Vascos por el mundo musical
Ambición. Algunos intérpretes con carrera a sus espaldas se lanzan a grabar obras muy alejadas del repertorio autóctono y español
De Guridi, Sorozabal, Donostia, Arriaga e Isasi a Feldman, Messiaen, Schoenberg, Ginastera, Bach y Gubaidulina. Muchos intérpretes vascos con un puñado de discos a sus ... espaldas en los que abordaban obras de compositores vascos y españoles de ayer y de hoy se han lanzado a grabar piezas de músicos muy alejados de ese ámbito. A veces, incluso casi desconocidos en nuestras salas de concierto. Porque ¿cuántas obras de Morton, Feldman o Hans Eisler se han programado por aquí en la última década? No es que sea algo completamente inédito en la discografía de los artistas vascos. Lo que ahora llama la atención es la coincidencia en el mercado de un amplio grupo de esas grabaciones firmadas por artistas de entre 35 y 50 años a los que hemos identificado en mayor medida con obras mucho más próximas.
Después de haber grabado a Granados, Albéniz, Falla, Ibarrondo, De Pablo, Lazkano, Lauzurika y otros, el vitoriano Alfonso Gómez lanzó al mercado en 2022 una colección de ambición desmedida: un triple álbum con las últimas obras para piano del estadounidense Morton Feldman, cuya música está muy influida por la de John Cage. En nuestro ámbito, la obra de Feldman es tan desconocida que el reciente álbum de Gómez, 'Catalogue d'oiseaux & Petites esquisses d'oiseaux', de Olivier Messiaen (de nuevo casi tres horas de grabación, ambos álbumes en el sello Kairos) resulta más convencional pese a adentrarse en un terreno ignoto hasta ahora para los intérpretes del País Vasco.
«Messiaen y Feldman ejercen una fascinación muy especial sobre mí desde hace mucho tiempo», dice Gómez a modo de explicación. Y aunque ambos son, lo reconoce, muy diferentes en cuanto a estética y biografía, comparten «una visión artística muy avanzada para su época y un interés muy especial por el color, el tiempo y el timbre». Reconoce el pianista vitoriano afincado en Alemania que el trabajo de las grabaciones anteriores, con piezas de Albéniz y Granados a Ibarrondo y Erkoreka, fue muy importante porque hay compositores «que requieren un grado importante de madurez y Messiaen es sin duda uno de ellos».
El caso del acordeonista Iñaki Alberdi, que acaba de publicar un álbum con la transcripción para acordeón y orquesta del Concierto para Arpa de Ginastera (el arreglo está compartido con Federico Jusid, sello La Cúpula Music), es diferente. Porque en su caso se trata no solo de una cuestión de curiosidad por lo que se ha producido y se produce en otros ámbitos, de Stravinski a Guibaidulina, Desprez, Bach, Soler y, por razones obvias, Piazzolla. Es que se acerca a sus piezas «con el máximo respeto a la creación original pero con la visión de un instrumento que en esas épocas ni siquiera existía. La cercanía a una sensibilidad musical se encuentra dentro de una partitura», explica.
También parte de una posición distinta el guitarrista Enrike Solinís, creador del grupo Euskal Barrokensemble. Su trayectoria discográfica pasa de la música española e italiana del barroco (una época en la que una amplia zona de la actual Italia pertenecía a la corona de Aragón) a la vasca, con un CD de gran éxito editado por el sello de Jordi Savall, para continuar con un álbum que recrea musicalmente el viaje de Elcano. Y de ahí a Buxtehude, Bach y Froberger (AliaVox). «No hay una estrategia pensada», confiesa Solinís. «Primero estuve quince años grabando música antigua con otros grupos y luego ya me lancé yo a hacerlo». Asegura que con su sello, Erlea, graba lo que le da la gana. Y lo próximo será un disco de laúd con programa exclusivamente francés. «Hay que hacer lo que te gusta y marcar tendencia con la interpretación», reitera.
Dentro de esta generación de artistas, quizá el caso más atípico sea el de la pianista donostiarra Judith Jáuregui. Salvo un álbum con piezas de Granados, Falla y Albéniz, y otros dos en los que figuran obras de Mompou y de nuevo Falla, toda su discografía está compuesta por partituras de compositores extranjeros, algunos poco interpretados por aquí, como Szymanovski, o relativamente infrecuentes como Scriabin. «Lo mismo cuando los he editado con mi sello que cuando lo he hecho con otros, he grabado lo que quería. No he tenido ninguna presión». La etiqueta de que los pianistas españoles (o los violinistas, o cualquier otro solista, incluso director de orquesta) deben abordar preferentemente repertorio español o al menos culturalmente próximo parece haber sido retirada de circulación hace algunos años. «A mí me ha sucedido que alguna vez algún promotor me ha sugerido que toque alguna pieza española, pero también lo contrario: les he propuesto Falla y me han dicho que mejor otra cosa».
Son cuatro casos significativos. Pero hay más. Asier Polo dio el salto hace cerca de quince años y a comienzos de esta década lanzó una magnífica grabación de las Suites para violonchelo solo de Bach, (sello IBS), la cumbre absoluta de su instrumento. Josu de Solaun, valenciano de origen vasco, es un verdadero especialista en la música de Enescu (Grand Piano) y grabó hace bien poco los conciertos Nos. 3 de Rachmaninov y 2 de Prokofiev (IBS). Esta última obra no la había grabado antes ningún español. Hace apenas unas semanas, el violinista Aitzol Iturriagagoitia y el chelista David Apellániz, formando parte de Fin du Temps, han lanzado al mercado 'Kammersymphonie', un álbum con piezas de Schoenberg, Eisler e Hindemith (también en IBS).
Las orquestas abren el foco
Ese contexto de internacionalización de los repertorios no solo se observa en los solistas. Un repaso a la discografía de la Euskadiko Orkestra revela que después de haber estado grabando música vasca durante muchos años (hasta completar una valiosa colección), ha ido abriendo el foco para alcanzar incluso a compositores japoneses como Hosokawa (Naxos) y estadounidenses muy poco conocidos por aquí, como Loeffler, Ruggles o Walker (sello Ondine). En el caso de la Sinfónica de Bilbao, la discografía con repertorio alejado es menos abundante, pero destaca una grabación de los 'Gurre Lieder' de Schoenberg (sello Thorofon) que al menos llama la atención.
Es probable que en algunos casos vivir en el extranjero haya facilitado las cosas. La larga estancia de Juanjo Mena al frente de la Filarmónica de la BBC produjo una discografía que combinaba la conocida especialidad del director alavés en compositores como Ravel con las preferencias de una institución musical británica. Gómez asegura que estando casado con una surcoreana, viviendo en Alemania y teniendo alumnos europeos, americanos y asiáticos, hacer música francesa o estadounidense no es nada excepcional para él.
De fondo, la crisis del sector discográfico, que ha sido víctima de las plataformas. Ahora, el lanzamiento de un disco requiere de un potente patrocinio o de la colaboración económica de los artistas. A cambio, como dice Iñaki Alberdi, ·cargar con los costes hace que sean «más libres a la hora de grabar». Es decir, un mercado precario da más oportunidades. Esa puede ser también, además de la internacionalización y la desaparición o casi de las escuelas musicales nacionales, otra causa de que, sin abandonar sus raíces, los músicos vascos se hayan lanzado, también en lo discográfico, al ancho mundo y sus sonidos.
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