Paloma Sánchez-Garnica o el mal total
Calamidades ·
La novela ganadora del Planeta abunda en el declive de ese premio con una trama que une los mayores horrores del siglo XXLa deriva del Premio Planeta en los últimos años ha sido de un progresivo declive. Se entiende que un certamen de esas características experimente un ... cierto tira y afloja entre el valor literario y el criterio comercial. En ediciones como las del 2006 y 2007, que reconocieron a Álvaro Pombo y a Juan José Millás respectivamente, triunfó de forma obvia el primer aspecto. En las de 2018 y 2021, protagonizadas por Santiago Posteguillo y la pandi que se parapetaba tras el pseudónimo de Carmen Mola, la balanza se inclinó por el segundo aspecto, pero sin perder aún las formas. Lo que vino después fue una caída en picado. La edición del pasado año, de la que salió ganadora Sonsoles Ónega, convirtió ese premio dotado con un millón de euros en algo parecido al gordo de la lotería. Ya casi se podría prescindir de la novela para acceder a esa codiciada suma y ahorrarle, así, el mal trago al lector. En esa tónica, se sitúa 'Victoria', la novela planetaria del presente 2024, cuya autora es Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) y cuyo contenido abarca cronológicamente tres décadas -la de los 40, 50 y 60- y escénicamente dos ciudades -Berlín y Nueva York- así como argumentalmente lo mayores horrores del siglo XX.
El libro se abre con una escena de los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, cuando ya es inminente la derrota de Hitler. En ella el general Gehlen, jefe del servicio secreto del frente del Este de la Whermacht, ha reunido a varios de sus oficiales para darles instrucciones sobre cómo salvar el pellejo tras el desastre. Entre ellos se encuentra el coronel Stefan Von Ribbech, a quien le entrega un sobre especial cargado de microfilmes que suponen un salvoconducto por su contenido, tan comprometedor para los soviéticos como valioso para los norteamericanos. De esa escena pasamos a las páginas que presentan a la protagonista, Victoria Kiesler, cuyos progenitores habían fallecido de modo trágico. Su madre, que era una excelsa cantante de ópera, pereció cuando se dirigía a la ciudad de los rascacielos para cantar en el Metropolitan, a bordo del primer trasatlántico británico hundido por los nazis a las pocas horas de que Inglaterra declarase la guerra a Alemania. Su padre, que era un competente ingeniero, fue detenido por la Gestapo, acusado de derrotismo por hacer un comentario antibélico, y, tras ser movilizado con otros convictos, cayó abatido en las playas de Normandía. Ambas desgracias constituyen solo el aperitivo de un texto plagado de calamidades del más variado signo.
Con ese pasado a sus espaldas, la heroína que da título a la obra, sobrevive en el Berlín de la posguerra junto a Hedy, la hija de la que quedó embarazada en plena contienda, y junto a su hermana Rebecca, que le ayuda a cuidar a la niña. Victoria es la lista de las dos hermanas, una cabeza privilegiada capaz de estar desarrollando un impenetrable sistema de cifrado, en el que ve la esperanzadora posibilidad de abandonar el país, a la par que cantando en un local nocturno, el Kassandra Club, con el fin de llevar algo de dinero a casa. En ese incomparable marco existencial, acude al domicilio, situado en la zona rusa de la ciudad, del profesor Seegers, un anciano judío apartado en su día a la fuerza de su cátedra de Física y del que ella fue una sobresaliente alumna. Lo que se encuentra en esa casa es una escena de sangre en la que el moribundo docente le hace entrega de un sobre repleto de microfilmes que, casualmente, son los que le habían llegado a él a través del coronel Ribbech.
Estamos, así, ante el planteamiento inicial de una trama laberíntica que llevará a esa valiente mujer del terror nazi y el comunista a los Estados Unidos; al descubrimiento de otro racismo y otro modelo de represión distintos que los que ha dejado atrás, como son la violencia organizada del Ku Klux Klan y la caza de brujas del senador McCarthy. Ante esa red de traiciones y chantajes variopintos, el texto se rige por unas maniqueas e infantiles coordenadas moralistas de buenos y malos a las que no es ajena la hermana envidiosa y malvada, como tampoco los dos hombres que juegan en el corazón de la científica y madre un papel próximo a las tonalidades rosáceas del culebrón: el padre nazi de la niña y el americano capitán Norton.
'Victoria' es una novela que nos sumerge en un mal tan total como trillado hasta la saciedad por la literatura y el cine sin otra aportación que la inverosimilitud. Las protagonistas se chupan los marrones más calamitosos del siglo XX aunque se echa de menos la presencia de esas dos hermanas en Hiroshima y en la guerra de Vietnam.
-
'Una vida de pueblo' Louise Glück
Lejos de la pastoral
Jon Kortazar
En una reseña de la Premio Nobel Louise Glück que publiqué en estas páginas defendía que en su poesía podrían observarse tres características: la influencia de la literatura clásica griega y romana, la importancia de la biografía y el recuerdo de la infancia y la atención prestada a la naturaleza. Desde entonces Visor ha seguido con el proyecto de publicar toda su obra y llega ahora 'Una vida de pueblo', que sustenta su trama en la tercera de esas marcas.
El pueblo está bajo una montaña impasible, y la autora observa la vida de los personajes en viñetas narrativas que cuentan la historia de los tipos (y mujeres) que viven en ese lugar con la tentación de irse y la necesidad de quedarse, con la ambición de un cambio de vida y la alegría del equilibrio de lo que poco cambia, entre la lejana ciudad y la rutina placentera.
Hay un poema que se llama 'Pastoral', pero el tono del libro apunta a una sensación distinta, cercana a la incertidumbre, a una impresión de encanto, pero al mismo tiempo de insatisfacción: «Las parejas son como la imagen de un tiempo remoto, un eco que llega/ muy débil desde las montañas. // […] El mundo de la esperanza las ha exiliado». Los personajes de estos poemas viven momentos simples y felices, aunque saben en su interior que su vida no es noble del todo. Pero están al tanto de que queda un resquicio, de que «las sombras significan que la noche se acerca, no que la luz no vaya a volver nunca».
-
'Rehenes' Phil Camino
La rota cotidianidad
Iñaki Ezkerra
La ficción novelesca es capaz de llegar a donde no llegan los ensayos históricos o las crónicas de la prensa. Fernando Aramburu supo mostrar la interioridad de las víctimas de ETA como lo había hecho en 'Los años de plomo' Raúl Guerra Garrido. Profundizando en esa tarea, literaria pero también ética, Phil Camino publica ahora 'Rehenes', una excelente novela que presenta como rasgo principal y más destacable hallazgo la hábil combinación de la cálida, cotidiana y relajada vida familiar con la repentina y brutal violencia de un secuestro. El contraste entre esas dos realidades -la doméstica del hogar o del rutinario medio laboral, que discurre de manera privada, frente a la del terrorismo que irrumpe con toda su inhumana y traumática publicidad- Phil Camino la logra plasmar a base de expresivos diálogos y de un lenguaje coloquial que se cuela en el propio estilo narrativo y en el discurso de la misma tercera persona omnisciente que cuenta los hechos.
Y los hechos son los que convierten a un ciudadano de pronto en rehén de una banda terrorista. Ese hombre se llama Jero y planea dar la sorpresa de un viaje turístico a Pili, su esposa, para lo cual ha estado consultando folletos de París, Viena, el Caribe... En ese normal contexto es sacado a la fuerza de su coche por unos desconocidos una fría mañana de lluvia. La novela desarrolla el destino dramático y angustioso de ese hombre con una cercanía que roza el hiperrealismo y no impide que, estructuralmente, la acción se reparta den varios planos diferentes que acaban confluyendo.
-
'La fe de Tolkien' Holly Ordway
La vida católica de J. R. R. Tolkien
Julio Arrieta
Sucede algo curioso con J. R. R. Tolkien. Es posiblemente uno de los autores más populares de literatura fantástica de la historia, sobre todo por su trilogía 'El Señor de los anillos'. Sin embargo, y por alguna razón misteriosa, hay cierta tendencia a dejar de lado o ignorar una faceta fundamental del escritor inglés: su religiosidad. Su imbatible fe católica. Es fácil dar con detalladísimos estudios sobre su obra, como por ejemplo el de Lin Carter ('El origen de El Señor de los Anillos'), por otra parte muy recomendable, que pasan de puntillas sobre este aspecto, dando como mucho alguna pincelada a la hora de discutir si la novela es o no una alegoría (no lo es, Tolkien detestaba las alegorías).
Pero él mismo escribió que «'El Señor de los Anillos' es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica». Ese «por supuesto» es importante, apunta la filóloga Holly Ordway. Todos los que trataron a Tolkien en persona coincidían al asegurar que la religión era el eje de su vida. Clyde Kilby, que lo ayudó en la composición de 'El Silmarillion', no podía recordar «ni una sola de las visitas que hice al hogar de Tolkien en la que la conversación no derivara fácilmente hacia la religión, o mejor dicho el cristianismo». En 'La fe de Tolkien' Ordway aborda el estudio de la espiritualidad del autor con un enfoque biográfico. El resultado es un libro monumental, exhaustivo y de lectura tan absorbente como las mismas aventuras de Frodo, Gandalf y compañía.
-
'La vida feliz' David Foenkinos
El destino que no sospechamos
J. Ernesto Ayala-Dip
Vaya por delante que para mí David Foenkinos es uno de los novelistas europeos más interesantes de la última década. Y cuando digo interesante me refiero a que todo lo que publica me interesa. Todo comenzó con 'La biblioteca de los libros rechazados', una de esas novelas de las que después de leídas exclamas que es la novela que uno hubiera deseado siempre escribir, suponiendo que tuviera el suficiente talento para intentarlo, claro. Luego vino 'La delicadeza'. Una de esas novelas tan llenas de una excitante levedad que hubiera hecho las delicias del mismísimo Italo Calvino. Hasta que un día llegó a mis manos una que me impresionó muchísimo, tanto por su factura narrativa (escrita en verso) como por el hecho de que ponía en mis oceánicas lagunas culturales el nombre de una pintora de la que nunca había oído hablar, Charlotte Salomon.
David Foenkinos es uno de los pocos autores europeos de los que siempre espero una nueva novela suya. Si se editaran sus listas del supermercado, tambien las leería. Así que ahora me pongo a escribir este comentario de su última novela, 'La vida feliz'.
Éric Kherson es un hombre de unos cuarenta años que arrastra un sentimiento de culpa incurable. Cuando era adolescente practicaba tenis y en uno de los partidos que disputaba sufrió un esguince y tuvo que abandonar el match que estaba a punto de ganar. Su padre fue a buscarlo y murió en el desplazamiento. Esa tragedia sumió a Eric en una infinita tristeza. Y su madre también, sin explicitarlo, sintió que su hijo era culpable.
Con el tiempo, Éric abandona el hogar y se integra en la plantilla de una gran empresa de productos deportivos. Comienza como dependiente y termina siendo un alto ejecutivo. Un día recibe un inesperado wasap de una antigua compañera de instituto, Amélie. Ella es ahora una alta funcionaria del Gobierno de Macron. y le escribe a Éric para que se integre en su grupo de colaboradores en el área de comercio exterior, porque sabe de su gran capacidad de gestión.
Dentro de este nuevo cometido, viajan a Corea del Sur para firmar un importante acuerdo comercial con una firma coreana. Deben asistir a la crucial reunión,pero Éric no comparece. Al día siguiente aparece pidiendo disculpas a su antigua compañera de estudios por su ausencia.
Las novelas de David Foenkinos no tienen nada que ver con los relatos de misterio o suspense, sin embargo nos acercamos a su final con la sospecha de que algo absolutamente imprevisible sucederá.
Creo que se me nota que soy un admirador irredento de David Foenkinos. Nunca sé de qué tratará una nueva novela suya. Pero sé que no me defraudará. Y si lo hace, es que no la leí bien.
-
'Perdidas en el bosque' Margaret Atwood
Último tramo
Pablo Martínez Zarracina
En la nueva colección de cuentos de Margaret Atwood encontramos realismo intimista, recreaciones literarias, ciencia ficción, crítica social, viajes a la Antiguedad, crónica contemporánea, gatos, política y algunas brujas. Es, por tanto, un conjunto coherente. El mundo narrativo de Atwood es variado, imprevisible, político, frecuentemente paródico y, al mismo tiempo, homogéneo. Pocos escritores son capaces como la autora canadiense de transformar en algo propio los registros más diferentes.
Es en la parte central de 'Perdidas en el bosque' donde se concentra la variedad de temas y estilos, con sus aciertos deslumbrantes y sus resbalones casi inevitables. Pese a su presupuesto estimulante, no funciona por ejemplo 'La entrevista post mortem', un relato en el que la propia Atwood contacta a través de una médium con George Orwell. Tampoco lo hace 'La metempsicosis o el viaje del alma', cuyo protagonista es un caracol que adopta la forma humana de una mujer que vive con su novio y trabaja como mando intermedio del servicio de atención al cliente de un banco. A cambio, encontramos relatos magníficos rebosantes de inteligencia e ingenio. Destaca entre ellos 'Mi maléfica madre', un cuento sobre la relación entre una hija y una madre que oscila entre la excentricidad y la magia. En otro gran relato, 'Mujeres en el aire', Atwood compone una chispeante pieza conversacional en la que un grupo de amigas veteranas se reúne para comer queso, intentar entender la crispación de la época y sacar adelante una beca para mujeres emergentes.
El libro se eleva a la excelencia en los siete relatos que componen sus partes primera y última. Todos están protagonizados por Tig y Nell, un matrimonio frecuentemente indistinguible del formado por la autora y el escritor Graeme Gibson al que los lectores de Margaret Atwood recordarán por otra colección de cuentos de 2006 titulada 'Desordenes Morales' (Bruguera). En esta ocasión, la pareja se adentra en la vejez y en sus sombras. En el primer relato los encontramos asistiendo entre risas a un cursillo de primeros auxilios («Mejor mantener la ilusión de seguridad. Mejor improvisar sobre la marcha»); en el último, Nell ya es viuda (Graeme Gibson murió en 2019) y encuentra en una casa familiar uno de «esos mensajes crípticos que nos escriben los muertos»: una nota escrita por su marido con instrucciones para utilizar una mosquitera. Entre ambos relatos, cosidos por un hilo hondo y cotidiano hasta formar el tapiz de una vida en común, encontramos un relato sobre viejas vacaciones en Francia, una investigación biográfica sobre el padre de Tig o un homenaje solemne al gato familiar. Son unas páginas antológicas. Componen una crónica sabia, contenida y emocionante del último tramo del camino.
-
'Cerebro y pantallas' María Couso
Quítale a tu hijo las pantallas
Elisabeth G. Iborra
Este ensayo divulgativo lo debería leer todo el mundo. Especialmente, los progenitores con hijos en edad de crecimiento. 'Cerebro y pantallas' es una obra que denuncia, a partir de datos de investigaciones científicas, el impacto de la tecnología digital en el desarrollo cognitivo de niños y adolescentes. María Couso, con su experiencia en pedagogía y neuroeducación, argumenta, con una mirada crítica y fundamentada, cómo las pantallas están transformando la atención, la comunicación y el aprendizaje de las futuras generaciones. Y de paso podemos entender cómo ya han modificado las nuestras desde que empezamos a manejar móviles. El libro nos ilustra sobre temas cruciales como la adicción a los dispositivos, los efectos en la salud mental, los cambios en las habilidades sociales y el impacto en la educación, y ningún niño se va a librar de las consecuencias.
Con un lenguaje de tú a tú, Couso alerta sobre los riesgos de la exposición temprana y excesiva a las pantallas, con ejemplos de situaciones cotidianas que vivimos, presenciamos o protagonizamos todos. Ahora bien, la autora no se limita a criticar, sino que aporta reflexiones constructivas y recomendaciones prácticas para padres y educadores, como hacía ya en su anterior libro. En realidad, solamente aboga por un uso más consciente y equilibrado de la tecnología, sin demonizarla y apreciando sus ventajas, pero advirtiendo sobre sus peligros potenciales para que pongamos límites con conciencia.
-
'Estallido' Claire Deya
Cuando las guerras no acaban
Javier Ortiz de Lazcano
«Quienes creen que la lucha termina cuando se deponen las armas se equivocan», se lee en 'Estallido'. Claire Deya pone el foco en los potentes rescoldos que nos deja una contienda del calibre de la II Guerra Mundial. Con los nazis a punto de ser derrotados comienza en la Costa Azul francesa la limpieza de las minas que dejó enterradas en la arena el Ejército invasor. Este angustioso y arriesgadísimo trabajo es llevado a cabo por miembros de la Resistencia, exiliados españoles, franceses voluntarios y prisioneros alemanes. Los que hasta hace unas pocas semanas eran enemigos trabajan ahora codo con codo en un proceso que acaba humanizando la figura de los hasta hace poco invasores.
Los protagonistas tienen distintos motivos para jugarse el tipo. Vincent busca a Ariane, la mujer que ama y de la que solo los alemanes pueden saber lo que ha sido de ella. El soldado germano Lukas planea escaparse y la judía Saskia quiere saber quién delató a su familia. El motor de todos ellos es el amor. Esta historia que debía ser contada nos coloca ante las circunstancias personales de sus protagonistas. Hay un suspense muy bien construido y con resoluciones inesperadas que te dejan pegado al sofá. Deya crea más un melodrama que una novela bélica, aunque trata las cuestiones técnicas con solvencia. Historiadora de formación y guionista de profesión, nos ofrece una novela tensa y emotiva que se degusta con placer.
-
'En una habitación ajena' Damon Galgut
Entre el deseo y la muerte
Elena Sierra
Un hombre anda. Anda por su propio país, Sudáfrica, y sobre todo por lugares muy lejos: por Grecia, por Lesoto, por Zimbabue, Malaui, Zambia, por distintos puntos de Europa, por India. Anda porque en su casa, en un entorno fijo, no está muy a gusto, no se siente cómodo, aunque tampoco se puede decir que por ahí lejos encuentre su sitio. Le gusta ir y venir, hacer la mochila y cambiar de habitación, pero lo suyo por el mundo parece más una búsqueda que nunca llega a su fin. Busca estar bien, el amor, la tranquilidad, tal vez una señal de que ya está, que ya ha llegado, que sabe quién es, que puede construir una rutina sobre buenos cimientos. Y eso no ocurre. Su rutina es el viaje, el cambio.
Damon Galgut, el autor de la premiada 'La promesa', cuenta aquí algunos de sus viajes por el mundo cuando era más joven; suele encontrarse con gente, pero esas relaciones nunca funcionan, siempre falta algo -todo lo que no se puede decir ni compartir, todo lo que se queda dentro, silencio e incapacidad, y que lastra cada nuevo comienzo-. Lo curioso es cómo lo cuenta: casi todo el tiempo en tercera persona, como si fuera el relato de lo que le ocurre a un personaje, y muy de vez en cuando en primera, como el narrador que recuerda lo que vivió. Es un contraste extraño que no interrumpe la lectura, sino que afianza el sentido de lo que dice. Nos habla de lo que de verdad hay en todo lo que está escribiendo, en esas sensaciones, en esa extrañeza, en los miedos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión