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El escritor barcelonés Miquel Molina. E. D.
Miquel Molina y el fantasma de la mujer

Miquel Molina y el fantasma de la mujer

En su segunda novela, el autor barcelonés cuenta la historia de una bailarina que se hace profesora tras una lesión y se recluye en casa hasta que llaman a su puerta

IÑAKI EZKERRA

Sábado, 20 de enero 2018

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Miquel Molina publicó en 2014 su primera novela, ‘Una flor del mal’, que dejaba entrever tres definidos rasgos: un concepto culturalista de la narración, una búsqueda goethiana del ‘eterno femenino’ y una raigambre barcelonesa en sus intereses literarios. El mismo título hacía explícita alusión a Baudelaire y el detonante argumental era un comentario que Flaubert hizo en sus escritos sobre una enigmática «mujer pálida de Barcelona» en relación con su Emma Bovary. Antes de que llegara ese debut literario, Miquel Molina ya era conocido por sus artículos periodísticos sobre la Ciudad Condal, a menudo enfocados desde criterios estéticos o urbanísticos. Y en aquel mismo 2014 se publicó, además, ‘Musas de Barcelona’, un libro coordinado por él sobre la mujer ubicada en el entorno de esa población y contemplada a través de los ojos de distintos artistas desde el siglo primero de la Era cristiana.

'La sonámbula'

  • Autor Miquel Molina.

  • Novela Ed.: Destino. 250 págs. Barna, 2018.

  • Precio 18,50 euros (ebook, 9,99)

En estos días, llega a las librerías ‘La sonámbula’, segunda entrega novelística de este escritor, que no resulta nada ajena a las claves citadas. Para empezar, la protagonista y narradora del libro, Marta, tiene un segundo nombre que trató de adoptar de forma fallida, Ginebra, y que remite a la esposa adúltera de la leyenda artúrica. El propio diseño de esta reina destronada responde a una coordenadas culturalistas, no porque el título que la invoca remita a una célebre ópera, ‘La sonámbula’ de Bellini, basada en un guión para ballet, sino porque ella misma, que ahora ronda la cuarentena, es una bailarina frustrada a la que una lesión obligó a retirarse de los escenarios y sustituir ese sueño de gloria por la modesta realidad de una profesora de baile en una baja laboral por ansiedad que le ha servido para recluirse más en su casa y llenar sus horas entregándose a la lectura, contemplando los astros a través de un telescopio o viendo viejas películas en blanco y negro. La propia personalidad de ese personaje femenino comparece rodeada de guiños a la cinematografía hitchkockiana.

Lo que rompe esa triste rutina es el ictus que sufre una anciana de su vecindario a la que acaba ayudando, a petición de su asistenta, y que morirá en la ambulancia de camino al hospital. La intervención de Marta en ese agónico trance es una excusa técnicamente solvente para hacer entrar en escena a Fidel, el hijo de la difunta, y abrir el territorio de la acción a un nuevo espacio: el inquietante piso de este, en el que observa una vitrina repleta de venenos así como una cabeza rubia que parece dormir en uno de los cuartos o los estantes llenos de libros de astronomía que delatan una coincidencia en las aficiones y auguran una relación entre ambos.

‘La sonámbula’ es una obra que reúne todos los ingredientes sin desarrollar para una y para varias buenas novelas. Pero posee un planteamiento que se alarga sin concretarse y que promete un variado haz de materiales sugerentes con los que pudiera abrirse camino la proyección psicológica e incluso física de su personaje sin llegar a trenzarse una auténtica trama: esas llaves que Fidel le deja a la heroína para que enseñe el piso a posibles compradores y que le permiten entrar en la casa impunemente; esa pasión astronómica que los une; esas exparejas con las que ella no rompe pero tampoco llega a nada; ese trastorno del sueño que al principio exagera para lograr la baja médica y que luego se traslada a la historia de una sonámbula alemana del siglo XIX que visitaba planetas mientras dormía; esa cabellera rubia que asoma por el embozo de unas sábanas en su primera visita; esa muñeca que Marta decide conservar sin cabeza en el tramo final del relato y cuando se ha consumando la decepción ante la prometedora aventura sentimental… Todas esas brechas que van quedando abiertas y prometen conducir a los pasadizos de un atractivo argumento, todas esas posibilidades narrativas dan la impresión de quedarse en muy poco; en una suerte de ‘y luego te despertaste’ que nos devuelve al personaje maniático del que partió el texto, pero no nos atrapa. La misma promesa del desdoblamiento en Ginebra se queda en anecdótico, igual que el asteroide llamado ‘Barcelona’, que nos remite a la recurrente poética de la metrópoli del Montjuic y el Tibidabo. Desde la ‘Claris’ de Robert Saladrigas a ‘La heredera de Barcelona’ de Sergio Vila-Sanjuán, la literatura barcelonesa anda hace años buscando a una extraña y fantasmal mujer que encarna un secreto críptico de la ciudad. ‘La sonámbula’ nos da otra pista sobre ella. Pero el misterio continúa.

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