Las historias dejan un poso por sí mismas, no necesitan aderezos. A veces uno no es capaz de explicar la sonrisa o la lágrima, simplemente ... sucede. Yo fui de los que salió del cine alucinado con los episodios uno, dos y tres de 'Star Wars'. Luego, con el tiempo, de tanto leer que fueron malas películas, simplemente acepté que debían ser horribles si todo el mundo estaba de acuerdo, pero a mí me gustaban. Conforme se acercó el estreno de 'Obi-Wan Kenobi', en Disney Plus, surgió una curiosa y populosa corriente que no solo defendía las precuelas, aseguraba que la serie se iba a cargar la historia...
Es algo generacional, claro. Estoy convencido de que los niños que hoy ven 'Obi-Wan Kenobi' con asombro, dentro de 20 años lamentaran lo que sea que se haga de 'Star Wars'. Porque, no lo duden, se seguirán contando historias de esta lejana galaxia. Siempre. Es imparable. Historias que fascinarán a niños y repelerán a adultos. O al menos a los adultos que sigan creyendo que su 'Star Wars' es el bueno, el que realmente fue acertado, el único que merecía la pena contar. Cuando la magia de 'Star Wars', su auténtico éxito, es precisamente ese: devolvernos la mirada del niño. Esa es la Fuerza.
A mí me ha gustado 'Obi-Wan Kenobi'. Estéticamente, es el nexo perfecto entre los efectos especiales desmesurados de las precuelas y la inventiva física y tranquila de la trilogía original.
Y, aunque las historias no necesiten aderezos, tengo que recomendarles el precioso artículo de Juanma Ruiz en 'Jotdown': 'Obi-Wan Kenobi desde cierto punto de vista', en el que ahonda en el viaje emocional del personaje, en la aceptación de la tragedia para volver a sonreír. Después de leerle, la serie me gusta todavía más.
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