Lo que las mujeres sufrieron en la guerra
Vera Brittain novela desde otro punto de vista los mismos episodios que Hélène Gestern
La misma colaboración entre Periférica y Errata naturae conseguía que viera la luz hace unos meses, por primera vez en castellano, 'Testamento de juventud', de la inglesa Vera Brittain. En su país es un clásico, uno que se publicó en 1933 -tras casi veinte años de trabajo por parte de su autora, reconocida hasta entonces como poeta- y del que en su momento dijo Virginia Woolf que no podía dejar de leerlo, que tenía que mantenerse despierta toda la noche porque no podía parar. Las reflexiones de su coetánea (Brittain nació en 1893 y Woolf un par de años más tarde) lo merecen, desde luego. En sus páginas, mezcla de narración, poesía, fragmentos de diario y extractos de las cartas que se cruzó Brittain con su prometido, su hermano y sus amigos, todos ellos enviados al frente durante la Primera Guerra Mundial, se dan la mano el humor y el dolor, la belleza y el tormento, el amor y la muerte.
Y no son ficción: si Gestern narra en 'El olor del bosque' las vidas de unos personajes que pudieron muy bien haber existido, Brittain recrea lo que vivieron unas personas en el momento en que todo cambió para siempre. Se pregunta la autora si la alegría, la frescura, todo eso que experimentaron antes de la guerra volverá... y se responde que no, que no es posible.
Fue lo que con frecuencia se llama una adelantada a su tiempo, que pudo estudiar en Oxford
Brittain fue eso que se llama una adelantada a su época: feminista, pacifista, tuvo que convencer a sus padres, dos burgueses de provincias, de que la dejaran ir a la Universidad. Empezó a estudiar en Oxford, pero aparcó los estudios tras el primer curso para trabajar como enfermera. Si su prometido se entregaba en el frente (en busca de un heroísmo que por entonces era lo más deseable incluso para los jóvenes intelectuales, el signo de su hombría), ella tenía que hacerlo en la retaguardia. Después lo haría en la isla de Malta, tras un viaje peligrosísimo en barco por mares surcados de minas y submarinos.
Su testimonio refleja el sufimiento de las mujeres, que se ha contado pocas veces, o al que pocas veces se ha dado valor. Hay que imaginarlas, encorsetadas por las normas sociales, a la espera de noticias todo el tiempo; cuidando en los hospitales a los heridos, curando heridas terribles; recibiendo a sus hombres muertos, mutilados o trastornados; impelidas a realizar tareas hasta entonces no destinadas a ellas, enfrentando el qué dirán,o queriendo desempeñarlas y no teniendo permiso; sabiendo que el mundo se acaba, y no teniendo apenas voz para poder reclamar otra manera de solucionar las cosas. Todo eso lo contó Vera Brittain ya en 1933, muy poco antes de que la misma guerra, aunque fuera otra, asolara Europa de nuevo.