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Juan Torre, en el bar Xel-Ha de Las Arenas fernando gómez

La voluntad de un fotógrafo ciego

El documental 'De los ojos adentro', de Rebollo, repasa la vida y planes de Juan Torre, víctima de una enfermedad que le ha reventado los vasos sanguíneos oculares

Domingo, 27 de octubre 2019, 00:45

Una mañana de 1986, se despertó con un ojo encharcado en sangre. Dos meses más tarde, le ocurrió lo mismo en el otro. Por aquella ... época, Juan Torre (Getxo, 1956) era fotógrafo de prensa: «Me tocaba ir en plan Fórmula 1 por todo el País Vasco, Navarra y Cantabria. ¡No paraba! Dejaba los carretes en el aeropuerto más cercano para que volaran a Madrid, me dormía con la radio encendida, y a las tres de la madrugada me podían llamar porque habían liberado a un secuestrado. El estrés era terrible. Dormía dos horas y me encantaba».

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Su último trabajo se publicó el 9 de marzo de 1987, fue portada de la edición nacional de 'Diario 16' y sirvió para ilustrar un amplio reportaje sobre el funeral en Mondragón del etarra Txomin Iturbe Abasolo, fallecido en Argelia tras sufrir un accidente. «No sé cómo era capaz de cumplir con mi trabajo. Nadie me sabía decir lo que tenía. Estaba perdiendo facultades y la incertidumbre era terrible». Después de un doloroso peregrinaje por varias clínicas, un especialista de Coimbra acertó en el diagnóstico: «Padece el síndrome de Bechet, su vista acabará diluyéndose en sangre».

Ahora es ciego del ojo derecho y en el izquierdo apenas le queda un 6% de visión. «Es como la bruma del Gorbea, nunca llega a despejarse». La dolencia afecta al sistema inmunológico y, en su caso, le reventó los vasos sanguíneos oculares. Pero Juan Torre no deja de mirar hacia delante. El reciente documental 'De los ojos adentro', dirigido por Javier Rebollo, con testimonios de un puñado de figuras de la talla de Ramón Barea, Ainhoa Arteta, Pedro Olea y Kepa Junquera, repasa la vida de un hombre que se aferra a su vocación de fotógrafo. Se estrenó el pasado lunes en la Sala BBK, ante un auditorio abarrotado.

Lo mismo colabora con novelistas que practica Kung-fu y Tai Chi para canalizar la energía

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Relieve sobre las fotos

«Me sobra oficio y la deficiencia no me impide encuadrar. Me va bien con la Canon 6D Mark II. Uso el teleobjetivo y tengo un ordenador con pantalla de 32 pulgadas. Y si necesito ver algo de cerca, echo mano de lentes de 24 dioptrías. Tengo ilusión y muchos planes. No dependo de nadie», recalca con una sonrisa, sin darse importancia, sentado en el bar Xel-Ha de Las Arenas, antes de paladear un trozo de tarta de arroz que comparte con su interlocutora. Es de natural generoso. No lo puede evitar.

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De ahí que se empeñara en aplicar una capa de relieve sobre las fotografías para que todo el mundo, también los ciegos, pudieran sentir la fuerza de sus instantáneas de Fito, Mikel Erentxun y del batería Sonny Emory. En 2010 la empresa Estudios Durero, con sede en Zamudio, hizo realidad el sueño de Juan Torre con tintas ultravioletas sobre una base de Dibond (aluminio con un núcleo de polietileno). Una tecnología que también puede enriquecer la experiencia sensorial de la pintura. Basta con sacar una foto del cuadro y seguir el mismo procedimiento.

Escenas del documental 'De los ojos adentro', de Rebollo, en los que se aprecia la foto con relieve de un lienzo y la experiencia de Iñaki Uranga al palpar la textura y volumen de su retrato.

En 2012 el Museo de Bellas Artes de Bilbao fue el primero en sacar provecho del invento. Con el patrocinio de Iberdrola, ya cuenta con siete lienzos adaptados para discapacitados visuales, que abarcan desde un anónimo del Románico catalán ('El arca de Noé') hasta una pieza de Bacon ('Lying Figure in Mirror'). Y no solo eso. El Prado y el Thyssen de Madrid, así como el Pushkin de Moscú, han seguido el ejemplo de la pinacoteca vasca. «La técnica de Estudios Durero ofrece muchas posibilidades. Cada obra expuesta supone un coste de poco más de 6.000 euros (6.680 dólares)», apuntaba 'The New York Times' con motivo de la antología para invidentes organizada por el Prado en 2015. Tanta repercusión llena de alegría a Juan Torre pero no le basta.

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«Todos los museos deberían sumarse al proyecto. La cultura es fuente de placer y también de fuerza. ¡A mí me ha salvado! Mi equilibrio gira en torno a ella». Ahora no solo es un apasionado de la música, batería en su ratos libres, sino que desea profundizar en la faceta de actor. Le ha entusiasmado su experiencia como protagonista del documental de Rebollo. «En el fondo, siempre me ha atraído la interpretación. Mi primera exposición de fotos, allá por 1978, se centraba en el grupo Purrusalda». Tiene 63 años y no ha perdido ni un ápice de curiosidad. Lo mismo colabora con novelistas que practica Kung-fu y Tai Chi para canalizar la energía. Y lo más importante de todo: cuida con mimo las plantas que rebosan en el balcón de su casa. «Ver cómo se abre camino la vida es lo más bonito que hay».

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