
«Tuvo presente a Bermeo hasta sus últimos días»
Museo al aire libre ·
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Museo al aire libre ·
Sus amigos recuerdan sus vivencias junto al artista, que regaló una parte importante de su obra a su puebloNéstor Basterretxea dejó plasmado su último suspiro creativo, al menos al aire libre, ante la majestuosidad del paisaje de San Juan de Gaztelugatxe. Fue el 28 de diciembre de 2012, año y medio antes de su muerte. «Nos acordamos perfectamente de ese momento», señala Pedro ... Laspiur, el pintor bermeano que aquel día compartió risas y confidencias con el escultor en torno a una de tantas comidas con su cuadrilla bermeana.
«Estábamos en casa de Juan Ramón (Anasagasti), desde donde se divisa una panorámica estupenda de la costa», relata. «Abrió su caja de óleos, apoyó el lienzo en su regazo y se puso a pintar con el delantal puesto por encima del abrigo. Hasta que el cocinero le llamó la atención para que dejara todo porque se nos enfriaba la comida», rememora entre risas. «Le obsesionaban los recovecos, las formas de la peña, la ermita…», asegura el pintor local, miembro de la asociación artística Benito Barrueta.
Aquel día también estaba presente Juan Karlos Goienetxea, otro de los íntimos de Basterretxea. «Para mí era un hombre muy especial, generoso, y un artista enorme también como persona», describe el que fuera alcalde de la villa marinera y compañero de batallas del escultor bermeano, que no dejaba pasar la oportunidad de vestir la camisa de mahón y el pañuelo a cuadros para festejar cualquier acontecimiento de su villa natal. «Siempre que venía nos pedía que cantáramos una canción popular que relata las luchas que durante una época hubo entre las dos cofradías», explica. «Le gustaba tanto que dejó escrito que se la cantáramos también en la ceremonia de su despedida, y así lo hicimos a pesar de lo solemne del acto», se emociona.
En la localidad costera nadie niega que Basterretxea «amaba a su pueblo» y eso que pasó sus años de juventud exiliado, en Francia y en Argentina. A su vuelta al País Vasco se estableció en Hondarribia, pero «tuvo presente a Bermeo hasta sus últimos días», aseguran sus allegados. «Lo que le pesó mucho fue la desconexión que le provocó el exilio durante tantos años con su pueblo y con el euskera».
Al revisar su anecdotario en Bermeo, recuerdan cuando en las inundaciones de 1983, en las que la localidad quedó completamente aislada por carretera por la riada, él consiguió plantarse en el puerto por vía marítima. «Se lanzó al 'Ilargi', uno de los barcos de pesca que en aquellos momentos se encontraba refugiado en Hondarribia», cuenta José Ramón Galdona. Este conocido pintor local es uno de los mejores amigos que Basterretxea tuvo en su querido Bermeo tras volver del exilio. «Se quedó unos días en nuestra casa y se puso a acarrear agua en los baldes como el resto», relata el artista, miembro también de la peña de pintores Benito Barrueta.
Bermeo es, sin duda, la localidad vasca que más obras concentra del artista, nombrado hijo predilecto de la villa marinera; 30 en total. «Atesoramos un museo al aire libre de sus esculturas que ya quisieran muchos. Es importantísimo», destaca la comunidad de artistas del municipio costero. Dieciocho piezas completan la serie 'Euskal kosmogonia/Cosmogonía vasca', instalada en el parque de la Lamera. «Decidió regalárselo a su pueblo. No cobró ni un solo euro», agradecen. Basterretxea también donó la propiedad intelectual de las tres caras en relieve que componen 'Hilargi amandrearen mamuak', localizadas en el parque Erreten; así como los derechos de autor de las cinco estelas funerarias que se exhiben el claustro gótico del convento de los Franciscanos. «En su momento, se calculó que suponían un valor patrimonial de 1,5 millones de euros», recuerda Goienetxea.
Bermeo presume de su 'Olatua', ubicada sobre el muelle del puerto deportivo; del monolito en homenaje a los caídos en la batalla de Matxitxako y del monumento dedicado al pintor Benito Barrueta en la Atalaya, además de 'Lurdeia', en el agroturismo del mismo nombre.
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