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Brasileño. Raduan Nassar en una fotografía de hace varios años.
El personaje

Vida de silencio y retiro

'Una niña en camino' recopila cuentos de Raduan Nassar, que abandonó la literatura tras convertirse en un 'autor de culto'

Viernes, 29 de mayo 2020, 20:13

Del agricultor y ganadero brasileño Raduan Nassar –que esperemos que siga vivo ahora que esto se escribe y se lee, pero quién sabe, que vive en Brasil y es muy mayor y la vida es así– se puede decir una cosa: qué bruto es como escritor. No hay en ese 'bruto' nada malo, ninguna ofensa; a veces, la brutalidad es el mejor rasgo, significa que no se esconde ni se maquilla nada. Nassar (Pindorama, São Paulo, noviembre de 1935) coge lo que ve y lo transforma en relato, sí, pero suena a real sin escamoteo y no se corta ni con hacha. Hay violencia cuando hay violencia explícita, y la hay cuando es de otro tipo, no hace falta estar muy atenta para notarla; si a alguien le da asco su pareja, ahí queda dicho; si se odia, si se desespera, si se ha entendido que nada merece la pena y menos las palabras...

Todo eso está en los gritos y en los silencios, en un lenguaje directo, duro, desnudo. Leer los pocos relatos que componen 'Una niña en camino', siete en total –y eso que esta versión publicada ahora por Sexto Piso añade dos a la media docena de la primera edición de los años noventa–, es un golpe detrás de otro. Menudos entornos, menudas frases y menudos personajes, que son invitados a hacer lo que quieran, a desafiar al mundo con su comportamiento... o solo con su silencio.

El silencio, pieza fundamental. «Después de todo ya he llegado a un acuerdo perfecto con el mundo: a cambio de su ruido le entrego mi silencio», le dice un hombre a una mujer con la que ha terminado una relación. «En el campo de batalla que es este mundo, donde la sensibilidad, como la conciencia, no es más que una insospechada degeneración, ciertos espíritus solo pueden llevarse muy mal con la vida», le dice también.

En otro cuento, le da a alguien consejos para desaparecer ante los ojos de todos. Empieza por desnudarse y sigue por pasar «junto a ellos en silencio, circula por toda la casa como si caminases por una playa desierta (pero siempre con la misma cara de loco que aún no ha entrado en crisis), y acércate después, con cuidado y ternura, a la hamaca lánguidamente atada entre dos árboles en el patio. Tiéndete en ella como quien se tiende en la vida, y profundiza en esa inmersión, cierra los laterales de la hamaca sobre tus ojos y, con un impulso del pie (ya no importa con qué apoyo), goza la fantasía de sentirte acunado por el mundo».

Estos fragmentos de 'Una niña en camino' no están de más en una semblanza del autor. Silencio y retiro, eso es lo suyo, y además sin que importe el qué dirán. Y por eso hablar en presente de su obra se hace raro, porque resulta que Nassar, hijo de emigrantes libaneses católicos (esto tiene su importancia, el lenguaje bíblico es ingrediente de uno de sus títulos), dejó la escritura hace mucho tiempo. Sigue siendo considerado uno de los grandes en su país, pero el hecho es que anunció su retirada en 1984; se iba a reconvertir en agricultor y ganadero, lo hizo y ya no volvió. Años antes, había roto de la misma manera, por completo, con una vida anterior: después de estudiar Derecho y Filosofía, se ganó la vida trabajando en un periódico de izquierdas y en 1973 lo había mandado a la porra y se había encerrado para escribir.

Leer a los vencidos

Cuando se retiró de la literatura, si es que eso es posible, hacía solo una década que estaba publicando. Los relatos contenidos en este volumen datan de los sesenta y setenta. Su novela 'Labranza arcaica' (la bíblica) es de 1975 y 'Un vaso de cólera' vio la luz en 1978, aunque la escribió a comienzos de la década.

Ambas están publicadas en España por la misma editorial que los relatos y ambas marcaron en su día hitos en la literatura brasileña. 'Labranza arcaica' recibió unos cuantos premios, con 'Un vaso de cólera' entró en el podium literario del país –junto a Clarice Lispector y João Guimarães Rosa–. La una y la otra tienen incluso versión cinematográfica, realizadas en 1999 y 2001, muchos años después de su creación.

Leer a sus personajes es leer algo así como a los vencidos, a los vencidos por la vida, por las palabras de más, por los otros sin afán de nada en realidad, por una violencia que no cesa y que es, parece, un hilo que teje sociedad mucho más que cualquier otra cosa. Suena bruto, ya.

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