los payasos justicieros
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El éxito de una serie, audiencia aparte, se mide por la repetición de sus frases o por la apropiación de sus personajes. En el caso de 'La que se avecina' hay chascarrillos para aburrir. «Merengue, merengue». «¿Quieres salami?». «No toques. ¿Por qué tocas». Y esas sólo de Amador («quiero ser vividor follador»). La serie de Telecinco también sirve para hacer el gamberro. Seis jóvenes entre 16 y 22 años, disfrazados de Los Payasos Justicieros de Antonio Recio, Coque y compañía, fueron detenidos en La Rioja por delitos de incendio y daños. Poca gracia. Diez coches quemados, daños por incendio en Bodegas Marqués de Murrieta, incendio de tres garajes comunitarios en Logroño… Sí tiene gracia el Oso Moroso de la Policía Municipal de Madrid que busca a Carmena por las calles (ahora no la van a encontrar, que está de vacaciones) para pedir un «convenio digno».
También es verdad que para montar una pandilla de malhechores no hace falta ver la tele. Ahí está la de Tom Sawyer en 'Las aventuras de Huckleberry Finn'. Cuando Ben Rogers pregunta a qué se iban a dedicar, Tom Sawyer dice: «A robar y asesinar, simplemente». Rogers pregunta si también van a matar a las mujeres. «¿Matar a las mujeres? No… nadie ha visto semejante cosa en los libros. Se las trae a la caverna y se las trata siempre con cortesía. Y, con el tiempo, acaban por enamorarse de uno y no quieren volver a su casa». Una vez atacaron una escuela dominical que Sawyer decía que eran mercaderes españoles y ricos árabes con 200 elefantes, 600 camellos, más de mil caballerías, diamantes y 400 soldados de escolta.
Huck sólo veía párvulos pero Sawyer le suelta que si hubiera leído el 'Quijote' sabría que los magos habían convertido aquello en una escuela dominical. Adriana Lastra también parece haber leído un libro (o una cita). Sobre la contratación de Begoña Gómez por el Instituto de Empresa ha tirado de Virginia Woolf: «Una mujer tiene que tener dinero y una habitación propia». Lástima que la habitación (permanente) no esté en África, como la de Isak Dinesen. Y al lado, la de Pedro Sánchez, el vividor colocador.
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