Más que una promesa para el socialismo
Oposición al régimen ·
Su personalidad y su valía le proyectaron como futuro líder del partidoLa vida de Luis Martín-Santos fue corta pero intensa, de manera que su biografía refleja los diferentes perfiles en que destacó y explotó al ... extremo sus posibilidades. El ámbito de la política no desautoriza este comentario inicial: en menos de un lustro participó activamente en la tarea clandestina del PSOE, incorporándose enseguida a su Ejecutiva nacional, interviniendo en la redacción de dos importantes documentos estratégicos, siendo detenido en cuatro ocasiones y llegando a alimentar la expectativa entre algunos de que podría ser el futuro dirigente que necesitaba el socialismo español. Muestra patente de esa proyección es que el psiquiatra donostiarra, junto a su mujer Rocío Laffon, fue uno de los dos vascos entrevistados por la comunista italiana Rossana Rossanda en su gira por España en marzo de 1962, preparando una convención por la libertad y el antifascismo que se celebraría en Roma.
El otro vasco fue el vitoriano Antonio Amat, quien reclutó a Luis para el socialismo en octubre de 1957. Se conocieron en casa del también médico Vicente Urcola, relacionado con la Agrupación Socialista Universitaria, una entidad surgida de los incidentes estudiantiles del año anterior y con la que mantenían relación ambos galenos. Amat no pudo incorporar a la ASU al PSOE, pero sí a esos dos elementos que, junto con otros como Celestino y Carlos Corcuera, Joaquín Pradera, Alberto Machimbarrena Romacho y Valentín Suso, formaban «grupo individual» en San Sebastián.
A poco de ser fichado por Amat fue invitado a asistir en Toulouse, en compañía de Urcola, a una reunión con el mismísimo Rodolfo Llopis, máximo dirigente socialista. En agosto de 1958 acudió también con Amat (y Celestino Corcuera) al VII Congreso del PSOE en el exilio, para el que prepararon una ponencia que, entre otras cosas, pedía más protagonismo para el socialismo del interior del país. Resultaron derrotados, pero lograron incorporar a dos representantes en la directiva nacional: Martín-Santos, recién llegado al partido, y Ramón Rubial, recién salido de la cárcel.
A la cárcel fue el doctor en cuatro ocasiones. La primera por propaganda estudiantil, estando en Pamplona en marzo de 1956 con algunos amigos como Juan Benet, Luis Peña Ganchegui o Machimbarrena. La segunda fue la seria, la de noviembre de 1958, cuando la policía desmanteló la red socialista reconstruida pacientemente por Amat en toda España. Hasta marzo de 1959 estuvo en prisión antes del juicio posterior. En mayo cayó en una redada contra la ASU, que le conllevó el asistir a su ejercicio de cátedra de Psiquiatría escoltado por dos policías. La última fue colateral, en la detención de líderes del 'Felipe' (Frente de Liberación Popular), como José Ramón Recalde, en agosto de 1962.
Para entonces ya había menguado su relación más orgánica con el PSOE, dejando incluso la Ejecutiva en el verano de 1960, pero mantuvo su contacto personal y político con Amat. Para el congreso socialista de 1961 redactaron una nueva ponencia renovadora que, de nuevo, resultó derrotada. Antes, a finales de 1960, había hecho otro tanto con el «programa electoral» de la plancha antioficialista que se presentó en Donosti para renovar cuatro plazas de concejal por el tercio familiar, en el marco de la democracia orgánica franquista.
Martín-Santos sabía bien dónde militaba. Abierto a la colaboración con ellos, se sentía alejado tanto del nacionalismo vasco, por su carácter religioso y burgués, como del comunismo, por su diferente sentido de la libertad personal y colectiva. Pero criticaba el inmovilismo del exilio socialista y su esperar al «hecho biológico» de la muerte de Franco. Hizo un buen tándem con Amat, no tan intelectual como él, pero más activista.
Su apuesta personal, derivada de «la idea sartriana del compromiso del intelectual con su entorno social», ha escrito uno de sus dos grandes biógrafos (Pedro Gorrotxategi; el otro es José Lázaro), le supuso un serio hándicap para sus posibilidades particulares, profesionales y creativas, como les ocurrió a tantos en aquella España silenciada por la dictadura. Su detención en el 58 le hizo ver el desequilibrio de fuerzas que todavía presentaba la oposición frente al régimen. Su clarividencia en la conversación con la Rossanda y su realismo son más que destacables.
Con todo, su personalidad y su valía personal, sus muchos atractivos, le proyectaron como posible líder de futuro del socialismo español; así le llegó a presentar Amat. Una querencia posiblemente prematura, excesiva e inadecuada para la «larga marcha» que todavía en 1964, cuando murió, enfrentaba aquella oposición de dentro y de fuera del país. El socialismo siguió en manos de un paciente burócrata como Llopis, quizás su inversa personal, pero capaz de despedirlo con una necrológica que titulaba así: «Más que una promesa».
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