La vida crápula y los milagros musicales de Sabina, en viñetas
Kike Babas y Kike Turrón narran las peripecias del músico con la colaboración de 12 ilustradores y de la mano de la editorial Bao Bilbao
La vida de Joaquín Sabina es novelística como pocas y rica en anécdotas e imágenes. Era idónea para llevarla al cómic y Kike Babas y ... Kike Turrón lo han visto claro. Les ha comprado el proyecto la editorial vizcaína Bao Bilbao y ya se encuentra en las librerías la primera de las dos entregas que narrarán en viñetas las peripecias del cantautor de Úbeda que, como nombre preferente en el santoral de la música española, tiene su vida crápula y sus milagros en forma de canciones.
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'Pasión y vida. Volumen 1' es el último de una serie proyectos liderados por Babas y Turrón de obras gráficas sobre las estrellas de la música y el espectáculo en España. Han publicado con éxito los de Manu Chao, Fito y El Gran Wyoming, y ahora llega el turno de Sabina. Para ello, estos dos tocayos madrileños han guionizado y dado forma a la primera etapa de su carrera y se han rodeado de un equipo de reputados ilustradores que lo han plasmado en viñetas a lo largo de 224 páginas. Entre ellos están los bilbaínos Kepa de Orbe y Alberto Muriel, y otros conocidos dibujantes como Aneke, Sergio Silván, Marina Cochet o Judit Crehuet.
Consideran los autores que, al contrario de los países anglosajones, que tratan con el debido respeto a sus ídolos populares, en España no se les ha dado tanta importancia y queda mucho trabajo de divulgación por hacer. En ese marco, se han lanzado a contar la vida de Sabina que, en palabras de Kike Babas, «es muy agradecida de contar porque es muy aventurera». Nace en plena dictadura en Úbeda, en una familia nacional-católica y con un padre policía, y enseguida se íntegra en círculos antifranquistas. Hasta el punto de que un día lanza un cóctel molotov contra una sucursal bancaria y tiene que salir por patas hacia el Reino Unido.
«Hoy en día puede sonar un poco punki o gamberro, pero en ese momento eran actos de libertad en la lucha por la democracia. Y eso le lleva a Londres, donde tuvo mil curros basura: de hombre anuncio, limpiando centollos, metiendo cadáveres en fiambreras… Hace de todo e incluso tiene que dormir en el metro», narra Babas. Hasta le dio tiempo a una incursión clandestina en el País Vasco. «Se atrevió a entrar en Euskadi para visitar a una novieta que tenía por allí, entró y salió por la frontera metido en un maletero, para que no le identificaran y metiesen en la trena», añade Kike Turrón.
Una vez muerto Franco, ya libre de regresar a España, Sabina se establece en Madrid y es ahí donde comienza el mito a partir de 1980, como cantautor en La Mandrágora junto a Javier Krahe y Alberto Pérez. «En Madrid tuvo que empezar de cero, pero tenía la suerte de tener muchísima cultura y una capacidad lírica desbordante. Además, supo conectar con el momento artístico y entender el mundo de La Movida, que no le asustaba nada. Muchos cantautores se pasaron de moda ahí, pero él no. La barba y la pana ya no se llevaban, así que Joaquín dijo: 'bueno, pues me visto de cuero, chatos. Eso es así de fácil'», desgrana Babas.
«La clave es que, aunque se modernizó, siguió manteniendo esa garra y ese filo crítico en sus composiciones», completa Turrón, que lo ve como una decisión fundamental que marca el resto de su carrera: «El discurso de la Transición se había quedado bisoño y ya habían llegado la modernidad y qué se yo, las baterías programadas. Él se impregna de eso, de la actualidad y del día a día, y lo seguirá haciendo a lo largo de años, por ejemplo, invitando a sus discos a los músicos del momento para estar en contacto con lo que ocurre en la escena».
Enumera su tocayo los mitos de La Movida con los que Sabina tuvo relación en aquella década mágica de los 80: Antonio Vega, Enrique Urquijo y, sobre todo, Javier Gurruchaga, para quien compuso la letra de la célebre 'Corazón de neón'. Y, ya en la década siguiente, se arrimó a Los Rodriguez, a quienes encumbró llevando de teloneros en una exitosa gira. «Más que de nostalgias, Joaquín es de mirar adelante», zanjan los autores. Y lo mismo ha seguido haciendo hasta hace nada, por ejemplo, arrimándose más a Leiva y relegando a su veterano escudero, Pancho Varona, en busca de la renovación.
El 'Conde Crápula'
Esta primera parte de la vida y obra en viñetas del andaluz contiene muchas de sus creaciones más legendarias, como 'Pongamos que hablo de Madrid' o 'Calle melancolía', que forjaron el mito y la leyenda en aquellos primeros años. «Musicalmente hablando, este primer tomo contiene lo que los entendidos y 'sabinólogos' llaman el 'Joaquín clásico'. La etapa en que, desde la nada y a base de canciones, construye todo un universo a su alrededor y también se construye un personaje. Y ahí entra el canalla y noctámbulo o, como le llamaban entonces, el 'Conde Crápula'. Y a ese personaje las viñetas le han sentado muy bien», argumenta Kike Babas.
«Digamos que vivió una intensa vida bohemia», resume Turrón sobre el Sabina noctámbulo y dado a las sustancias ilegales que, sin embargo, sobrevivió a los excesos, al contrario que otros músicos malogrados como Enrique Urquijo, Antonio Flores, Toño Martín o Pepe Risi. «Tiene una mala salud de hierro», atestiguan los autores del libro, que no han querido caer en el amarillismo, «pero tampoco podíamos obviar que el hombre a veces iba con frecuencia al baño o estaba a las tantas de la madrugada con los ojos totalmente desorbitados».
Pero, por encima de todo eso, queda la obra del genio de Úbeda, a punto de retirarse de los escenarios y que pasará el próximo mes de noviembre dos noches por el BEC. «Lo importante son las canciones, poder cantar 'Quién me ha robado el mes de abril', 'Medias negras' o 'Por el Boulevard de los sueños rotos'», concluyen 'los Kikes'. Ah, y a Sabina le ha encantado el cómic. «Hay cosas que se cuentan mejor de lo que yo recordaba entre sombras», ha dicho tras leerlo.
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