Las nueve críticas literarias de la semana
narrativa ·
Esta novela aborda la insólita desaparición de una escultura del Reina Sofía de 38 toneladasViernes, 4 de febrero 2022, 21:16

Juan Tallón y la impostura del arte
Iñaki Ezkerra
La impostura en el arte moderno no es un tema prolífico en el sentido narrativo, pero ha dado algunas valiosas novelas en lengua castellana. En 'La cabeza de plástico' (1999), el barcelonés Ignacio Vidal-Folch nos ofrecía una divertida sátira en torno a las supersticiones y las mitomanías que hay detrás del mundillo de las galerías y los museos. En 'El hombre inacabado' (2016), el cordobés Manuel Calderón trazaba lo que podría denominarse «el retrato de un artista delincuente». Y en 'La luz negra' (2018) la argentina María Gainza abordaba las farsas en el universo del coleccionismo o de los peritos autenticadores de cuadros. Es en esa temática en la que se inscribe la nueva entrega narrativa del escritor gallego Juan Tallón. Su título, no exento de ironía, es 'Obra maestra' y trata un caso tan inverosímil como verídico en la historia reciente de nuestro país: la desaparición detectada en 2006 de una gigantesca escultura de 38 toneladas, titulada 'Equal-Parallel/Guernica-Bengasi', que el Museo Reina Sofía había encargado al cotizado artista norteamericano Richard Serra para su inauguración en 1986.
Los pasos que condujeron a esa desintegración prodigiosa de unas monumentales planchas de acero dibujan un argumento rocambolesco. Finalizada la muestra inaugural, la obra deja de exponerse y es retirada a las dependencias del museo. En 1990 es confiada a una prestigiosa empresa de almacenaje (Macarrón) y trasladada a una nave ubicada en la localidad madrileña de Arganda del Rey. Cuando, dieciséis años después, el Reina Sofía la reclama, la escultura se ha esfumado como la propia empresa que la custodiaba y que quebró por culpa de los impagos de un sinfín de millonarios encargos oficiales. Para remediar o paliar el escándalo, le es encargada a Richard Serra una réplica de la obra desaparecida que queda expuesta de forma permanente. Hasta aquí, los hechos objetivos. A partir de aquí comienza, en teoría, la tarea del escritor de darles una convincente encarnadura novelesca.
La gran dificultad que presentaba semejante proyecto narrativo residía en que el argumento literario venía ya dado por la vida real, que parecía haberse vuelto creativa de pronto. ¿Qué puede hacer un escritor cuando la realidad compite con la ficción? La solución con la que Tallón resuelve este problema es la de dejar hablar a una serie de personajes con una fórmula que, más que a lo que suele llamarse 'novela coral', se aproxima al reportaje documental aunque puedan ser ficticios algunos de los personajes que en él intervienen y sus testimonios se alternen con los de personajes reales.
'Obra maestra' presenta, de esta manera, un carácter absolutamente fragmentario. Las declaraciones de cada uno de los 'participantes' en el texto van encabezadas por una leyenda en negrita que explicita su identidad. El libro se abre con la voz de la periodista Natividad Pulido, que adopta un sugerente registro novelesco en primera persona cuando recibe en el móvil el mensaje de la 'noticia bomba' mientras asiste a una representación teatral. Con ese empático registro de voz se queja de su dificultad para acomodarse en una butaca. Sin embargo, ese cálido microclima inicial pronto nos abandona para dejar paso a una compartimentada galería de declarantes. Por las 320 páginas de las que consta el texto van desfilando desde críticos de arte como Francisco Calvo Serraller, Randy Kennedy o José Luis Merino hasta escritores como César Aira, Iñaki Uriarte o el propio autor, pasando por Ana Martínez de Aguilar, la que fue directora del Reina Sofía entre los años 2004 y 2007; por modestos vigilantes del museo, altos funcionarios, marchantes, exministros, un taxista, una etarra, un agente de la Interpol, el mismo Jesús Macarrón, titular de la empresa extinta, o artistas conocidos como Eduardo Arroyo, Rafael Canogar, un Juan Genovés que nos deja una frase lapidaria -«Si esa obra no aparece, este país se va a la mierda»- o el propio Richard Serra, que asoma de manera recurrente por el texto contando anécdotas de su vida y observaciones sobre el nacimiento de su vocación y su concepto del arte que no esclarecen nada.
'Obra maestra' es un puzle que no resuelve el enigma que plantea y que no compone una figura sino algo parecido a un borrón participante de ese minimalismo conceptual del que es fruto la pieza escultórica en torno a la que gira todo el libro. Es un paseo giratorio alrededor del vacío dejado por la obra desaparecida; una suerte de carrusel humano que tiene mucho de hoguera o de traca pirotécnica de las vanidades.

Lo que queda del dolor
J. Ernesto Ayala-Dip
Elizabeth Geoghegan (nacida en Nueva York, en la tradición anglosajona no se dice en qué año nació, pero yo le doy, a juzgar por su foto en internet, entre 40 y 50 años). Para mí, otra autora desconocida. Y celebro que ahora la conozca. Tal celebración tiene absolutamente que ver con la lectura de su libro de relatos titulado 'Bola ocho'.
'Bola ocho' está compuesto de siete relatos, algunos de ellos bastantes largos. Si es verdad, como reza una teoría ni escrita ni demostrada, que el relato que presta título al libro suele ser el que marca el tono a todas sus piezas, entonces en este la teoría se cumple a rajatabla. Una de las características que marca este libro son sus espacios. Y eso es precisamente lo que le da al conjunto de cuentos cierto aire de desapego terrenal, como si la búsqueda de un lugar en el mundo de sus protagonistas tendiera hacia el interior, independientemente de donde se encuentren. El cuento 'Bola ocho', el que da título al volumen, a mi humilde entender, es el que también le presta su tono, doliente, irremediable, implacable contra la cursilería sentimental. Aquí, y en todos los cuentos, los personajes se buscan unos a otros, buscan sus almas gemelas, ya sea en probables amantes, en un hermano que se quiere hasta lo imposible, etc.
En este relato los espacios se superponen. Hay tres escenarios: el pasado remoto, el más inmediato y el presente, desde el cual la narradora nos habla. O se habla a sí misma, en una especie de disimulado monólogo interior. El relato nos habla de dos hermanos: la narradora (cuando hablo de narradora me refiero a la voz que nace del relato, no de la autora del libro) y su hermano Patrick. El primer escenario es el paisaje familiar, cuando la narradora y su hermano son críos. Tienen una casa muy cerca del mar, al cual van seguido, todos. El otro escenario es el de los hermanos en un proceso casi irreversible de autodestrucción, las drogas han entrado en sus vidas irremediablemente. No hay enfermedad del alma que no tenga su origen en los años de la infancia. Sabemos que un día el padre debe vender su casa por razones de faena, ir otro sitio, sin mar, algo que quedará grabado en la memoria de los niños. El padre es borracho y maltrata a su mujer y a sus hijos. La entrega a la droga, que comenzó como una experiencia nueva, se ha convertido en la única solución a sus vidas en proceso de destrucción inapelable. El tercer escenario es el presente, donde la narradora ya no cuenta con su hermano-ídolo. Ha muerto en un accidente.
El tono del libro es este. Ocurra en EE UU, Roma o París o la India. La narradora ha dejado que su vida transcurra hasta el final con el recuerdo de su hermano, de su alma gemela. Maravilla de libro.

Magia negra
Pablo Martínez Zarracina
Al comienzo del escalofriante delirio puritano que conocemos como los juicios de Salem aparece una esclava llamada Tituba. Trabajaba en la casa del reverendo Samuel Parris y su figura queda algo eclipsada por el protagonismo de Sarah Good y Sarah Osborne, las dos mujeres que junto a ella fueron las primeras acusadas de brujería por los jueces. Ambas terminaron en la horca. Tituba en cambio confesó para evitar la tortura y reconoció haberse encontrado con el diablo en el bosque. En los documentos de los juicios se la describe como una «esclava india», pero con el tiempo su identidad fue transformándose en algo más oscuro y africano, añadiendo a su historia el prestigio maligno del vudú. En 'El crisol', su obra referencial sobre los juicios de Salem, Arthur Miller caracteriza a Tituba como originaria de Barbados y la presenta bailando desnuda en un ritual pagano. Desde entonces, la identidad de la esclava ha sido interpretada en términos raciales, resaltando las implicaciones de su negritud en la blanquísima sociedad de Nueva Inglaterra.
En 1986 Maryse Condé hizo su aportación a ese debate con esta novela que ahora recupera Impedimenta dentro de su biblioteca dedicada a la autora antillana. Lo hizo como suele, transformando su escritura en una especie de huracán. Esta vez es Tituba quien cuenta en primera persona su historia y señala a los blancos como devotos de la superstición y la violencia. Lo hace reconstruyendo su experiencia, que desde el mismo comienzo de la novela es dramática: «Abena, mi madre, fue violada por un marinero inglés en la cubierta del 'Christ the King' un día de 16**, mientras el navío zarpaba rumbo a Barbados. Yo fui fruto de aquella agresión. De aquel despreciable acto de odio».
Esa mezcla de energía y agravio marca el libro. La vida de Tituba es una sucesión de injusticias y una acumulación de dolor. Sin embargo, Maryse Condé supera las fronteras del folletín o la denuncia profundizando en la intimidad de la protagonista a través de la construcción, magnífica, de su voz. Además de una víctima, Tituba es una mujer orgullosa que tiene un contacto especial con la naturaleza y con su propio origen. La apuesta de Condé es a este respecto doblemente asertiva: la esclava sufrió la acusación delirante de ser una bruja y al mismo tiempo fue una bruja, aunque esto no tenga que ver con la adoración de un diablo que ella desconocía, sino con su propia naturaleza. Se lo dice la hija del reverendo Parris: «Eres negra, Tituba. Solo puedes hacer el mal». Esta novela es una poderosa reivindicación de la identidad. También un ajuste de cuentas poscolonial: la transformación en una gran protagonista de alguien a quien la historia condenó al papel de «mera figurante».

Radiografía del presente
Íñigo Linaje
Como una réplica de Antoine Roquetin, el protagonista de la náusea sartreana, podríamos ver al narrador de 'La avenida', la última novela del escritor italiano Francesco Pecoraro. Un narrador en primera persona -cuyo nombre ignoramos- que nos ofrece una mirada lúcida (pero no exenta de pesimismo) de la sociedad postindustrial. Un observador nato de la realidad circundante (vive en esa simbólica 'Ciudad de Dios' que es Roma, a la que dibuja rendida a las exigencias de un urbanismo feroz y a la especulación inmobiliaria), que se retrata a sí mismo de esta manera: «Vivo en la inactividad. Me dedico a la observación y a la historia de esos lugares que, a cada día que pasa, me van pareciendo menos insignificantes».
Inmerso en el microcosmos de su barrio, el narrador consigna el deterioro de su entorno: desde la arquitectura de la ciudad hasta las relaciones humanas pasando por la caída de las utopías del pasado, que entroniza en la figura de Lenin. A ese desencanto se suman sus fracasos vitales (su matrimonio roto, las traiciones políticas) y el convencimiento de vivir en un mundo donde prima la explotación de los más débiles, la deshumanización y el egoísmo. A medida que la narración avanza, descubrimos parte de la biografía del protagonista: su conciencia libertaria, su condición de jubilado, su paso por la cárcel por un delito de corrupción… Novela ambiciosa, de notable extensión y ánimo totalizador, 'La avenida' resulta ser una detallada radiografía sociológica de nuestro presente.

¿Se puede separar la obra del autor?
J. K.
Si un autor es censurado por la sociedad caben dos respuestas: o pensamos que pueden separarse autor y obra, y podemos deliberar que una obra es autónoma con respecto a la biografía de su autor, o bien decidimos que no pueden separarse. Este debate está en estos momentos en una situación de continua controversia. Gisèle Sapiro, una conocida investigadora en el ámbito de la intersección entre literatura y cultura, es decir sociedad, examina esa cuestión importante en este libro, acumulando matices a una pegunta que suele responderse de manera radical. En este ensayo se abordan distintas relaciones entre obra y autor, y por ello, se llegan a diferentes respuestas a esa pregunta singular.

Todas nuestras maldiciones se cumplieron
I. E.
'Todas nuestras maldiciones se cumplieron' es la primera y lograda novela de la poeta y ensayista Tamara Tenebaum, nacida en Buenos Aires en 1989. En ella narra el paso a la adolescencia y la madurez de una niña que vive en el ambiente de una comunidad judía argentina y que a los once años pierde a su padre en el atentado terrorista a la AMIA de 1994, en el que un coche bomba segó las vidas de 85 personas. Narrada en una primera persona no exenta de una dura y descarnada ironía, ese personaje femenino nos introduce en una historia de evolución y rebelión personal frente a las asfixia de un judaísmo ortodoxo y a una tradicional mentalidad masculina que tratan de restringir sus deseos de libertad en el sexo y en todos los aspectos de la vida.

Dora y Walter Benjamin
I. E.
Autora de biografías como la de Clara Schumann o Eleanor Marx, la hija menor del autor de 'El Capital', Eva Weissweiler nos ofrece en 'Dora y Walter Benjamin¡ un excelente retrato de Dora Sophie Kellner, la escritora, traductora y periodista que se casó con el gran filósofo berlinés en 1917 y se divorció de este en 1930 tras un tormentoso matrimonio. A través del relato de los conflictos, los problemas y las infidelidades de la pareja, el libro rescata del olvido a una mujer llena de valentía, sensibilidad y talento, injustamente eclipsada por la figura de Benjamin a quien, por otra parte, no dudó en ayudar económicamente y buscándole un refugio en el exilio cuando el nazismo se convirtió en una amenaza para ambos por sus orígenes judíos.

Los 75 folios y otros manuscritos inéditos
I. E.
La ansiada publicación de 'Los setenta y cinco folios y otros manuscritos inéditos' de Marcel Proust es sin duda un acontecimiento editorial. Se trata de los esbozos o pilares, trazados entre 1907 y 1908, de lo que sería su monumental catedral narrativa de 'En busca del tiempo perdido', cuya primera entrega, 'Por el camino de Swann', vería la luz en 1913. Pese a su carácter inacabado y fragmentario, el lector puede disfrutar de estos prolegómenos de la obra magna porque en ellos ya aflora y se puede apreciar la belleza, la musicalidad, el sentido y el genio de los que saldrían los siete volúmenes que componen todo el mítico ciclo. El hallazho ha sido posible tras el fallecimiento, el 2 de enero de 2018, del editor francés Bernard de Fallois.

Afectos y canciones
I. E.
Con un prólogo del escritor leonés Julio Llamazares, publica la poeta extremeña Victoria Carande 'Afectos y canciones', un conjunto unitario de composiciones redactadas en verso libre y de extensión media, en las que el discurso autobiográfico, preeminentemente emocional y en ocasiones melancólico, elude la deriva hacia la tristeza intimista así como abre ventanas por las que penetra el aire más luminoso. Contribuyen a ese carácter vitalista del libro la fuerza expresiva y la espontaneidad coloquial que le llevan a afirmar en 'Septiembre', el último poema de la colección: «Este mes más que un tiempo es un lugar:/ en él habito como en casa…» La falta de elaboración estilística y semántica queda compensada por la frescura tonal y sintáctica.
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