
Paul errante y su casa desolada
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Autobiográfico ·
Michel Rabagliati cuenta el peor año de un Paul ya cincuentón que se enfrenta a situaciones dramáticasJuan Manuel Díaz de Guereñu
Viernes, 18 de abril 2025
Michel Rabagliati (Montreal, 1961) escribe y dibuja historietas discretamente autobiográficas desde que en 1999 publicó 'Paul en el campo'. Forman una serie que suma hasta ... el momento diez volúmenes y protagoniza Paul, contrafigura del autor, quien encabeza invariablemente el título. 'Paul en casa', ahora editado en español (Astiberri), es de momento el último.
También es, confiesa Rabagliati, el título más autobiográfico de la serie. Los cómics de Paul no siguen un orden cronológico ni constituyen una continuidad en el tiempo, no se complementan para abarcar el relato de una vida. Cada uno se fija en un momento o una situación del protagonista y desarrolla la narración en torno a ese núcleo temático. Esto ofrece al lector atisbos dispersos de la vida del personaje. La mayor parte de lo narrado por Rabagliati hasta este volumen atendía a su juventud.
El autor había resuelto invocar sus recuerdos de los años jóvenes para atribuírselos a Paul. Los conflictos y dificultades que animan la ficción no exceden de los que pudo conocer cualquiera en esa época -desde los setenta del siglo XX- y a esa edad, por lo que la lectura de las historietas de Paul deja por lo general un regusto amable, casi nostálgico.
Este se adecua bien a un dibujo entre realista y moderadamente cómico, forjado en la tradición de la historieta clásica franco-belga. El pasado próximo de los libros de Paul parece reclamar un dibujo de esa índole, benévolo y original a fuerza de resultar una pizca trasnochado. Nada que ver con los excesos de la contracultura, aunque sean contemporáneos. Lo relatado y las formas empleadas para componerlo se confabulan a fin de evocar aquellos tiempos más inocentes de un pasado en parte imaginado.
Las páginas de Michel Rabagliati parecen concebidas para proporcionar una lectura fácil y exenta de oscuridades o malentendidos. Son por lo general variaciones sosegadas de la rejilla de tres filas de dos o tres viñetas cada una, que ordenan el espacio de la lectura sin sobresaltos; estos no forman parte del arsenal expresivo del dibujante. El autor emplea planos variados, pero siempre tienen una presencia y una aportación significativa los planos generales, normalmente horizontales, con fondos detallados, de modo que las figuras se mueven en escenarios bien descritos. Rabagliati utiliza los grises para clarificar aún sus imágenes, distinguir planos y volúmenes.
'Paul en casa' propone un relato muy diferente de los precedentes, aunque tratado con los mismos recursos formales o discretas variaciones de estos. La precisión de los detalles, la expresión clara de las emociones en los rostros caricaturescos, la comicidad tranquila que modula el relato incluso en sus momentos dramáticos siguen siendo los mismos del Rabagliati de siempre. Pero esta vez narra un año cercano y cargado de sucesos y situaciones dramáticas.
Paul ha cumplido los cincuenta y en el año 2012 en que se sitúa la acción se siente solo y deprimido. Se ha divorciado de su mujer, después de treinta años; su hija Rose ya no vive con él y anuncia su propósito de irse a vivir a Inglaterra; y su madre Aline padece un cáncer que exige tratamientos insufribles e inútiles. Paul no está tanto tiempo en casa como deja suponer el título, porque la soledad en ella le deprime.
Uno de sus recursos habituales para eludirla es sacar a pasear a su perro, Biscuit, o recorrer a solas las calles vacías de noche. Porque Paul, deprimido, tiene problemas para dormir. En su mesilla, un tocho ineficaz de libros de autoayuda que ha sustituido ya por la consulta de una psicóloga. Se somete además a pruebas diagnósticas de la apnea del sueño. Se afana por salir del agujero, en definitiva, pero sin mayor éxito.
Buena parte de los contenidos de 'Paul en casa' arrojan luz sobre los motivos de su depresión, pero también conducen a relatos secundarios o incisos explicativos. Algunos de ellos desbordan ternura, como la minuciosa descripción del piso de su madre (plano incluido) y el relato de su vida, que ejecuta con viñetas encabezadas por cajas de texto, procedimiento tan convencional como efectivo.
Sin embargo, Rabagliati también recurre al humor. El trato de Paul con el vecino pelmazo, Tonio, o las novelas románticas que lee su madre aportan guiños amables. Pero son la proverbial torpeza del protagonista o sus manías la fuente habitual de comicidad. Los planos fijos y los gestos de perplejidad cuando Paul intenta apuntarse a una página de contactos suscitan sonrisas. Lo mismo vale con sus esfuerzos para poner en uso la piscina plegable. Más cómodo se muestra describiendo con minucia su modo de trabajar, las pequeñas manías que ha cosechado con los años. O dando rienda suelta a su costumbre, cuando se desplaza a pie o en coche, de identificar la tipografía empleada en publicidad, señalética o rótulos comerciales, y valorarla. Ese automatismo contribuye al retrato de su soledad. Paul afronta las tristezas cotidianas y los grandes pesares que el tiempo trae con la dignidad torpe del antihéroe que reclama la simpatía del lector.
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