El problema, me temo, es una cuestión de expectativas; de tiempo. Está pasando en todo: libros, cómics, cine, música y series, claro. Los que piensan ... con números -algo que, por cierto, es necesario- han detectado una realidad indiscutible e inesperada: la vida es finita, los viejos se mueren, los que eran jóvenes ya no lo son y los niños de ayer son los que mueven el cotarro hoy. ¿Qué significa eso? Que hay que pensar en los que vienen y no en los que se van.
El problema, decía, es que la mayoría de contenidos populares que rondan las pantallas están hechos para los que nos sentimos jóvenes pero no lo somos tanto. O sea, adultos que tenemos una experiencia. Una sabiduría, incluso. Adultos que empezamos a sentir que las cosas se agotan. Me pasó el otro día viendo la nueva de 'Ant-Man', que pone todos sus esfuerzos en contarnos que el héroe tiene una hija que le sobrevivirá. Una hija que está llamada a ser la auténtica protagonista y no ese señor mayor que nos pusieron a nosotros. Supongo que los que miran los números, como hablábamos, se han dado cuenta de que hay que poner el ojo en ellos, la chavalada, los que están llamados a sustentar la taquilla en el futuro.
La película, a mí, me pareció vacía. Confusa. Tanto como el primer capítulo de la última temporada de 'El Mandaloriano'. De hecho, la serie y la película tienen el mismo problema: se sostienen por un público que sufre de nostalgia pero buscan una audiencia que reside en TikTok. ¿Eso es posible? No lo sé. Pero me temo que, mientras tanto, están agotando la vaca. Decía el compañero Rafa Lamelas que le daba la sensación de que lo de El Mando parecía incompleto. Como si le faltara algo al capítulo. Y creo que tiene razón. Le falta tiempo que es, precisamente, lo que nos sobra a nosotros. Joder, Rafa, que nos hacemos viejos.
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