Vida y obras del teatro más antiguo
440 años ·
Por el Español han pasado todos los grandes, muchas polémicas y tres incendiosEl Teatro Español celebra estos días sus 440 años de historia y su perseverancia, que le han convertido en el más antiguo de Europa (eso ... es tanto como decir del mundo), con una programación continuada. Nunca se ha desarrollado otra actividad en este solar de Madrid donde en 1583 las cofradías de la Pasión y Nuestra Señora de la Soledad inauguraron el Corral de Comedias del Príncipe. La primera obra se representó el 21 de septiembre en un edificio sin ventanas, gradas ni corredor.
Había prisa por aprovechar un incipiente negocio. En el siglo XVI, el aumento de población en las ciudades impulsó la profesionalización del oficio, que pasó del ámbito religioso y cortesano a un marco más popular. Actuaban en patios interiores de edificios vecinales y de hospitales. Las cofradías tenían permiso del rey para destinar parte del dinero de las entradas a obras de caridad. Pasaron de alquilar patios -como el célebre Corral de la Pacheca- a comprar terrenos para construir.
El Corral del Príncipe tenía dos alturas y un control de accesos bien organizado, con tres cobradores. La entrada más barata era la del patio de mosqueteros, que con sus algaradas influían en el éxito o fracaso de una obra. Las mujeres se concentraban en las cazuelas, donde un «apretador» exprimía cada hueco. A finales del siglo XVI el aforo rondaba el millar de personas. En 1744 se derribó para construir en el mismo lugar un teatro diseñado por Juan Bautista Sachetti y Ventura Rodríguez: el Coliseo del Príncipe.
Recibió el nombre de Teatro Español en 1849, durante el reinado de Isabel II. Entonces se convirtió en teatro nacional, aunque el Ayuntamiento no tardó en recuperar su propiedad. Las tensiones entre ambas administraciones son parte de una historia que por primera vez se ha investigado de forma exhaustiva. Después de cuatro años de trabajo, un libro editado por Cátedra reúne los textos de catorce autores coordinados por Eduardo Pérez-Rasilla, que es también el comisario de una exposición que puede visitarse hasta el 14 de julio.
Por estas tablas han pasado todos los grandes, empezando por los clásicos. Las obras del Siglo de Oro se reponían constantemente y a Calderón -inmortalizado en la plaza de Santa Ana- se le vio más en el siglo XVIII que en su época. Aquí estrenaron entre otros Lope de Vega, Moratín, Benavente, Unamuno, Valle-Inclán y García Lorca. La ciudad los vivía como acontecimientos y los periódicos les dedicaban la primera página. La 'Electra' de Pérez Galdós provocó en 1901 tanto entusiasmo «con su colosal atrevimiento» que tras la función más de 500 personas acompañaron al autor a su casa. La prensa católica, por el contrario, calificó la obra de «furibundo atentado contra la verdad, la gramática y el sentido común».
La 'Electra' de Galdós fue todo un acontecimiento con manifestaciones a favor y en contra
El enfado de Benavente
En el Español llegaron a actuar juntas Sarah Bernhard y María Guerrero, que gestionó el teatro junto a su marido Fernando Díaz de Mendoza en dos etapas durante el primer tercio del siglo XX. También Jacinto Benavente estuvo al frente del teatro, y acabó tan mal que llegó a prohibir que sus obras se representaran allí. A Margarita Xirgu, que da nombre a una sala, los actores le pedían que actuase para ellos a la una de la madrugada.
Durante la Guerra Civil, el Grupo García Lorca, compañía afiliada a la UGT, mantuvo la actividad con clásicos y con tres obras del poeta asesinado. En 1940 pasó a ser sede de la compañía teatral de Falange, pero Cayetano Luca de Tena mantuvo una programación digna apoyándose, de nuevo, en el repertorio del Siglo de Oro, que ha demostrado su vigencia. Nada impidió que en 1950 se alcanzaran dos hitos: 'Historia de una escalera', que consagró a Buero Vallejo, y la comedia 'Celos del aire', de José López Rubio.
El régimen franquista convirtió el Español en el buque insignia de su política teatral, «su principal y más caro escaparate» en palabras de la investigadora Berta Muñoz Cáliz. En la «trastienda» había miles de expedientes de censura que aún se conservan. El público había aprendido a leer entre líneas y los autores recurrían a «alegorías y obras históricas o en países imaginarios». Poco antes de la muerte de Franco -el 12 de octubre de 1975- un incendio destruyó el teatro y cuentan que el alcalde García Lomas dijo: «Una preocupación menos». Reabrió sus puertas en 1980, ya en otro país.
Aquel fue el segundo de los tres incendios que han asolado estas tablas. El de 1802 se cree que fue intencionado, porque se desató días antes de una inspección por graves irregularidades. Y el de 1991 resultó menos grave gracias al telón cortafuegos. Se salvó un templo simbólico para la profesión y para Madrid. «Un teatro cambia una ciudad y un país y a su vez la ciudad y el país modifican el teatro», afirma Natalia Menéndez. «Por él se hizo peatonal la Plaza de Santa Ana e incluso se quitaron edificios porque molestaban para ver la fachada». Ella ha organizado el aniversario como directora artística del Español, un cargo por el que han pasado Adolfo Marsillach, Miguel Narros, José Luis Gómez y Mario Gas, entre otros, y al que acaba de renunciar por «diferencias» con la estructura que quiere dar a estas salas del Ayuntamiento. Otro lance de su historia que llega en plena celebración.
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