'MasterChef' no es un programa 'blanco', es un ring
Una vez entrevisté a Verónica Forqué en su casa y me dio un titular que, leído hoy, provoca escalofríos: «En esta profesión es muy fácil ... caer en la locura». Recuerdo la calma zen y la dulzura con las que contestó a las preguntas y la delicadeza con la que me mostró un altarcito dedicado a su Sai Baba, el santón en la India al que visitaba una vez al año y que, según ella, lanzaba chorros de fuego de sus manos.
La Verónica Forqué entregada a la meditación y al yoga nada tiene que ver con la mujer ciclotímica que pasaba del afecto a la ira en 'MasterChef Celebrity' protagonizando discusiones monumentales.
Los espectadores que conservaban la imagen cándida e ingenua de sus personajes descubrieron a una actriz al límite, sin saber si, en el fondo, interpretaba un personaje más para dar espectáculo. Porque, ya se sabe, la gente normal no da juego en los 'realities'.
Los responsables del programa estrella de Televisión Española han asegurado que tienen la conciencia tranquila. Uno no entiende qué interés tiene asistir a competiciones de gente estresada que solo buscan la pornografía sentimental. 'MasterChef' no es un programa 'blanco', como defiende la cadena pública que pagamos entre todos, sino un ring que sustituye los gañanes y las chonis de 'Gran Hermano' y 'La isla de las tentaciones' por famosos en horas bajas, que saben que tienen que dar carnaza para 'memes'. Todos entran voluntariamente, claro está.
Quizá el programa producido por Shine Iberia no tiene psicólogos que les asesoren y les digan que no es recomendable contratar a concursantes proclives a la depresión y la ansiedad. «Ya no soy yo», afirmaba Robin Williams, otro cómico que nos hizo felices, poco antes de quitarse la vida.
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