Pendás y la libertad barroca
En su ensayo 'Barroco: el gran libro del mundo', dedica un lugar central a Cervantes, Shakespeare, Velázquez y Bach
En 1705, a la edad de veinte años, Johann Sebastian Bach, organista en la ciudad alemana de Arnstadt, emprendió una caminata de 400 kilómetros que ... cambiaría su vida y que es todo un símbolo de la libertad en lo que toca a la vocación artística como una elección personal y vital. Partió de esa vieja localidad de Turingia y llegó a la de Lübeck con el propósito de escuchar y conocer al gran maestro del órgano Dietrich Buxtehude. Para ello había solicitado un permiso laboral de cuatro semanas que se alargaron a cuatro meses y que le costó caro. Cuando volvió estaba despedido. Pero, como sucede siempre, esa patada en el culo le sirvió para encontrar un nuevo puesto de organista en Mühlhausen con un sueldo más alto y un mejor coro para sus cantatas.
La anécdota refleja bien el carácter y los intereses del joven Bach, que eran solo los de la música. En 'Barroco: el gran libro del mundo', segundo volumen de su ambiciosa 'Biografía de la libertad' (Ed. Tecnos), el historiador y jurista Benigno Pendás traza un logrado retrato del genio: no supo ganarse a los poderosos ni recorrer Europa como lo hizo Händel, pero fue probablemente más feliz que este. Se quedó en su casa, arropado por una numerosa familia que vivía para la música y entregado a sus instrumentos del mismo modo que al ideal luterano, que encarnó como ningún otro artista. Como lo dejan traslucir los retratos más conocidos de ambos compositores, que nacieron en el mismo año, lo que en Händel es vehemencia en Bach es alegría de la paz interior.
En el libro de Pendás, Bach comparece en la noble galería dedicada a los 'Genios y la Libertad' junto a Shakespeare, a Cervantes y a Velázquez. Como todos ellos, fue redescubierto por el Romanticismo, pero, a diferencia de los otros, es el más venerado en la totalidad de su obra y el que ha concitado una admiración tan unánime como dividida en sus motivaciones: el Bach germánico de Dilthey, el racionalista que vio en él Adorno, el historicista de Gardiner… El libro relaciona las artes con las doctrinas filosóficas, el poder político, la presión religiosa y el desarrollo científico. Pendás es un erudito y maneja un amplio abanico de ideas, ángulos y perspectivas para situar las grandes obras del Barroco en el contexto de los prejuicios, obstáculos o enemigos que pudieron amenazarlas y que tuvieron que sortear.
Shakespeare tuvo que bregar con el rechazo de los puritanos que odiaban el teatro. Velázquez tuvo que «desaparecer» con expresión de Ramón Gaya. Tuvo que ocultar el corazón para hacer brillar su talento. Cervantes tuvo que vérselas con la Justicia y su Sigismunda tiene que sufrir hoy la ignorancia de funcionarios y autoridades políticas que no han reparado en que la placa que luce en el convento de las Trinitarias la llama erróneamente «Segismunda». Bach, con palabras de Pendás, «ignora los recelos pietistas contra las artes». Tanto como «elude los caprichos principescos y las mezquindades municipales. Solo le importa la música».
Buscaron y supieron hallar la libertad en un tiempo de una gran reverencia al poder. Ésta es la idea vertebral del libro.
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