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Amanda Junquera (con gafas) y Carmen Conde, en un momento de descanso junto al mar. E. C.
Mujeres sin edén

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Carmen Conde y Amanda Junquera. Pocos conocieron la relación entre las dos escritoras, que se enamoraron mientras España se derrumbaba

Carlos Aganzo

Viernes, 7 de febrero 2025, 17:30

Se conocieron en un tiempo de grandes sueños, peligros y amargas decepciones. Carmen Conde tenía 29 años, y Amanda Junquera, 37. La primera, conocida ya como escritora, llevaba casada nueve años con el poeta, crítico literario e historiador del arte Antonio Oliver. La segunda llevaba ocho junto a su esposo, el catedrático de Historia de España Cayetano Alcázar Molina. Dos eminencias, los maridos, que coincidieron con sus mujeres en 1936 en la inauguración de la Universidad Popular de Cartagena. Para entonces, Carmen había escrito un par de obras de teatro de juventud, y publicado en 1929 Brocal, un extraordinario libro de poemas en prosa, además de Júbilos, «poemas de niños, rosas, animales y vientos», con prólogo de Gabriela Mistral. Y había sufrido el trauma de la pérdida de su primera y única hija, que nació muerta.

Desde el principio, las dos mujeres sintieron una identificación plena. Intercambiaron cartas y libros con dedicatorias entusiastas, y solo un mes después del encuentro Carmen empezó a escribir poemas que hablaban, en clave, de su deseo hacia Amanda, aludiendo en ellos a Katherine Mansfield, un código secreto que en la época identificaba a las amantes del mismo sexo. En 1937, mientras España se derrumbaba, ellas sellaron su amor en unas vacaciones de verano frente al Peñón de Ifach, en Valencia, tal como lo cuenta José Luis Ferris en su libro Carmen Conde: vida, pasión y verso de una escritora olvidada (2007).

Pocos conocieron en la época la relación entre las dos mujeres. Y menos aún supieron descifrar, leyendo los poemas de Conde, esa lucha interior de la escritora por proclamar, y al mismo tiempo ocultar, su amor por su amiga. El propio desorden de la guerra, con sus maridos comprometidos con la República y destinados al frente de Baza, propició que las mujeres, lejos de ellos, consolidaran su amor. Los esposos, por su parte, correrían suertes diferentes. Cayetano Alcázar, el marido de Amanda, sería trasladado a la Universidad de Valencia, y terminaría ejerciendo como director general de Universidades con Franco. Mientras que Antonio Oliver viviría clandestinamente en Murcia, comunicándose con su mujer, escondida en la casa de su amiga, a través del que entonces fuera director de La Verdad de Murcia, José Ballester.

En 1942, Cayetano Alcázar y Amanda Junquera se fueron a vivir de alquiler a Madrid, al número 5 de la calle Velintonia, al chalet que era propiedad de Vicente Aleixandre. Y con ellos se fue también Carmen Conde. Por aquella época Junquera empezó a publicar ensayos, crónicas, críticas literarias y relatos bajo el seudónimo de Isabel de Ambía. Y a traducir obras de autores como Adriano Augusto Michieli, Marcel Pagnol, William Thomas Walsh, Anna Maria Speckel o Alejandro Tassoni. En 1944, cuando Conde fue acusada de delitos políticos, por defender a la República, los esposos participaron activamente en su defensa, consiguiendo que el caso quedara sobreseído. Un año después Oliver pudo trasladarse también a Madrid, mudándose con su mujer y su madre a una pensión de la calle Goya. Las parejas se recompusieron, e incluso los dos matrimonios salieron juntos varios años de vacaciones, lo que permitió que las relaciones entre las dos mujeres se mantuvieran de manera oculta de cara al exterior, pero sin duda aceptadas por todos, de una manera o de otra, de puertas adentro.

Aunque a lo largo de buena parte de la obra literaria de Carmen Conde es posible seguir el rastro, siempre de manera encriptada, de su amor por Amanda Junquera, hay dos de sus libros, entre los más importantes de su producción, que solo años después de la muerte de ambas se han podido reinterpretar plenamente en clave homosexual. Con Ansia de gracia (1945), Carmen Conde consiguió por vez primera una edición en condiciones de su poesía, ya que hasta la fecha solo había logrado publicar libros de escasa tirada y peor distribución. El erotismo y la connivencia del amor con los elementos naturales son la clave de este libro, donde el yo lírico se expresa de manera deliberadamente ambigua, ocultando con los pronombres el género de los personajes. Un ocultamiento que parece complementarse con la dedicatoria que la poeta hace a su amiga de su novela Vidas contra su espejo, que Carmen Conde había publicado en 1944 bajo el seudónimo de Florentina del Mar, y en la que dice: «Para Amanda, sin medidas en mi lenguaje. En mi alma siempre suya». Y lo mismo ocurre con su poemario Mujer sin edén, publicado en 1947, el mismo año en el que ve la luz el primer y único libro de Amanda Junquera, Un hueco en la luz. La autoafirmación plena de la mujer, más allá de ningún hombre, frente a la natura. «Agua tú, agua yo, desde el comienzo / solamente es el agua quien habita. / Se despide de sí, agua que busca / otro ser de su ser, un océano/ y se queda, rendida, sin hallarse», como dice Conde en el poema titulado Monasterio de piedra, dedicado en su primera edición a Isabel de Ambía, y suprimida la dedicatoria en ediciones posteriores.

Durante largos años, además de libros, poemas y dedicatorias, Carmen y Amanda compartieron viajes por diferentes partes del mundo, casi siempre como fruto de la actividad cultural de la primera. Hasta que en 1958 murió Cayetano y diez años después, Antonio. Así que las dos volverían a vivir juntas, un año después de que Carmen Conde recibiera el Premio Nacional de Poesía, de nuevo en la casa de la segunda, en la calle Velintonia… con Vicente Aleixandre como vecino. En 1978, Carmen Conde se convertiría en la primera mujer elegida miembro de número de la Real Academia Española, y en 1986, un año después de que falleciera Amanda Junquera, la académica recibiría el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Solo hace cuatro años, en 2021, hemos podido conocer por primera vez los Poemas a Amanda, que Carmen Conde dedicó a su amiga entre 1936 y 1983, en edición de Fran Garcerá y Cari Fernández. Publicados junto a un relevante material documental, como la reproducción de todas las dedicatorias manuscritas que ambas se intercambiaron en libros, que acredita su relación extraordinaria. Y con la recuperación de las versiones manuscritas de los poemas que Conde retocó para adecuarlos a su publicación en libros. En la serie, el último poema que Carmen Conde dedicó a Amanda Junquera está fechado en 1983, y se titula, evocando el nacimiento de su amor, Grao (1937). La huella indeleble de un tiempo de grandes sueños, peligros y amargas decepciones. Y secretos a voces que marcaron, desde su juventud hasta el final de sus días, la vida de las enamoradas.

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