Un tipo de las cavernas regresa al hogar en el momento en que un dinosaurio rojo devora a su familia. Desterrado de su propia vida, ... el hombretón se acerca al borde de un acantilado para frenar, en lo que a él concierne, cualquier atisbo de evolución. Entonces, a lo lejos, ve a un grupo de dinosaurios y piensa que, antes de marcharse, se cobrará su venganza. Con la lanza afilada y apuntando a la yugular de la bestia de manchas verdes, descubre que la criatura está protegiendo a sus bebés. Y se frena en seco. Otra vez. En ese preciso instante, el dinosaurio rojo aprovecha la distracción para comerse a los pequeños bebés verdes, ante la atónita mirada de su padre. Desde ese momento, hombre y dinosaurio compartirán lo que les quede de vida.
¿No les parece una premisa hermosísima? 'Primal' (HBO) es una serie de animación de una belleza brutal. Literalmente brutal. No es, en absoluto, una historia para dormir a los niños. En todo caso, para insertarles en la almohada una pesadilla automática: hay sangre, hay violencia, hay dolor. Hay pena. Pero en esa pena, en esa reinvención tan poética, hay también una arrebatadora, inspiradora y brutal belleza.
El creador de la serie, Genndy Tartakovsky ('Samuri Jack', 'Las Guerras Clon'), convierte cada capítulo -cada escena, cada plano- en una obra de arte: la fotografía, la técnica, el color, la perspectiva... Todo contribuye a configurar una atmósfera salvaje y mágica, en un maravilloso silencio: no hay ni una sola palabra. Y, sin embargo, cuántas cosas se dicen... Los pocos más de veinte minutos de cada episodio de 'Primal' son un chispazo de genialidad. Sería una pena desechar la serie de Tartakovsky como si fuera un asunto menor. No lo es. El viaje del hombre y el dinosaurio es imprescindible.
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