Yayoi Kusama, a sus 94 años, vuelve a conquistar Nueva York

La artista japonesa, a la que el Guggenheim dedicará una muestra desde finales de junio, expone en la poderosa galería David Zwirner

Sábado, 13 de mayo 2023, 01:23

El fenómeno Yayoi Kusama crece. La galería David Zwirner de Nueva York, donde se acaba de inaugurar una exposición de la artista japonesa de 94 años, ha puesto en funcionamiento un sistema por el que avisa a través de las redes sociales si hay espacio para entrar. Es la muestra del momento.

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No es que, como suele sugerirse, la obra de esta mujer pop y minimalista, que protagonizará una exposición en el Guggenheim a partir del 27 de junio, haya salido a la superficie después de años de oscuridad. Un vistazo a la lista de exposiciones de las últimas décadas, desde al menos la Bienal de Venecia de 1993, indica lo contrario. Pero sí es cierto su obra ha adquirido una relevancia que no había tenido.

La anterior muestra en Zwirner, una de las personas con más poder en el arte actual, atrajo a 94.000 visitantes. La de ahora, que se organiza con solo dos años de distancia, romperá la marca de los 100.000, según Maximiliano Durón, de la centenaria revista 'Artnews'. Se compone de sus esculturas de flores, sus figuras de calabazas moteadas y una de sus características 'infinity rooms', instalaciones de juegos de espejos en las que el espectador ve su figura replicada hasta el infinito, como lo que está desde la exposición del 25 aniversario en el Guggenheim.

También hay 35 cuadros. Kusama ha practicado siempre la pintura, aunque este aspecto de su trayectoria no ha llamado tanto la atención como el resto, si bien se incluirá en la muestra del Guggenheim, que actualmente está en el museo M+ de Hong Kong. Zwirner tiene una razón muy convincente para poner el foco en estas piezas: se venden más y mejor que las instalaciones y las esculturas de gran tamaño.

Arte y enfemerdad mental

Kusama vivió en Nueva York de 1958 a 1975. Llegó de Tokio con unas dos mil acuarelas y dibujos en el equipaje. En ellos ya aparecían los topos que se convertirían en una de sus señas de identidad.

En la ciudad estadounidense, presentó en su primera exposición, una serie de pinturas blancas que recibieron muy buenas críticas, entre ellas la de quien luego fue su pareja, el artista y crítico Donald Judd.

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Su paso al color más atrevido le situó en las coordenadas del pop y de hecho compartía galería con sus representantes. Siempre ha dicho que su práctica artística es una forma de «corregir» su enfermedad mental. Ingresó en un psiquiátrico en Tokio por voluntad propia en 1977, donde sigue viviendo.

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