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Tomó los hábitos a los 23 años y comenzó a entrenar cuando un sacerdote dio un taller en el convento en el que invitó a las hermanas a hacer deporte y salir a correr para «armonizar cuerpo, mente y alma». EL CORREO
La historia de la monja ironman: «Dios es mi entrenador»

La historia de la monja ironman: «Dios es mi entrenador»

La religiosa estadounidense Madonna Buder lleva más de 400 triatlones y 50 Ironman. Se animó a correr a los 40, cuando un sacerdote que dio un taller en su convento animó a las hermanas a hacer deporte

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Viernes, 22 de mayo 2020, 07:55

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Sister Madonna Buder, la hermana Madonna Buder, monja desde los 23 años, empezó a entrenar con 48 años, a los 52 completó su primer triatlón y a los 54 su primer Ironman. Desde entonces no ha parado. Esta estadounidense que en julio cumplirá 89 años lleva más de 400 triatlones y 50 Ironman alrededor del mundo sin que las lesiones de huesos (el hombro, el menisco y el fémur) la hayan frenado. Es la persona de más edad en completar la prueba del Ironman. Con 82 años terminó en Canadá el reto en 16 horas y 32 minutos, batiendo su propio récord mundial en cuanto a edad se refiere. Y dicen que los milagros no existen.

«Al principio me pareció ridículo correr sin ninguna razón, salir sin destino, pero me convenció», recuerda la religiosa en su autobiografía, 'The Grace to Race'. El libro fue editado en 2010 pero su mensaje sigue vigente. «Me costó mucho tiempo buscar tiempo para escribir», revela, y ya le han pedido una secuela. En él relata cómo ella, una joven actriz amateur, tenía un plan secreto desde los 14 años, dedicar su vida a Dios, y cómo tras ser cortejada por los solteros más elegibles en su ciudad natal, St Louis (Missouri, Estados Unidos), eligió un camino diferente y se convirtió en Hermana del Buen Pastor, una comunidad cristiana no canónica e independiente de la autoridad de la Iglesia católica que tiene la libertad de escoger su propio ministerio y estilo de vida. «No es que mis padres estuvieran muy contentos con mi decisión, ellos realmente esperaban que yo les diera un nieto, pero es algo de lo que nunca me he arrepentido«, recuerda.

Madonna Buder vivió una vida mayormente enclaustrada como monja de clausura y «ayudando con mis compañeras a niñas que habían sufrido situaciones bastante penosas» hasta los cuarenta y tantos, cuando un sacerdote dio un taller en el convento y animó a las hermanas a hacer deporte y salir a correr. «Vaya tontería esto de correr, correr para nada», pensó esta mujer. «'Correr lo que hace es armonizar cuerpo, mente y alma y para tener el relajamiento y la calma que brinda', dijo el sacerdote, y realmente es algo que consigues corriendo, lo vi. Él me sugirió que corriera por la playa».

Madonna Buder se prepara para el sector de naración en el Challenge Roth, en Alemania, en 2014.
Madonna Buder se prepara para el sector de naración en el Challenge Roth, en Alemania, en 2014. Efe

Madonna Buder desenterró un par de pantalones cortos en una pila de ropa donada, encontró un par de zapatillas de tenis de segunda mano y tuvo una segunda epifanía. Esta vez, descubrió la «alegría espiritual de llevar su cuerpo al límite» y de ver «el mundo natural de Dios en todo su esplendor». Corrió, corrió y no paró. La hermana tiene docenas de récords, ha roto docenas de huesos y cuenta que docenas de milagros y ángeles la han impulsado a una carrera remota. «Es mi fe la que me ha llevado a través de los altibajos de la vida», escribe. «Cuando me lastimo, espero que el Señor me levante nuevamente y me ponga de pie, recordándole con confianza 'Dios, ya sabes, mi intención es seguir corriendo hacia ti'».

Su jornada laboral empieza con una misa a las tres y media de la mañana y luego pasa a otras labores. A los feligreses los visita en bici. Cuando corre piensa en alguien que lo está pasando mal y le ofrece sus plegarias. «Y también dedico tiempo a agradecer a Dios el haberme permitido tener esta vida tan activa a una edad tan elevada. De vez en cuando, si algún corredor pasa a mi lado, intento seguirle y me centro», explica. Asegura que no tiene el menor deseo de ser inspiración para nadie, pero que si ha sido así, se alegra. «El Señor a veces nos presenta contradicciones. Quién me iba a decir cuando era monja de clausura que iba a recorrer el mundo corriendo y nadando en vez de estar de rodillas en el claustro y que Dios iba a ser mi entrenador», advierte.

«Hubo un tiempo en el que no quería ni ver un par de deportivas», dice Buder. Defiende que su fe, escuchar a su cuerpo y mantener una actitud positiva son el secreto de su resistencia física. «Uno lleva consigo su actitud. O logras conseguir algo o te auto destruyes. Si eres positivo, incluso, puedes transformar una situación negativa en algo positivo. Me he dado cuenta de que el fracaso es no intentarlo, porque tu esfuerzo en sí mismo es un éxito«. Buder ha trabajado duro haciendo colectas de dinero para varias caridades. Una de sus frases es: »Yo entreno religiosamente«. Su afición por el triatlón no ha estado exenta de críticas negativas por parte de algunos integrantes de la comunidad religiosa, no obstante, ella está segura de que »si el Señor te da un don, estás obligado a utilizarlo«.

Escribió una autobiografía en el año 2010.
Escribió una autobiografía en el año 2010. E. C.

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