«La vida de nuestro padre se aceleró con 'Tiempo de silencio'»
Rocío y Luis Martín-Santos Laffon ·
Los hijos del escritor llevan años recopilando material y testimonios para honrarle con una gran exposiciónRocío Martín-Santos Laffon recuerda cada rincón del piso de la donostiarra calle Idiáquez donde vivía de niña con sus padres y hermanos antes de trasladarse a la residencia familiar de Villa Alcolea. «No era una casa grande pero sí muy luminosa», describe. «Los domingos sonaba la sirena y tocaban el txistu y el tamboril, lo escuchábamos desde el balcón». Luis Martín-Santos «no era un padre nada serio, aunque transmitía mucha tranquilidad. Escribía todos los días y a nosotros nos colocaba en la moqueta. Decía 'ahora a leer' y nos daba un libro a cada uno».
Como hermana mayor custodia la memoria de una infancia interrumpida. Tenía siete años -y sus hermanos cuatro y dos- cuando su madre falleció en un accidente doméstico. Diez meses después perdieron a su padre y se quedaron con sus abuelos y sus tíos. «Ese último año que vivió sin nuestra madre nos dedicó mucho tiempo, más que nunca. Salíamos todos los domingos de excursión. Fuimos a Arantzazu, me acuerdo perfectamente de ver las estatuas de Oteiza en el suelo», cuenta. Ahora han vuelto sobre sus pasos y han recopilado documentación y material inédito para rendirle homenaje en su centenario. «Queremos que se conozca la figura intelectual que era, en cierto modo opacada por la novela».
La exposición 'Tiempo de libertad' -el título que iba a completar su trilogía- está en el museo donostiarra de San Telmo tras pasar por la Biblioteca Nacional. Comisariada por Julià Guillamon, quieren llevarla a Barcelona, donde frecuentaba los ambientes literarios y políticos. Allí se publicó 'Tiempo de silencio' en 1962 tras un año en la censura. A partir de ese momento, «la vida de nuestro padre se aceleró». En «dos años de vértigo» la vio traducida al francés y al italiano, le entrevistaron periodistas internacionales, conoció a Mario Vargas-Llosa y ganó el premio Triunfo de Narraciones con 'Tauromaquia'. Fue detenido por cuarta vez, perdió a su esposa, se refugió con sus hijos en el alto de Arrate y poco antes de morir se comprometió con Pepa Rezola, también viuda.
«Queríamos sacar a la luz una época anterior a la Transición en la que pasaron muchas cosas»
Recorrer la muestra con sus hijos es asomarse a una vida intensa y a unos años de los que hay mucho que contar. «Queríamos sacar a la luz una época que no es la Guerra Civil ni la Transición y se ha quedado en tierra de nadie, pero en la que pasaron muchas cosas que explican lo que ha ocurrido después». El hilo conductor del recorrido son las respuestas del escritor al cuestionario de la hispanista Janet Winecoff, «para que se escuche su propia voz».
- ¿Qué fines busca al escribir?
- Modificar la realidad española (tambíén divertirme yo).
Tenía proyectadas «varias obras de tipo destructivo», pero a sus hijos les dejó una biblioteca con sólidos pilares clásicos: Stendhal, Dickens, todos los tomos de 'En busca del tiempo perdido' de Proust y, por supuesto, el 'Ulises' de Joyce. Para preparar la exposición han elegido el camino largo, un proyecto vital que empezó hace más de tres años. No se han conformado con el legado que atesoraban. Ahora que todo parece al alcance de una pantalla, se han empeñado en seguir el rastro de su padre a ras de suelo. «Hemos ido a los sitios que salen en las fotos, buscando las localizaciones e identificando a la gente. Hemos estado en Madrid, Salamanca, Lesaka, Vera de Bidasoa...» y en Araotz, donde se le ve en imágenes filmadas en 1961 con La Academia Errante.
«Hemos buscado en todas partes y nos ha ayudado mucha gente. Archiveros y bibliotecarias maravillosas y amigos de la familia, que nos han contado muchas cosas». Así han conseguido testimonios más vivos. La orla del colegio de Marianistas habla de su amistad con Chillida, que formó parte del consejo familiar cuando sus hijos quedaron huérfanos; junto a sus méritos académicos se muestra la Ruta del Piélago donde quemaba la noche madrileña con Juan Benet. Les costó encontrar la foto del entierro de Pío Baroja, a cuya tumba llevó tierra guipuzcoana. Su militancia antifranquista se refleja en los artículos que firmaba como 'Sepul', en su ficha policial y en un documento importante para ellos: el visado del 27 de febrero de 1963, la última vez que su madre fue a Hendaya porque a él no le permitían cruzar la frontera. «Ella le apoyó hasta el final, trayendo correspondencia y ayudando a pasar gente», destacan.
Esta investigación, recogida en el documental de Joan López Lloret que emite mañana La 2 en 'Imprescindibles', ha sido un reencuentro con su propia historia desde la perspectiva de la madurez. Rocío es psiquiatra como su padre y Luis trabaja en el sector editorial. «No hemos vivido nunca en la misma ciudad», pero en este viaje han compartido muchos kilómetros. «Cuando nos juntamos los hermanos, se recompone un mundo, te acuerdas de cosas...», dice Luis. Rocío evoca los años en los que su vida cambió parafraseando la novela de su padre. «Vivimos un tiempo de silencio en el que no se hablaba de muchas cosas, ni en casa ni en la calle ni en ningún sitio. Esa experiencia la podemos compartir con toda una generación, no nos sentimos especiales por eso. Al revés, hemos sido muy afortunados por tener unos padres maravillosos, aunque los hemos tenido poco tiempo».