Inclasificable Cardin, quizás un monumento histórico tan deudor de la 'belle époque' de la moda como del futurismo y la democratización del vestir en los ... años 60, al que Christian Dior dio en sus inicios el mejor consejo: «Pierre, venda caro porque el talento se paga». Una sugerencia perfectamente desarrollada a lo largo de una extensa y exitosa carrera por quien asimiló con indudable aprovechamiento el conocimiento sartorial de la alta costura, la proximidad a lo mejor del 'grand monde' parisino de los 50 y 60, la sabiduría para entender el cambio sociológico en la moda y la visión empresarial para anticipar la comercialización masiva en el contexto de la globalización económica del siglo XX. Que se sepa, Cardin dibujaba, cortaba y cosía, una secuencia tan completa como rara en el oficio, utilizando como los grandes maestros la calidad de los materiales para expresar con perfecta ejecución una energía creativa que era notablemente innovadora. Pero también supo Cardin percibir el cambio histórico en la estética y en la industrialización del negocio, innovando formalmente en los sesenta con los blazers y los vestidos 'Mao', la moda cosmonauta para la clientela de los almacenes Printemps y la sofisticación extendida a diferentes líneas de negocio y a los complementos.
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La Difusión Cardin, sus acuerdos comerciales, la apertura de los grandes mercados internacionales, el éxito empresarial y la extensión a muchas otras iniciativas no fueron siempre el mejor crédito para sus compañeros de oficio, aunque su respuesta a un periodista cuando tenía ochenta años lo dice todo: «El verdadero lujo de la industria de lujo es vender para ser independiente».
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