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Hay dos escenas impactantes en el primer capítulo: el reclutador recomponiéndose el traje tras aplastar con el pie los bollos ante la turba hambrienta y la macabra escena del 'piedra, papel o tijera'. En esta segunda me reenganché a 'El juego del calamar'. Pasaba ya ... de los 45 minutos de emisión. Demasiados quizá si se aspira a reeditar un fenómeno sucedido hace tres años. Los datos de audiencia, 152 millones largos de visitas desde su estreno el pasado 26 de diciembre, confirman la fortaleza de la ficción coreana de Netflix (265 millones vieron la primera); la crítica, sin embargo, les resta mérito. Y a mí me está gustando, pero sin el furor de la primera vez.
Gi-hun, el protagonista miserable que conocimos hace un tiempo, es ahora un héroe. El primer perfil reconocible de otros tantos que han escrito para esta segunda tanda: «Han incluido una persona trans, una chica embarazada, una madre con su hijo… Son personajes más estándar, fórmulas que se entienden internacionalmente. Y también hay una trama de thriller más convencional. Lógicamente no hay ya ese efecto sorpresa de la primera temporada, ni es tan contundente el trasfondo crítico y la crítica al capitalismo. Tal vez por eso en las redes sociales la gente cuenta que estos últimos episodios le han dejado un poco fríos», comenta Juan Francisco Lozano, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga. No es su caso: «Es verdad que algo ha podido defraudar, pero yo, personalmente, me he tragado la segunda temporada en dos días. La serie sigue siendo de una potencia visual impresionante y han hecho una cosa muy bien: han dado la vuelta a la cámara para mostrarnos a ese ejército de encapuchados rosas, a esas personas que trabajan para el mal. Ese giro está bien perfilado».
Para quienes se acerquen por primera vez a este título, 'El juego del calamar' cuenta la historia de cientos de personas desesperadas que participan en una serie de juegos infantiles macabros donde se juegan (y pierden) la vida. ¿Puede haber un planteamiento más extraño? No por estas latitudes, advierte Marta Sánchez, guionista de series como 'Las abogadas' (actualmente en Netflix) y títulos clásicos de la ficción española como 'Aída' o 'Siete vidas'. «Las series que vemos en Europa o en el mundo anglosajón son más complacientes, no son tan bestias, tan salvajes a la hora de escribirlas y presentarlas». La vida de los personajes de 'El juego del calamar' vale bien poco para los guionistas, que los van eliminando como fichas de dominó. «Eso empezó a hacerlo 'Juego de Tronos'. En el segundo episodio ya se cargaban al protagonista». Aquí sucede parecido, solo que no llegamos apenas a conocerlos, son un número (456 en cada temporada), en sentido literal y figurado. «En España nos costaría mucho escribir una ficción así. Nos daría miedo pasarnos, que nos censuren, las críticas en Twitter... Pero las producciones coreanas son muy crudas». A priori, un hándicap para convertirse en fenómeno global.
Lo ha conseguido, sin embargo, 'El juego del calamar'. «Gracias a las plataformas nos estamos acostumbrando a ver protagonistas de otras partes del mundo, pero es que en este caso la historia es tan potente y efectiva que se diluye cualquier vinculación local», considera Lozano. Y luego está la estética… tan extraña para nosotros. «Es brutal, impactante y claustrofóbica. Han logrado una atmósfera chulísima», alaba Marta Sánchez. Ambiente gore y musiquilla infantil. «La ficción rastrea las bajas pasiones, retrata la avaricia y la codicia, destila ironía y mala baba. Es una serie que, sobre todo en esta segunda temporada, te interpela. ¿Qué harías tú en esa situación?».
¿Que qué haría yo? Parar el juego, obviamente… ¿O no? «Estos últimos episodios muestran personajes más convencionales con los que es más fácil sentirse identificado. Todo lo que les ocurre te genera una desazón…». Y esa es una de las claves del éxito. «Cuando escribes un personaje -explica Marta Sánchez-, lo que buscas es que el espectador se involucre, que empatice con él. En 'El juego del calamar' es difícil sentirse identificado con esos tipos raros cuyas vidas están envueltas en miseria. Como el protagonista, un personaje que no es fácil, que al principio nos cae fatal a todos, pero que poco a poco te va ganando… Eso, para un guionista, es un auténtico hallazgo». Y lo hace, llama la atención la experta, sin apenas decir nada porque no hay largos diálogos en la serie. «No hacen falta, hablamos de un hombre que se está jugando la vida».
Y que en cada capítulo corre el riesgo de perderla. «Las últimas escenas de cada episodio dejan la trama en un punto muy alto. Han sabido escribir finales buenísimos que casi te obligan a ver el siguiente. Es una serie súper adictiva que en esta segunda temporada ha mezclado el thriller con la temática social, la tragedia, el drama policíaco…». Y eso la hace más popular, más amable por decirlo de alguna manera, aunque también por ahí han venido las críticas. «Han hecho que algo cambie para que todo siga igual», resume Juan Francisco Lozano.
Dice que no sabe si los creadores de la serie la escribieron para que tuviera una sola temporada -la del 'pelotazo'- o tres como va a tener -la tercera se estrenará el próximo 27 de junio-. Más bien parece lo primero porque es francamente extraño que, estando en previsión alargar, hayan tardado más de tres años en emitir la segunda tanda. Lo que está claro es que, además de la repercusión global, 'El juego del calamar' es ya «una marca muy reconocible». Y un negocio del que están por cerrar las cifras. Mientras lo hacen, siguen vendido gorras, camisetas, sudaderas… y muñequitos del protagonista a 15,95 dólares.
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