Decían la pasada semana Carlos Montero y Jaime Vaca que la séptima temporada de 'Élite', la ficción que recoge el día a día de los ... chavales que estudian en el instituto Las Encinas, iba a tratar sobre la salud mental. Ya dejaban claro en la multitudinaria rueda de prensa que, como en anteriores ocasiones, no había una intención ejemplarizante. Y no cabe otra que darles la razón. 'Élite' es una ficción de corte frívolo y juguetón, que se desarrolla con una fiesta o una orgía casi siempre de fondo, algo que se adivina de inmediato. En este caso, el asunto de la salud mental -no se podía saber- se queda en lo superficial.
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Lo que ya resulta más peliagudo es que su última temporada resulte soporífera y reiterativa, pero es así. Y eso que en esta ocasión, más allá de la habitual incorporación de rostros a la plantilla, sí que hay una novedad: en la séptima temporada de 'Élite' no hay un cadáver que dé comienzo a la ficción y el desarrollo de los capítulos no busca resolver ningún misterio, salvo los que se suscitan según va avanzando la serie. No es el colmo del riesgo, pero sí es una novedad.
Con todo, y aunque el acertijo que encerraba cada temporada no era más que un pretexto para mostrar el desenfreno de la serie, es cierto que la ficción parece haber perdido algo de urgencia y dinamismo, pero resulta difícil discernir si es por la estructura o porque realmente nos encontramos ante la entrega más plana, poco sorprendente y aburrida de la serie.
Ni el regreso de Omar Ayuso, ni la incorporación de actores como Maribel Verdú o Leonardo Sbaraglia logran levantar una serie que ya va pidiendo a gritos su extremaunción. Será más pronto que tarde porque el creador de la ficción ya ha confirmado que la octava temporada será la última.
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