El argentino rompió la igualdad en el luminoso con un 67-69 que dejaba al Barça con tres segundos y dos décimas para dibujar una última posesión ofensiva. Tiempo muerto de Pesic y la defensa baskonista lista, como siempre ha estado a lo largo del torneo de Valencia. Todo el arsenal ofensivo puesto en cancha no pudo que el postrero esfuerzo de los vitorianos. Cory Higgins terminó por lanzar un triple escorado y el hierro volvió a jugar sus cartas a favor de los de Dusko Ivanovic. Reloj a cero y el volcán de éxtasis que estalló en los jugadores baskonistas los convirtió en un fresco de abrazos, gritos de alegría, sonrisas y puños cerrados que plasmaban esa rabia sana y limpia de quien ha alcanzado la cima después de derrochar ardor y esfuerzo a paladas. En el banquillo blaugrana, Mirotic contemplaba el fin como testigo pasivo, eliminado por faltas mediado el último cuarto. El jugador franquicia del Barça había cometido la cuarta en el arranque de la entrega final y Svetislav Pesic optó por mantenerlo en cancha. Una decisión temeraria e incomprensible. Cuando Mirotic marchó al banco para no volver restaban cinco minutos y el marcador mostraba un 62-61.

Eliminada la estrella rival, la ventaja emocional cayó del lado del Baskonia. El camino se desbrozó a base de penalidades, con un triple de Polonara que otorgó una exigua ventaja a dos minutos del cierre (65-67). El choque se convirtió en una espiral infernal de errores hasta que la canasta decisiva de Vildoza ayudó al Baskonia a ver al fin la luz. No se podía escapar y Higgins cayó presa del maleficio que en este torneo golpeó a Jordan Loyd y Axel Bouteille. Gloria para el Baskonia, campeón descomunal, coleccionista de prodigios.