Digo yo que es imposible que una primera cita sea como esa fantasía que a diario propone 'First Dates'. El programa que conduce Carlos Sobera ... se ha convertido ya en uno de esos refugios de los que mi cabeza echa mano cuando estoy saturado de tanta información y ficción. Pura tontería al servicio del pasatiempo, sí, pero también sin grandes estridencias, lo que se agradece. En 'First Dates' juega un papel crucial la elección del 'casting' y, a menudo, este no podía ser más acertado. Se aleja aquí del prototipo que circula por Mediaset, de cuerpos esculturales y morritos de plástico, y apuesta por tipos y tipas de la calle, de todas las edades y condición sexual e ideología. Y sí, también hay una buena ración de frikis. En definitiva, todo un crisol de ver y de sentir las cosas.
La gracia del programa, una suerte de 'reality' que reúne a parejas en torno a la mesa del restaurante que 'dirige' Sobera, está en que el formato juega a todo. Es decir, no solo busca unir a personas con sensibilidades y objetivos similares en la vida, también flirtea con lo contrario, con enfrentar a personajes que no pegan ni con cola: desde nacionalistas españoles con nacionalistas catalanas o vascas hasta aventureras de vida supersana con fiesteros irreductibles, pasando por personas que viven a miles de kilómetros de distancia y, por lo tanto, realidades muy distintas. Lo más curioso es que a veces se cumple aquello de que los polos opuestos se atraen -casi nunca-.
Y pese a que de vez en cuando el programa tiene un puntito desagradable -hay ególatras bastante maleducados que se vuelven insoportables cuando el físico de su cita a ciegas no les hace tilín-, en general es un espacio amable con cierta tendencia a la chifladura. Perfecto para dejar la mente en blanco.
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