
«Más valiosas que cualquier tesoro»
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De Rodin a Dalí, Giacometti y muchos otros, cada artista siente, usa, valora y representa las manos de un modo diferenteLuisa Idoate
Viernes, 10 de enero 2025, 20:12
Abiertas, cerradas, extendidas, flexionadas. Desparramadas por las baldas, desbordando los cajones. Las manos inundan el taller de Auguste Rodin (1840-1917). Le fascinan. Las hace por docenas. Las enseña con orgullo a los amigos: «¡Qué bonitas son!». Las duplica y recicla. Las coloca ante la ... boca de 'Camille aux cheveux corts' (1884) y obtiene una nueva escultura: 'L'Adieu' (1898). Las usa en 'La catedral' (1908), perfilando entre dos palmas derechas y enfrentadas un espacio con aire de templo gótico. 'La mano de Dios' (1902) que sujeta el globo terráqueo con Adán y Eva es la del escultor; su álter ego es 'La mano del diablo' (1903), que sostiene a una mujer; 'Las manos de los amantes' (1904) son delicadas; y las de 'El secreto' (1909), confidentes. «Las manos que crean son más valiosas que cualquier tesoro material», asegura el artista. Las suyas inspiran al poeta más famoso del momento.
Rainer Maria Rilke (1875-1926) escribe en 1902 una monografía sobre Rodin para la editorial Julius Bard. La transcribe su esposa Clara Westhoff, discípula del escultor. Quiere plasmar el íntimo sentido de sus figuras, que contempla como poeta, no como crítico. «Al entrar en su taller se siente que cientos de vidas no son más que una vida, las vibraciones de una sola fuerza y una sola voluntad», escribe. Las asemeja a los bastiones medievales, porque viven amuralladas por el círculo de la soledad. «Hay manos en la obra de Rodin, manos independientes y pequeñas que viven sin pertenecer a cuerpo alguno. Manos que se yerguen irritadas y malignas, manos que parecen ladrar con sus cinco dedos erizados como las cinco fauces del cancerbero infernal. Hay manos que caminan, que duermen, y manos que despiertan; manos criminales, cargadas de pesadísima herencia, y manos fatigadas que no quieren ya nada, que se han echado en un rincón cualquiera como bestias enfermas que saben que nadie puede ayudarlas…».
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La artritis reumatoide deforma y atrofia las manos de Pierre August Renoir (1841-1919). La enfermedad, agravada a partir de los cincuenta, le causa anquilosamiento del hombro derecho y rotura de tendones en dedos y muñecas, impidiéndole sujetar objetos. No se rinde. Adapta caballetes con poleas a los lienzos para poder manejarlos. «Es con mi pincel con lo que yo hago el amor», advierte. Lo amarra a sus dedos y lo cambia con ayuda de familiares, colaboradores y modelos. Aunque su movilidad merma, crea cientos de cuadros y lía cigarrillos. «El dolor pasa pero la belleza permanece», sopesa. Tampoco se engaña. «Tienes que ser un tonto si pretendes detener la marcha del tiempo». Eso no le impide superar los límites. «Uno debe de vez en cuando intentar cosas que están más allá de su capacidad».
Al escultor Alberto Giacometti le interesa atrapar el vacío. Lo intenta con 'La mano' (1947) suspendida en el aire y las de 'El objeto invisible' (1934) que sujetan la nada. Y el dedo de 'El hombre que señala' (1947) y nadie sabe dónde apunta, porque es la pregunta del existencialismo. La hace de un tirón, a contrarreloj, porque está a punto de inaugurar su primera muestra en la galería Pierre Matisse de Nueva York y anda mal de tiempo. «Hice esa pieza en una sola noche, entre la medianoche y las nueve de la mañana del día siguiente», confiesa a su biógrafo James Lord. «Cuando la tuve hecha la destruí y la rehice rápidamente porque los hombres de la fundición venían a llevársela. Cuando llegaron a mi taller, el yeso todavía estaba húmedo».
'Cinco continentes' es la obra que Salvador Dalí regala a la ONU en 1966. La llaman 'Manos agarradas' porque lo están las tres que brotan de la tierra y sostienen dos brazos unidos por los codos y coronados por otras dos. Sobre ellas caen las semillas del futuro y nacen las ramas del olivo de la paz. Simbolizan las esperanzas y las metas de la humanidad. Otras manos dalinianas recrean a los clásicos. Las de 'Cristo de San Juan de la Cruz' (1951) se inspiran en las de 'Crucifixión' de Matthias Grünewald (1516). 'Las manos de Anteo' (1963) ilustran la 'Divina Comedia' de Dante. 'La mano. Obra estereoscópica' (1976) es la suya con el pincel. Las de 'La creación de Adán' (1977) versionan las de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina. Las de 'Retrato de una mujer apasionada' (1945) forman una cúpula semejante a 'La Catedral' de Rodin. Y, dando un golpe de tuerca, Dalí se fotografía con las manos embadurnadas de rojo, convirtiéndose en obra de arte.
¿Qué significa la 'Mano del desierto' (1992) que brota en la arena de Atacama? Lo que uno quiera. Está hecha para que cada espectador le dé su significado, explicaba su autor, Mario Irarrázabal (1940-2009). Para algunos dice hola, otros la consideran un adiós y hay quien la relaciona con las víctimas de la dictadura de Pinochet (1973-1990). La interpretación es igualmente abierta en otras piezas del artista como 'La mano de Punta del Este' (1982), que emerge en la playa Brava de Uruguay, y 'Dedos' (1994), colocada en el centro de Madrid. Hay piezas semejantes por todo el mundo, aunque no todas dan margen a la interpretación. Las 'Manos rezando' (1980) de Leonard McMurray dan la bienvenida a la Universidad Oral Roberts de Tulsa (Oklahoma), fundada por ese telepredicador evangelista y millonario, y simbolizan el ideario religioso del centro. Y las del 'Monumento al Holocausto' (1990), de Kenneth Treister en Miami, representan a los seis millones de judíos asesinados por los nazis en Europa.
Unos brazos acrílicos emergen de la laguna de Venecia y sujetan el hotel Ca' Sagredo en la Bienal de 2017. Son la obra 'Support' de Lorenzo Quinn (1966), que alerta de las consecuencias de la contaminación y el cambio climático. Son un recurso recurrente del escultor. Los utiliza de nuevo en 'Building bridges' en la Bienal de 2019. Esta vez son seis pares de brazos, con las manos enlazadas, que forman un puente de 15 metros de alto y 20 de ancho sobre un canal a la entrada del arsenal de Venecia. «Cada par de manos celebra uno de los seis valores humanos: la amistad, para construir juntos el futuro; la sabiduría, para tomar decisiones de beneficio mutuo; la ayuda, para cimentar relaciones duraderas; la fe, para confiar en tu corazón y en tu autoestima; la esperanza, para perseverar en esfuerzos valiosos; y el amor, el propósito fundamental de todo esto».
Por eso los dedos interactúan de maneras diferentes: rozan, agarran, sujetan, apoyan, aprietan, retienen… «Son las mismas herramientas que pueden tanto destruir el mundo como tener la capacidad de salvarlo». Y elementos que caracterizan sus obras. En 'Rise Through Education' (2005), de Doha, dos manos adultas colocan el mundo en las de un niño; otra lo sostiene en 'Tú eres el mundo' (2020), en Leusden (Países Bajos); dos de ellas lo refuerzan en 'Empoderamiento' (2018), en el castillo de Windsor (Reino Unido); y 'La mano de Dios' (2011), con réplicas en ciudades como Shanghái, San Petersburgo y Escaldes, lleva sentado en la palma a un hombre desnudo y afligido.
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