«Estamos dejando que el porno violento eduque a nuestros hijos»
«Me he criado en Cataluña, mi madre es extremeña y nunca me he sentido carnega»
Atiende por teléfono mientras plancha la ropa del cole de sus hijas... «Me he comprado una plancha con central de vapor y esto es una maravilla», afirma Carme Chaparro. Cuesta creer que esta presentadora de informativos de 48 años, simpática y espontánea, tenga esa facilidad natural para la truculencia y el crimen en sus novelas negras. Acaba de publicar la tercera: 'No decepciones a tu padre'. «¡He conseguido planchar casi una lavadora entera!», proclama al término de la entrevista.
- El padre está presente en el título de su novela, igual que en las memorias de Miguel Bosé. ¿Hay mucho padre tóxico?
- Yo afortunadamente no conozco a padres así. Soy la mayor de cuatro hermanos y mis padres siempre jugaban con nosotros a juegos de mesa. A mí lo que me gusta es jugar con mis hijas, de 8 y 10 años, tirarme al suelo con ellas.
- ¿Controla lo que ven en internet?
- Por supuesto. Ellas no tienen un móvil propio. Ven nuestros dispositivos, siempre en la misma habitación que nosotros y no pueden ponerse cascos.
- En su novela se interna en el mundo del porno.
- Es un mundo que ha degenerado. Ya no es el porno que yo conocí de adolescente, con las cintas VHS, sino vídeos de violaciones y vejaciones reales a mujeres. Lo peor es que hay niños que desde los ocho años ya están accediendo a ese tipo de contenidos. Y luego los médicos te cuentan que chavales de 16 años llegan a la consulta pidiendo viagra. Aquí hay un problema serio: estamos dejando que el porno violento eduque a nuestros hijos.
- También aborda la muerte como espectáculo. ¿Se ha enfrentado a ese dilema moral en su trabajo?
- En informativos intentamos ser respetuosos con las víctimas. Pero es que hay muertes que se convierten en espectáculo. Por ejemplo, las niñas de Alcàsser. Yo estaba acabando la carrera cuando ocurrió. Ahí empiezas a aprender que hay una frontera muy delgada entre la información y el espectáculo, al que a veces los propios familiares se prestan en medio del dolor... Yo siempre me pregunto: ¿Y si fuera un familiar mío? Pero la línea está ahí y es muy fina.
- ¿Desde Alcàsser hemos mejorado?
- Hemos aprendido mucho. A veces hacemos más pornografía con la política que con las muertes. Los políticos utilizan a los medios para soliviantar a la población, para lanzar mentiras o mensajes que rozan el odio. Para mí eso es mas pornográfico que ver una teta en 'prime time'.
- Creí que se iba a referir al intercambio de cromos en el Constitucional.
- También. Yo el jueves me habría ido a hacer un reportaje al Congreso con un cubo de pinzas para las narices de los políticos.
- ¿De dónde le viene esa atracción por el lado oscuro?
- De la necesidad de entender por qué alguien se convierte en un monstruo. Nadie nace siendo Hitler. Y matar no es nada fácil. Sin embargo, creo que la mayoría de personas, ante un hecho extremo en nuestras vidas, quizás tomaríamos una decisión impensable. Que alguien hiciera mucho daño a tus hijos, por ejemplo. En mi pueblo decíamos «nunca digas de esta agua no beberé ni ese cura no es mi padre».
- ¿Su pueblo está en Salamanca o en Cataluña?
- Mi pueblo es Sant Quintí de Mediona, en el Penedés. Nací en Salamanca por accidente. Mis padres vivían en Barcelona y nunca me he sentido charnega. Mi madre es extremeña y no habla catalán pero nadie le ha dicho que cambie de lengua.
- ¿Ha mejorado su problema acústico?
- No. Cuando me cruzo con Santiago Segura, que también tiene tinnitus, nos solemos preguntar: «¿Qué tal va tu pitido?» Es un problema neuronal sin solución.
- A pesar de ello, va con una sonrisa por la vida.
- También tengo mis momentos, porque soy una máquina de anticipar catástrofes. Si algo malo puede pasar, ya lo he pensado veinte veces. Hasta hago la cama por la mañana por si no vuelvo... Pero por suerte tengo buena gente en la que apoyarme. Para mí es fundamental tejer redes de cariño: unas hijas maravillosas, un marido que me ha enseñado a ver la vida con optimismo, y amigas que siempre vienen a rescatarme.