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Robert Frost, en una imagen de 1959. A. P.
Lecturas

Robert Frost, el poeta del pueblo

Falsa sencillez ·

Hace 150 años nació un autor que exaltó lo cotidiano, lo minúsculo, y se convirtió en patriarca de generaciones posteriores

Sábado, 23 de marzo 2024, 00:09

La literatura estadounidense, tras años de discusiones, imitaciones e influencia europea, arraiga en su propia tierra en los años veinte del pasado siglo convirtiéndose en ... literatura lírica. El enraizamiento es más evidente en la poesía, claramente ligada a la naturaleza a la par que muy descriptiva de la vida rural y urbana y de la sociedad industrializada. Una poesía realista en la mayoría de los casos, narrativa y anecdótica, coloquial e inteligible, además de concreta y directa, tal y como señaló Ezra Pound. Su mayor originalidad es su vinculación con la naturaleza, su convivencia con lo salvaje y su historia de frontera. Esta particularidad es algo notorio desde Walt Whitman a Paul Blackburn, pasando por Emily Dickinson, T.S. Eliot, Ezra Pound, Marianne Moore, E. E. Cummings, la Generación Beat de Allen Ginsberg y la gran y desconocida figura de Robert Frost, en el 150 aniversario de su nacimiento.

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El llamado poeta del pueblo encarnó, junto con Carl Sandburg y Vachel Lindsay, una poesía regionalista y realista opuesta a la lírica hermética de los imaginistas (Ezra Pound, Amy Lowell, etc.) que exalta la vida cotidiana, lo minúsculo, que retrata la soledad del hombre y su relación con la naturaleza y, finalmente, lo efímero de la vida y de las cosas mediante la descripción de los más pequeños detalles. Sus personajes expresan los más profundos impulsos (amor por la naturaleza, individualismo, independencia, humor, ironía y sencillez) recubiertos de una gran amalgama de soledad y tragedia que poetiza con un lenguaje transparente y de gran sencillez estructural.

El vocabulario, la dicción y la cadencia del lenguaje hablado, desdeñando el verso libre, definen una poesía sencilla, aunque de gran complejidad en su construcción. Llegó a ser considerado, erróneamente, un poeta anticuado, plano e incluso reaccionario. Nada más lejos de la realidad. En Harvard se empapó de las enseñanzas de Santayana Royce y William James mientras estudiaba a los clásicos e idiomas como como el latín, el griego o el alemán. Todo ello aderezado con la literatura latina medieval, Shakespeare y la Biblia.

'El camino no elegido' es para los estadounidenses como el 'Caminante no hay camino' de Machado

Cuatro premios Pulitzer

Al margen de escuelas y polémicas, su obra fue reconocida en todo su valor tardíamente. A primera vista, su poesía, que parte de la experiencia de Thomas Hardy y de georgianos como Edward Thomas, aparenta ser un bucólico cuaderno de estampas campesinas, en estrofas tradicionales, con alguna moraleja por remate. Sin embargo, superadas las inquietudes 'vanguardistas', aparece una gran sabiduría de tono coloquial y una capacidad de incorporar las realidades minúsculas a la lírica que le definen como patriarca del estilo dominante en la poesía de la segunda posguerra. Entre 'Una voluntad de muchacho' (1913) y 'En el claro' (1962), evoluciona desde un predominio de la contemplación paisajística a la reflexión moral, casi satírica a menudo ('En lo mío').

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La falsa sencillez de su obra y algunas innovaciones de Frost serían valoradas justamente por generaciones poéticas posteriores; tanto las estampas de pura narración descriptiva sin moraleja ('La muerte del jornalero', 'Nieve'…) como la reflexión que se desprende a veces de la visión de la naturaleza ('Los planificadores'), la introspección cósmica ('Accidentalmente adrede', 'Entierro familiar'...) y el humor introspectivo ('Un poco de novela científica').

La solidez de su obra se vincula a los numerosos premios, distinciones honoríficas y cuatro Pulitzer de Literatura que obtuvo a lo largo de su vida ('Valle de montaña', 1916; 'Colección de poemas', 1931; 'Una gama más' (1937) y 'Un árbol testigo', 1943). Pero para ser considerado uno de los mayores poetas estadounidenses de la historia, a la altura de Walt Whitman o Emily Dickinson, esto no es suficiente. Frost fue mucho más de lo que parece y su influencia posterior así lo manifiesta. Su popular poema 'El camino no elegido', que para los estadounidenses es lo mismo que para los españoles el 'Caminante no hay camino' de Antonio Machado, simboliza y aglutina ese fugaz encuentro en el que nace la poesía, la metáfora de la condición humana.

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