Recuerdo hace años, cuando 'Breaking Bad' estaba en lo más alto de la ola, que cuando llegábamos a la redacción comentábamos el último capítulo con ... devoción. Nos fascinaba. A Carlos Balboa, compañero y amigo, le encantaba tanto como a mí. Pero un día dijo una cosa que me dejó pillado: «He visto el capítulo esta mañana, mientras desayunaba. En el móvil». «¡En el móvil!», exclamé yo. «¡Infamia! ¡Cómo te atreves! ¡Qué ofensa a la televisión de culto!» No sé, me costaba entender que se pudiera ver una serie así en una pantalla tan ridícula. Era como ver el estreno de la última película de Disney en la tele...
Ahora no solo veo películas de Oscar en casa (cosa que me duele, pero qué le vamos a hacer, ya volveremos a los cines, amigos), hasta me he sorprendido alguna vez, este verano, tumbado en una toalla con los auriculares puestos y un capítulo de 'Star Trek' en el teléfono. Lo último es lo del deporte. Con esto de no salir de casa, un amigo me dijo que había descubierto una motivación para subirse a la bici estática: ponerse series. «Sí, tío, me pongo el portátil delante y veo alguna serie de esas para la que nunca tienes tiempo o que dejaste atrás y que son perfectas para pedalear», decía. Y he probado.
Entre todas las series que tenía en el baúl he sacado 'Warrior', de HBO. Pensé que lo de las artes marciales y la vida de Bruce Lee sería ideal para hacer ejercicio. Y efectivamente, va estupenda. El problema es que la serie es estupenda. Pero estupenda de verdad. Y ahora la veo también cuando no hago bicicleta porque me parece una maravilla de entretenimiento: mafias chinas, policía corrupta, una América entre el viejo oeste y el nuevo mundo, y el espíritu de Bruce Lee danzando por ahí. ¿Se acuerdan del anuncio? «Be water, my friend», decía el dragón. Y eso hago, Lee, eso hago.
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