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Píldoras, inyecciones y pomadas

Píldoras, inyecciones y pomadas

Existen dieciséis formas diferentes de administrar medicamentos, según la ruta que sigan para llegar hasta la parte del cuerpo fijada como destino

MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ

Sábado, 29 de diciembre 2018, 14:51

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Una idea muy difundida es que los medicamentos inyectados son más eficaces que los que se administran mediante píldoras o comprimidos, ya que van más directamente al organismo. Es, por supuesto, un mito.

Las distintas formas de administración de un medicamento son en general un misterio para todos nosotros. Tanto así que muchos productos utilizan ciertas ideas erróneas (como la capacidad de un jarabe para la tos de actuar en las vías respiratorias… cuando jamás pasa por ellas pues va de la boca al estómago como cualquier sustancia ingerida) como parte de su márketing.

En realidad, hay dieciséis formas distintas de administrar medicamentos por distintas rutas a nuestro cuerpo. La que se utilice dependerá de varios factores: la parte del cuerpo que está siendo tratada, la forma en que el medicamento trabaja dentro del cuerpo y la fórmula del medicamento. La decisión la toman en parte los investigadores que desarrollan y estudian los medicamentos y su forma de acción, y en parte los médicos cuando un mismo remedio puede administrarse de distintas maneras. Lo importante es que la sustancia llegue al lugar del cuerpo donde debe actuar, y hacerlo en las mejores condiciones físicas y químicas para optimizar sus efectos terapéuticos.

Administración correcta

  • Los médicos utilizan la regla de los cinco puntos para determinar qué medicamento pueden recetar y por qué vía: el paciente correcto, el medicamento corecto, el momento correcto, la dosis correcta y la ruta correcta.

La administración más común es la ingestión por la boca, ya sea en forma de comprimido, cápsula o algún tipo de líquido, como un jarabe o incluso una infusión o té (oral). Pero también puede mantenerse en la mejilla mientras se disuelve (administración que se llama bucal) o bajo la lengua (sublingual), porque la mucosa bajo la lengua tiene abundantes vasos sanguíneos para absorber el medicamento, como ocurre con la nitroglicerina que se administra para el tratamiento de la angina de pecho y que se absorbe más rápido así que si se ingiriera. La cocaína también se absorbe a través de las mucosas de la nariz y no en los pulmones.

Esta forma de administración puede presentar problemas, por ejemplo, sin en el proceso digestivo hay enzimas que atacan y descomponen al principio activo del medicamento, de modo que tenga que introducirse al cuerpo por otro medio. Un buen ejemplo es la insulina, que utilizan los pacientes diabéticos. Dado que la insulina es una proteína, si se consumiera por vía oral sería digerida por las mismas enzimas que separan a la carne en sus aminoácidos componentes, y por tanto no sería efectiva. No hay, pues, comprimidos de insulina, y debe aplicarse mediante inyección.

Pero también puede ocurrir lo contrario, que es el caso cuando el medicamento debe estar en forma sólida, pues en forma líquida se separa fácilmente en sus componentes y pierde sus propiedades terapéuticas, o bien es simplemente insoluble, como ocurre con la aspirina.

En el caso de pacientes muy ancianos o muy jóvenes, también puede resultar difícil tragar las píldoras o cápsulas, de modo que existe la alternativa de utilizar una sonda para llevar el medicamento directamente al estómago o al intestino delgado (enteral).

Los médicos llaman 'parenteral' a toda administración mediante inyecciones directas al interior del cuerpo, traspasando la barrera de la piel y las mucosas por medio de una jeringuilla con una aguja o bien un catéter que permanece más tiempo en el cuerpo. Las inyecciones pueden ser subcutáneas (justo debajo de la piel) o aplicarse más profundamente en las masas musculares, las inyecciones intramusculares que suelen aplicarse en los glúteos o brazos. También se pueden realizar inyecciones en el interior de órganos o zonas concretas con objeto de situar el medicamento en el lugar preciso donde se desea que actúe, sea entre las membranas que cubren el sistema nervioso, como se hace con la anestesia epidural, en articulaciones, en el ojo o en el propio corazón. Muy común es la administración intravenosa que aplica la sustancia directamente en el torrente sanguíneo, lo que puede hacerse de una vez o mediante perfusión, utilizando una línea intravenosa y un sistema de goteo para aplicar el medicamento de modo continuado durante largos períodos de tiempo.

Otras formas

Existen detallados estudios que ayudan a los practicantes médicos a determinar, en cada caso, con cada medicamento y tipo de paciente, cuál es el tipo de inyección más conveniente para obtener los resultados deseados. No se trata, pues, de una decisión caprichosa, por gusto o por creencias, sino que está basada en datos precisos de las distintas sustancias que utilizamos en nuestras terapias.

Los medicamentos también pueden inhalarse o fumarse, y pueden ser de acción en todo el sistema del cuerpo o estar dirigidos concretamente al aparato respiratorio. Ejemplo de los primeros son los anestésicos, mientras que para ilustrar los segundos tenemos los broncodilatadores que alivian los ataques de asma. Para atacar afecciones muy concretas en ojos y oídos usamos geles, ungüentos y, sobre todo, gotas que se aplican de manera ótica u oftálmica y que no suelen tener efectos en todo el cuerpo. Un ejemplo importante de gotas oftálmicas son las que se utilizan para controlar la presión intraocular en los casos de glaucoma.

Una de las formas de administración de medicamentos más rechazada es la rectal, generalmente mediante supositorios o lavativas. Tampoco la elección de esta ruta es caprichosa. Los medicamentos que se aplican así aprovechan que las paredes del recto y su mucosa tienen una gran cantidad de vasos sanguíneos que pueden absorber de manera rápida y eficaz las sustancias y que evitan en gran medida el paso de las mismas por el hígado, lo que aumenta su biodisponibilidad.

En el otro extremo, las formas más sencillas son las que se administran a través de la piel, ya sea de modo tópico, es decir, en forma de cremas, ungüentos, geles, etc., o bien de modo transdérmico, utilizando parches que liberan sustancias de manera lenta, continua y controlada a través de la piel.

Y, hablando del jarabe con el que comenzábamos, su efecto, según explica la Asociación Química Estadounidense, es prácticamente nulo. Aunque contienen sustancias que bloquean el reflejo de la tos y expectorantes para facilitar la expulsión de los mocos, así como antihistaminas que reducen la inflamación de la garganta, los estudios demuestran que no tienen efectos superiores al placebo y ciertamente no llegan a las vías aéreas donde se produce la tos y la irritación que la acompaña.

Digan lo que digan las animaciones que muestran al jarabe llegando casi hasta los pulmones y que un poco sí que engañan en la ruta de administración.

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