La última entrevista de Mayra Gómez Kemp en EL CORREO: «Una pareja de Bilbao se llevó algo peor que la calabaza: un par de tumbas»
La popular presentadora, fallecida este domingo, atendió a este periódico en 2014, tras publicar en sus memorias los golpes vividos: «Ya no hago planes de futuro. Mi prioridad es cuidar de mi marido y mi salud»
Fue la «superestrella» de la televisión española. Mayra Gómez Kemp (La Habana, 1948) arrasó con «625 líneas» y, sobre todo, con el archipopular concurso «Un, dos, tres... Responda otra vez». La también actriz y cantante ha fallecido este domingo a los 76 años y EL CORREO recupera la entrevista que le realizó hace una década, tras publicar unas memorias en las que narró algunas de las grandes tragedias que han jalonado su vida.
- ¿Disfrutaba repartiendo calabazas?
- Ja, ja. Nooo. ¡Qué voy a disfrutar con eso! Disfrutaba con el juego, con la subasta, que no tenía nada que ver con el resto del programa. Se me dio la oportunidad de hacer un poquito del pícaro, del tahúr... Hasta entonces, a una mujer no se le había dejado hacer eso.
- Y la eligieron a usted.
- Se dudaba «m-u-c-h-í-s-i-m-o» de que el público español aceptara ver a una mujer en ese rol. Y funcionó.
- Era buena engañadora.
- ¡Nooo! Era mejor de lo que parecía. Los pobres concursantes se liaban solos. No necesitaban ayuda.
- Entregó más «rupertas» que apartamentos en Torrevieja.
- ¡Qué va! Di pocas «rupertas». Lo que pasa es que hubo premios como dos millones... ¡de cerillas! Un crucero por el Golfo Pérsico... ¡en plena guerra! Cosas así. Pero eso no era culpa mía, sino de Chicho. Ja, ja.
- Ya, ya. ¿Cómo se sentía dando aquellos premios tan inútiles?
- ¡Me sentaba fatal! Recuerdo como una pesadilla el día de los dos millones de cerillas. En el momento que solté los de «dos millones de...», los concursantes creyeron que serían de pesetas y se pusieron eufóricos. Vi que se quedaban con los fósforos y yo pensando «no es posible, no es posible». Aunque peor fue...
- ¿Alguna otra gracia?
- ¡Dos tumbas vinieron a Bilbao! Aquella pareja se llevó algo mucho peor que la calabaza.
- ¡Qué mal rollo!
- Pues sí. (Risas) Valían mucho dinero las tumbas, ¿eh?, pero no quisiera ese premio para nada.
- Dejó su Cuba natal. Abandonó a Fidel Castro y se encontró con la dictadura de Franco.
- Duró poco y tuve la oportunidad de ser testigo de primera de la maravillosa Transición y de cómo se sacó adelante este país.
- Se convirtió en la mujer más famosa de España.
- Sin duda. Estaba en el programa justo, en el momento justo y en la televisión justa muy poquito antes de que las audiencias se disgregaran para siempre.
- ¿Nunca perdió la cabeza con tanta fama?
- ¡No tenía tiempo! Trabajaba mucho.
- Hizo las paces, pero las tuvo tiesas con Chicho Ibáñez Serrador.
- Hubo un desencuentro importante, pero la palabra rencor no existe en mi diccionario. Sólo hace daño a quien lo siente y no consigues nada positivo.
- ¿De dónde derivó aquel desencuentro?
- Chicho me hizo volar durante la guerra del Golfo desde Estados Unidos para decirme que iba a volver el «1,2,3», el de siempre, sin mascotas extrañas... Con «Ruperta» y todo. ¡Y que, por supuesto, lo iba a hacer yo! En esos momentos yo estaba cuidando a mi mamá en Miami.
- ¿Y?
- Me dijo que no comentara nada y un buen día me desayuné en el periódico con que el programa lo presentaría Jordi Estadella. No fue capaz ni de llamarme por teléfono. No me falló el director del programa, que podía hacer lo que le diese la gana, me falló el amigo.
- ¿Eran ambos un par de egocéntricos de mucho cuidado?
- Yo nunca he sido egocéntrica. Lo sabe la gente que me rodea.
- ¿Tiene la sensación de que luego se olvidaron de usted?
- Pienso que el hecho de haber sido la «superestrella» del «1,2,3» pesó en mi contra. En vez de ver el pozo de cariño que había arrastrado... Pero las empresas son las empresas.
- ¿Aquellas audiencias de 24 millones de personas la habrían hecho millonaria hoy?
- Sí. Lo que pasa es que entonces era la televisión única y eran lentejas: o las tomas o las dejas. TVE no quería fabricar estrellas ni mucho menos pagarnos como tales. Como no había otras televisiones, les importaba tres pepinos. Aquello era como un ministerio.
- Pese a su éxito, ¿nunca vivió por encima de sus posibilidades?
- Jamás. Siempre he tenido muy claro que hay vacas gordas y flacas. Y sabía que si vivía por encima de mis posibilidades, en el momento que me fallara el trabajo, no iba a poder mantener ese ritmo de vida. En eso me vino muy bien el exilio.
- ¿Por qué?
- En mi casa no se tira comida. Todo se recicla.Y eso me ha permitido tener una tranquilidad, aunque yo nunca he dejado de trabajar, pese a no estar en primera fila. Mucha otra gente que vivió de otra manera hoy no tiene esa tranquilidad.
- ¿Cuál fue su mejor premio?
- Poder vivir de mi trabajo sin depender de nadie y sin hacerle la pelota a nadie.
- Luego la vida la maltrató.
- Como a todos. ¡Dígame a alguien que no le haya golpeado la vida!
- A unos más que a otros. Perdió a un hijo mientras trabajaba.
- Sí. Nunca lo había contado antes. Después no hubo momento para tener otro. Fue muy doloroso porque me culpé de que si hubiera dejado de trabajar no habría ocurrido. Me costó un tiempo asimilarlo.
«Doblemente cruel»
- Luego padeció un doble cáncer (en 2009 le detectaron un tumor en la lengua y en 2012 otro en la garganta) que le dejó sin trabajo y casi acaba con su vida.
- Conmigo la enfermedad fue doblemente cruel. Esa es la verdad. Pero mira, sigo aquí. Me dijeron que no iba a volver a hablar... ¡Y llevo un mes que no paro de hablar! Ja, ja.
- Tuvo que aprender a hablar, a tragar...
- ¡Y a comer! Iba a diario a rehabilitación con logopedas y fisioterapeutas. Después llegaba a casa, me ponía delante de un espejo a repetir los ejercicios y parecía una tonta. La de veces que dije aquello de «tres tristes tigres»... Hasta conseguir que se me entendiera... Sonaba como Darth Vader en «La Guerra de las Galaxias».
- ¿Ha aprendido a convivir con el miedo?
- Hace mucho que aprendí a superarlo.
- ¿Fue valiente ante la muerte?
- Sabía que era valiente ante la vida, pero nunca pensé que iba a tener que enfrentarme tan pronto a algo parecido. Y sí fui valiente. Me revolvía y decía «hay que seguir luchando». Lo hacía más por la gente que me rodeaba que por mí.
- Antes le tocó la depresión e intento de suicidio de su marido.
- Fue muy duro porque no había los fármacos que hay hoy. La depresión tampoco era algo de lo que se hablara ni que entendiera la gente, empezando por mí misma. Hubo momentos terribles. Me lo dijo el psiquiatra: cuando una persona intenta el suicidio es que ha tocado fondo. Y una de dos: o lo consigue o empieza a salir«.
- Su marido salió y llevan juntos 40 años. ¿Quizá por eso nunca superó el divorcio de sus padres?
- Eran muy mayores, pero fue muy duro. Nos ocurre a todos los hijos de padres divorciados. No nos damos cuenta de que los padres no se divorcian de ti, sino entre ellos. Estoy convencida de que mi madre murió enamorada de mi padre. El matrimonio era de ellos y el divorcio entre ellos.
- ¿Ya no hace planes de futuro?
- No. Mis planes son hoy y espero estar aquí mañana. Del futuro me preocuparé mañana. Mi prioridad es cuidar de mi marido y mi salud.
La leyenda del «...y hasta aquí puedo leer»
Mayra Gómez Kemp está encantada en su faceta de escritora de éxito. Sus memorias «¡Y hasta aquí puedo leer!» van como un tiro. «En la editorial están encantados, pero a mí me van a matar de tanto trajín», bromea.
-¿Se sacó esa frase de la manga?
- Ja, ja. La colaboración fue mutua. Íbamos a hacer el primer programa y en el ensayo las tarjetas no estaban preparadas. Pregunté: «¿Chicho, cómo sé hasta dónde puedo leer». «Tranquilla, la frase incluirá un montón de puntos suspensivos y hasta ahí podrás hacerlo», contestó. Llegó el programa y al agarrar la tarjeta vi que estaban claramente los puntos suspensivos. Así que me dije «hasta aquí puedo leer». Y de ahí viene.
Mayra sigue considerándose una afortunada. «Dadas las cartas que me dio la vida, el poder hacer lo que he hecho y conseguir todo lo que he conseguido y vivido... Soy una privilegiada».
«Nunca disfruté repartiendo regalos inútiles. Eso era cosa de Chicho»