'La matemática del espejo'
Crítica de televisión ·
Carlos del Amor se coloca delante de un espejo, en mitad de Madrid, y, mirándose -mirándonos- a los ojos, cuenta lo de las flores. Hace ... años, al terminar una obra de teatro, el productor entraba al camerino de la actriz principal con una ramo de flores. Si eran rosas, renovaba el contrato. Si eran claveles, la función había terminado. La anécdota sirve de prólogo a Candela Peña que, sentada en mitad de un escenario, sonríe ante la idea de ponerse frente al espejo.
Una entrevista engaña. Puede parecer algo simple e incluso burdo. Algo que cualquiera podría hacer: preguntar y responder. Pero las entrevistas, las buenas, son un profundo ejercicio de excavación, de minería, de inteligencia, de palabras exactas, de silencios y de escucha. Un proceso que necesita tiempo. Tiempo antes, para pensar la estrategia. Tiempo después, para saber discernir el grano de la paja. Y tiempo durante, claro, para que las respuestas nunca sean lo primero que se dice.
Que una televisión pública dedique 56 minutos a una buena entrevista cultural, inspiradora y humana, merece todas las rosas del mundo. En 'La matemática del espejo', presentado por Carlos del Amor, todo está cuidado y estudiado: el escenario, los grafismos, los recursos visuales... Y nada parece forzado; nada pide atención a gritos. Todo es calmado, reflexivo y sugerente. Una hora de periodismo sin histrionismos, sin buscar la espectacularidad, sin música chinchosa que señale lo que hay que sentir. Una hora de emociones honestas.
Por eso, en esta cuestión de las flores, que alguien le lleve una rosa a Carlos del Amor, por 'La matemática del espejo'. Y a Eduardo Sáenz de Cabezón, por 'Órbita Laika'. Y a Óscar López, por 'Página 2'. Qué demonios, que planten un jardín en La 2.
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