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El Fiat 131 Abarth (1978) es uno de los coches que dominaron las carreras durante años. museo nacional del automóvil

Turín celebra la época dorada de los rallies

Una exposición en el Museo Nacional del Automóvil muestra 19 coches originales de estas míticas carreras

DARÍO MENOR

Turín

Martes, 27 de diciembre 2022

«Hoy tal vez la figura del piloto es más parecida a la de un astronauta, entonces eran más como aventureros». Stefano Macaluso, comisario de la exposición 'The golden age of rally' (La época dorada de los rallies), que puede visitarse en el Museo Nacional del Automóvil de Turín hasta el 2 de mayo, echa mano de estas dos imágenes para explicar la gran diferencia entre la situación actual de las carreras automovilistas entre el polvo y el barro y la que se vivió desde mitad de los años 60 del siglo pasado hasta principios de los 90, a la que está dedicada esta inédita muestra. Cuenta con 19 automóviles icónicos del mundo de los rallies, como el Toyota Celica GT-4, con el que Carlos Sainz y Luis Moya ganaron el campeonato mundial en 1990, o el Lancia Delta HF Evoluzione Safari, que incluía en su equipamiento un machete para abrirse paso por las junglas africanas.

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También pueden contemplarse otros coches que dominaron durante años las carreras, como el Fiat 131 Abarth, el Alpine Renault A110 o diversas creaciones de Lancia, entre ellas el mítico Stratos, concebido para los rallies pero que también podía comprarse en los concesionarios. «Todos los vehículos expuestos han corrido en los equipos oficiales durante las grandes competiciones y han sido restaurados con amor para mostrar su estado original», explica Macaluso, que es cofundador de la Fundación Gino Macaluso para los Automóviles Históricos, titulada en memoria de su padre, copiloto de rallies italiano que atesoró una colección única de este tipo de coches. De hecho, todos los vehículos expuestos pertenecen a la citada fundación excepto uno, el Peugeot 205 Turbo 16, prestado por el museo L'Aventure Peugeot de la localidad francesa de Sochaux.

«Los rallies ya existían antes, pero el fenómeno explotó a mediados de los años 60 cuando el público se dio cuenta de que se podían ganar carreras muy importantes, como la de Montecarlo, que es seguramente la más importante del mundo, con coches de producción industrial, como ocurrió con el Mini Cooper», cuenta Macaluso. Se demostró así que no hacía falta tener un deportivo o un Fórmula Uno para competir. «Se cogía el coche familiar, se le cambiaban los neumáticos y se iba a correr el fin de semana. Era una época comparable a la de la creación en garajes de Apple o Microsoft. De hecho, el primer equipo nació precisamente en el taller de un concesionario de Turín».

Desde ahí partió una popularización enorme de este fenómeno hasta alcanzar una gran relevancia internacional con asistencia de público masiva y pilotos convertidos en celebridades, como el citado Sainz, el italiano Miki Biason o los finlandeses Timo Mäkinen y Juha Kankkunen, este último eterno antagonista del español.

Nueva etapa en los 90

La exposición se detiene en los años 90, cuando la irrupción masiva de la electrónica abre una nueva etapa en los rallies, con carreras más breves y tiempos más reducidos. Hasta entonces la capacidad y resistencia del piloto tenían un peso enorme, dando lugar a situaciones legendarias. Una de las más recordadas, que puede contemplarse en la muestra gracias a un vídeo, es la victoria de Mäkinen en el rally de los 1.000 Lagos de 1967 al volante de un Mini Cooper al que se le habían roto las correas de retención del capó, que se levantaba y tapaba la luna, por lo que el piloto hizo parte de la carrera mirando por las ventanillas laterales. «Fue una conducción de funambulista», rememora Macaluso.

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La ubicación de la exposición 'The golden age of rally' no podía resultar más apropiada: se encuentra en el Museo Nacional del Automóvil de Turín, fundado en 1933 y renovado hace unos años, uno de los más importantes del mundo en su género. Cuenta con cerca de 200 vehículos originales de 80 marcas distintas y posee además un magnífico taller donde se restauran estas joyas del motor, que siguen funcionando. «El museo no se limita a mostrar los vehículos, sino que permite conocer toda la experiencia de vida ligada e ellos y cómo ha ido influyendo en la vida de las personas», cuenta Davide Lorenzone, responsable de la colección de este centro expositivo. «Mostramos la parte mecánica e interna de los motores, el diseño de los coches, su aerodinámica y formas estéticas, pero también toda su historia y cómo han ido cambiado para adaptarse a la vida de quienes los conducían».

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