Mucha tela por cortar

La obra se antoja la pieza fabril destinada a elaborar la producción seriada. Pero, en realidad, se trata del despliegue de todos aquellos patrones que ha creado durante su fecunda trayectoria profesional. Allí está el contenido de todas las carpetas, el producto de una investigación que comenzó a finales de los años noventa, cuando una serie de pinturas dio paso a un proceso de conocimiento que culminó en la estampación sobre tela. «Eran siluetas de mapas que elaboré con los colores de camuflaje militar y dibujé un patrón que se repetía», recuerda.

Aquel fue su primer paso. La autora quiso llevar a cabo una producción más amplia de una obra que exigió mucho esfuerzo y recurrió a la serigrafía en gran formato. «Pero demanda obediencia a un procedimiento muy laborioso que requiere el uso de mangueras o disolventes peligrosos», lamenta. Entonces se encontraba incipiente una nueva tecnología que era la estampación digital sobre tela. «Indagué para utilizarla y evitar todas las operaciones anteriores. Fue un aprendizaje intuitivo y el resultado es que me convertí en una de las primeras artistas que se dedicó a estos procesos digitales».

La pintora ha compartido espacio, tiempo e inquietudes con la artista textil. «Siempre me han interesado los efectos ópticos, el muaré o el cinético, el movimiento de imágenes, todo lo que supone una distorsión o engaño visual», explica y reconoce que las preocupaciones formales han permanecido a lo largo de este periodo, pero que, además, ha asumido el fruto de los encuentros casuales y la experimentación.

La exploración cibernética lleva a Arbide hasta insólitos puertos y descubrimientos insólitos. «Tengo una colección de glitches o errores informáticos, me surto de accidentes informáticos e, incluso, las propias interfaces de los propios programas son imágenes». La derrota también puede conducirla desde los medios digitales a los analógicos. La muestra incluye piezas originadas a partir de un 'pattern' que han sido tratadas con técnicas pictóricas o el grabado. «Se trata de un camino de ida y vuelta», alega y señala que, en algunas ocasiones, la fotografía ha dado lugar a patrones de repetición y, posteriormente, la impresión ha sido tratada con el gouache, por ejemplo.

Pero la mera aventura formal no resume las inquietudes de la artista. Las impresiones exhibidas sobre la pared no parecen remitir a patrones carentes de significado. Los patrones sugieren la referencia a códigos tal vez genéticos, quizás informáticos o rutas metabólicas, en suma, lenguajes encriptados que escapan a la comprensión de los no iniciados. A pesar de la descontextualización, no andamos descaminados. «Son representaciones gráficas de fórmulas matemáticas», indica y admite su interés por las expresiones científicas. «También me atraen las fotografías de objetos o de fragmentos que no son fácilmente reconocibles o las mallas que se emplean en 3D antes de dotarlas de textura e iluminación».

La instalación ha permitido ver a tamaño real aquello que permanecía comprimido en una carpeta, y establecer una relación con el objeto, superar la mera virtualidad del medio digital. «Trabajo con suposiciones», confiesa. «Lo veo todo escalado y me apetecía volver a la manualidad, al material, al lápiz y el pincel. ¿El futuro? He decidido seguir ambas vías, no renunciar a ninguna y tampoco ser fiel, porque me he dado cuenta de que no se trata de un proceso cerrado y que sigue vivo, que un lado remite a otro y, al final, me conduce a desarrollos nuevos».