Nora Ephron y el Nueva York soñado
De cine. La guionista convirtió las calles, cafés y librerías de la ciudad en un plató romántico que se mantiene a duras penas
Si enamorarse es vibrar con un abanico de posibilidades donde quepan nuestros sueños, Nueva York es la ciudad del amor. Pocos la ven así, con ... sus calles sucias y ruidosas, desquiciada por las sirenas y el chirrido del metro. Pero para Nora Ephron (1941-2012), la ciudad en la que siempre quiso vivir fue el amor de su vida. No la que sirvió de escenario a 'Canción Triste de Hill Street', sino aquella en la que los protagonistas de 'Algo para recordar' consuman la cita de San Valentín en el Empire State. Junto a 'Cuando Harry encontró a Sally' y 'Tienes un email', la trilogía es el Espíritu Santo de la comedia romántica en Nueva York. No el de 'La hoguera de las vanidades', ni el de 'Taxi Driver', sino uno en el que caminar por sus calles con un bagel o un cinnamon roll. Su ciudad de los rascacielos no está plagada de delincuentes, sino de cafés y panaderías que dejan las bolsas fuera «y siguen ahí tres horas después», contó a 'Vanity Fair'.
Bajo su mirada, la Gran Manzana deja de ser un coloso intimidante para convertirse en «una serie de pueblos pequeños» donde la vida es apacible. El suyo era el Upper West Side, que se ha convertido en sinónimo de su filmografía. Este barrio noble en el que viven artistas e intelectuales se extiende desde Central Park hasta el Río Hudson, con el Lincoln Center clavado en el corazón. Frente al elitismo rancio del Upper East Side o el rugido alternativo de Downtown, el UWS era para ella esa postal de otoño en la que Megg Ryan se pone el jersey de lana, saluda a los porteros de gorra e intercambia emails con libreros como Tom Hanks.
La geografía cinematográfica de Ephron se reparte por todo Manhattan, como el corazón es capaz de amar a muchas almas. Algunas, por azar. El orgasmo de Sally tenía que haber ocurrido en un restaurante de Midtown, pero la productora no logró un acuerdo para cerrarlo por un día, así que se optó por Katz, un delicatessen judío del Lower East Side que, desde entonces, es destino de culto. Por buenos que estén los sándwiches de pastrami, es difícil que alguien haya replicado el mítico orgasmo de Meg Ryan. «Tomaré lo mismo que ella», dice una señora cuando acaba. La frase fue, al parecer, idea de Billy Crystal.
Presión inmobiliaria
Los tour guiados que recorren estas localizaciones míticas suelen saltarse Katz y Washington Square para concentrarse en el UWS y sumergir al turista en el romance neoyorquino de la escritora. Pasear por sus calles, sentarse en un café o remar en Central Park todavía es posible, pero la búsqueda del sabor a hogar de sus películas se ha convertido más bien en una autopsia. La librería de Shakespeare & Co (2256 Broadway, esquina con W. 81st Street) cerró al no poder competir con Barnes & Noble, como si lo que le ocurre a la protagonista de 'Tienes un email' fuera una profecía.El Cafe Lalo (201 W.83rd) no logró reabrir tras la pandemia. Y al Oeste de Columbus Avenue, The Shop Around The Corner (106 W. 68th St) siempre fue un nombre prestado de la película de 1940 de Ernst Lubitsch. En realidad, los productores le pagaron a la dueña para que se marchara de la ciudad un par de días. Cuando volvió el local era de nuevo la tienda de quesos y artesanías que les había alquilado, Maya Schaper's Cheese and Antiques. La fachada sigue siendo reconocible, pero Maya no pagar el alquiler de 11.000 dólares al mes y acabó cerrando en 2009.
Eso también es el UWS. Ningún negocio aguanta la presión inmobiliaria. Mucho antes de la inflación pospandémica, Nueva York dejó de ser el refugio de artistas y bohemios que Ephron describía en los 80. No suele ser gentil con los recién llegados, y menos con los que vuelven esperando encontrar un viejo amor. «En Nueva York las cosas cambian constantemente. Cuando vives aquí eso es parte del romance tórrido con la ciudad que nunca duerme. Pero cuando, te mudas experimentas ese cambio como una traición», contó la autora.
Es como si te robaran una parte de tu pasado y supieras que ya no va a volver. Que ese viejo amor no estará siempre ahí para ti y que la fantasía de la nostalgia se desvanece, gastada por el paso del tiempo y la irrefrenable energía de una ciudad que se renueva constantemente. Ephron aceptó con el corazón partío mudarse a Washington al casarse con el periodista Carl Bernstein. «Cada vez que dejas tu apartamento en Nueva York y te mudas a otra ciudad, Nueva York se convierte en la peor versión de sí misma», descubrió. Para ella, no era solo un buen lugar que visitar, sino «una ciudad muy habitable». La magia ocurre cuando te fundes con ella y ya no te importan sus defectos, así en la vida como en el cine.
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