
La movida trayectoria de Alberto García-Alix
«Cascada de recuerdos». ·
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«Cascada de recuerdos». ·
Presenta en la galería de Mahón Albarrán Bourdais una exposición antológica de cuatro décadas, desde la agitación cultural de los 80 hasta sus últimos trabajosItxaso Elorduy
Sábado, 3 de mayo 2025, 00:00
Alberto García-Alix es un hombre pegado a una Harley-Davidson con la que recorrió la empedrada Menorca, que acoge hasta el 31 de mayo ... una exposición antológica en la galería Albarrán Bourdais de Mahón. «Esta muestra refleja mi trabajo de cuatro décadas», cuenta. «Habla de mí y del tiempo que he vivido, me trae una cascada de recuerdos». Es un superviviente del Madrid de la Movida que lleva tatuada una estrella de la suerte en la sien. Un artista tierno, de aspecto rockero, que reconoce que, aunque ha vivido al límite, siempre le ha acompañado la buena fortuna.
58 imágenes en blanco y negro desvelan la evolución de la mirada y la técnica del fotógrafo, galardonado con el Premio Nacional de Fotografía y la Medalla al Mérito de las Bellas Artes. García-Alix fue considerado uno de los miembros de la Movida madrileña y como tal retrató a muchos de sus amigos, todo un documento de los cambios sociales en España desde los 80. «Aunque para él es importante no ser reconocido solamente como el fotógrafo de la Movida, porque ha hecho mucho más», precisa la comisaria de la muestra, Marta Coll. Es interesante su dedicación al retrato y sus autorretratos, «lo contrario del ejercicio narcisista, un ejercicio íntimo».
Coll revive «lo bonito que es ver la evolución de su obra en cuatro décadas. Cómo han ido cambiando los paisajes, su sensibilidad y manera de ver las cosas». En un recorrido guiado por García-Alix vemos una serie de imágenes que impactan por la fuerza del blanco y negro. La intensidad de los bosques de 'Entrada al purgatorio', que parecen salidos de una escena de un crimen, contrasta con la dulzura del gris empolvado de un mar en calma de 'La tumba del marinero', mientras la galga 'Perdita' protagoniza la escena con porte señorial. Instantáneas realizadas siempre con cámara y película analógica «que revelan la evolución de mi mirada. Están algunas de mis primeras fotos, de tinte más intimista y autobiográfico, tomadas con película de 35 mm», señala. En el segundo piso de la casa histórica que alberga la galería se exhiben las más recientes, «donde dejo ver mi lado más expresionista y onírico, mi propio mundo inventado. He utilizado la técnica de la múltiple exposición sobre película analógica, en este caso en medio formato (6x6) y también muestro fotografías que llevan la naturaleza por temática», describe. En los autorretratos, ubicados estratégicamente a lo largo de la galería, se presenta unas veces crudo y nítido y otras difuso, oculto tras el desenfoque o la doble exposición. La fotografía digital le gusta, porque es fotografía, pero no la emplea. Empuña una Hasselblad de medio formato y una Leica, de 35 mm, «las mismas desde el 86».
Albarrán Bourdais es un palacio señorial frente al Teatro Principal de Mahón que acoge dos viviendas: una destinada al uso familiar de la pareja franco-española que lo gestiona y otra al espacio expositivo, inaugurado el año pasado con Felice Varini.Esta segunda gran exposición individual tiene vocación retrospectiva. «En la planta baja tenemos fotografías de los 90 y la primera década de los 2000. En la primera las obras más históricas, los retratos de los 80, más realistas y poéticos, por los que él es muy conocido, con los personajes icónicos del momento (Ana Curra, Alaska, Santiago Auserón, Edi Clavo...). Destilan la agitación cultural del Madrid de los años ochenta. En esta etapa prima el retrato, disciplina que es una constante en su obra. Se muestran algunos de su entorno íntimo y de personalidades de la época, capturados desde una óptica autobiográfica y alejada de estereotipos», explica la comisaria. El autor entiende el retrato «como un diálogo, un singular pulso entre fotógrafo y modelo. Este encuentro y sus consecuencias es muchas veces mágico».
En la segunda están las imágenes de tinte más autobiográfico como 'Autorretrato náufrago' de 2006. Y en el tercer piso hay fotos menos tradicionales en las que experimenta superponiendo imágenes en analógico sin saber cuál va a ser el resultado. La más conocida es 'Fantasías en el Prado', donde repinta obras maestras otorgándoles misterio, tensión y movimiento, desde un ligero sfumato a un movimiento perturbador. «Fotografié inmerso en un sinfín de resonancias y fantasmagorías, percibiendo en lo subjetivo y en lo intuitivo, busqué darles respiración a los retratados y carne a las estatuas. Miré, además, en comunicación con la historia, la política y el arte, apropiándome de tiempo, luz y pinceladas», explica sobre esta serie. Reconoce que «la mirada se educa y hay un hilo conductor recurrente. Siempre estoy fotografiando mi presente, y aun así, la fotografía es para mí un espacio donde inventarme».
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