Martínez de Pisón o contarse a sí mismo
Memorias ·
Con un ponderado estilo realista recuerda su infancia y juventud entre Logroño y Zaragoza, así como el salto a la Barcelona de los 80El escritor español ha vuelto la mirada hacia su familia, hacia su vida, hacia sí mismo en los últimos años. Crece el número de las ... novelas enmarcadas en ese género que se ha dado en llamar autoficción y en las cuales la elaboración novelesca se mezcla con la propia biografía. Dos ejemplos ilustrativos nos los brindan dos autores barceloneses: el Juan Trejo que cuenta, en 'La barrera del Sonido' (2019), la vida de un escritor que coincide en gran medida con la suya o el Gabi Martínez que, en 'Un cambio de verdad' (2020), narra su propia experiencia vital en un pueblo de la llamada 'España vacía'. Otros van directamente al terreno autobiográfico, como es el caso del Manuel Vicent de 'Una historia particular', recientemente publicada, o el de Ignacio Martínez de Pisón, que, a solo un año de la salida de su novela 'Castillos de fuego', regresa a nuestras librerías con 'Ropa de casa', un libro de memorias que abarca desde su niñez en el Logroño de los años 60 hasta su entrada en la treintena y la vivencia de la paternidad en la Barcelona preolímpica, etapa que el autor considera el punto final de su juventud.
Martínez de Pisón narra esas tres décadas de su vida con ese habitual y ponderado estilo realista que ha caracterizado siempre a su escritura y que no penetra en las honduras psicológicas de los personajes ni de sí mismo, sino que se queda en una discreta superficie dejando el campo libre a las interpretaciones y lucubraciones del lector. Estilo que se detiene con una precisión gráfica en los detalles publicitarios, ambientales y sociológicos de cada época o momento español que retrata en una suerte de costumbrismo contenido. Así, por ejemplo, consigue pintar un convincente fresco de la capital riojana en esa infancia anodina y segura de clase media que discurrió bajo la sombra protectora de una madre clásica de la época con manías simpáticas, como la de que sus cinco hijos nacieran en Zaragoza, objetivo que cumplía recorriendo 172 kilómetros cada vez que iba a dar a luz, y de un padre nacido en 1923 que no había participado en la contienda del 36 y que ingresó en el Ejército en los primeros años de la posguerra; un militar vocacional y profesional del régimen franquista que se centró en pacíficas tareas administrativas y mejoró su ajustada economía con la herencia de una madre marquesa y viuda.
De esa etapa, adobada con la adquisición de un chalé en las afueras de la ciudad en el que pasaban los veranos, y que para el autor constituyó un paraíso hasta que cumplió los diez años, el texto pasa al traslado de la familia a Zaragoza en donde se desarrollaría su adolescencia y donde se produjo la repentina muerte de su padre por un infarto que le sobrevino en su propia casa. Ese hecho, que es capital en el libro y en la vida del escritor, forzó a su madre, una mujer educada en los valores conservadores y domésticos de la época, pese a usar pantalones vaqueros y fumar Bisontes, a tomar las riendas del hogar, a trabajar y a sacarse el carné de conducir. Como en todas las obras de Martínez de Pisón, en ésta pronto afloran las marcas comerciales que sirven para crear genuinas atmósferas, ubicar cronológicamente los hechos y aliñarlos con plásticas dosis de nostalgia. Marcas de los automóviles familiares del desarrollismo: el Gordini de su padre, el Morris 1100 que le siguió y que vendió su madre para sustituirlo por un Simca 1200 que no le recordara la ausencia del marido fallecido. A esas referencias de consumo se suman las de los anuncios de aquellos años: el de los Colchones Flex, el de Danone, el de Philips, el de Avecrem, el del elixir dental Licor del Polo…
Y de la Zaragoza de los 70 pasamos a la Barcelona de los 80, a la cual se trasladó el autor ya veinteañero, para dedicarse a escribir, estudiar Filología Italiana y acabar reuniéndose con su novia de Zaragoza cuando ésta aprobó unas oposiciones a profesora de enseñanza secundaria. Las páginas que narran esa etapa, que son también las de la paternidad y con las cuales se cierra el libro son las menos literarias y grises pues consisten en un ir y venir por diferentes habitaciones y pisos o distintos contactos con colegas del oficio literario, del periodismo o del mundo editorial. Las más dramáticas son las que aluden a un suicidio en el que había sido uno de sus domicilios y en el que, por confusión, al muerto le adjudicaron el nombre y apellidos del escritor durante unas horas. En contraposición a esa trágica anécdota está el retrato beatífico que hace un amigo común de un Bernardo Atxaga que «seguía sonriendo cuando se quedaba dormido».
-
'El peón en el tablero' Irène Némirovsky
La perspectiva Némirovsky
Elena Sierra
Leer a Irène Némirovsky es siempre sorprendente y no, esto no es una exageración. Que una mujer nacida en 1903 y muerta en 1942 escribiera en la década de los treinta cosas como esta novela que ha editado Salamandra, que fuera capaz de hacernos escuchar los pensamientos de sus personajes, y que esos pensamientos puedan resultar tan actuales, no puede hacer más que sorprender. Por otro lado, eso solo demuestra que aunque cada generación cree que vive un drama nuevo, en realidad solo vive el drama humano eterno. En 'El peón en el tablero' Némirovsky vuelve sobre los malestares de gente que en realidad podría tenerlo todo -una posición, una familia, un trabajo, los contactos- para hablar de un mal de ayer, de hoy y de siempre, el de la infelicidad crónica. Estos burgueses de capa caída, en cambio de era, no están satisfechos y se preguntan si la vida es solo esto que les pasa (no lo que hacen, sino lo que pasa), trabajar y estar en casa, desear siempre estar en otro lado y hacer otra cosa. Ahora le llaman a eso FOMO, el temor a estar perdiéndose algo, pero es un clásico. Lo viven los cuarentones y los veinteañeros. ¿Sobre las diferencias abismales entre padres e hijos, aquí y entonces? También habla en esta historia. ¿Sobre la pelea entre el deseo y el qué dirán? Sí. ¿Sobre una sociedad en constante cambio y el miedo que eso da? Pues lo mismo. 200 paginillas dan para mucho cuando una sabe lo que hace.
-
'El cuarto de los sombreros' Gustavo Martín Garzo
Dos historias de amor
Iñaki Ezkerra
La escritura de Gustavo Martín Garzo se caracteriza por una delicada linealidad narrativa, una extraña pureza que da todas las facilidades de comprensión al lector. Es esa limpidez en el estilo lo que comparten las dos novelas cortas que reúne en 'El cuarto de los sombreros'. La primera de ellas se titula como el propio volumen y en ella se narra la relación entre dos mujeres de diferente nivel social y cultural. Paulina era una escritora en ciernes cuando tenía a su padre enfermo y Carmiña entra en su casa para cuidarlo. Cuando el padre muere, la empleada piensa que ha concluido su trabajo, pero Paulina le pide que se quede y se inicia una relación entre las dos mujeres que es la que conforma la verdadera trama del libro. Están enamoradas la una de la otra, pero dicha atracción no se hace explícita, va revelándose a base de detalles en los que no falta el juego morboso de la mujer culta hacia su subalterna. La historia está narrada desde el punto de vista de esta última cuando ya tiene setenta años y dirige una carta a un tercer personaje que ha presentado la novela en la que Paulina cuenta su versión del 'affaire'.
'La mentirosa' es la segunda novelita del libro y tiene como personaje a Bernadette, la joven que tuvo una visión mágica que la Iglesia católica convertiría en la Virgen de Lourdes y que la llevaría a ser recluida en un convento. Lo que cuenta Martín Garzo en estas dos excelentes 'nouvelles' son dos historias de amor que cambian las vidas de sus personajes femeninos.
-
'La luz de la Edad Media' Seb Falk
Una buena historia de la brillante ciencia medieval
Julio Arrieta
En su por otra parte memorable serie de televisión 'Cosmos', el famoso divulgador científico estadounidense Carl Sagan definió la Edad Media como «un milenio vacío en mitad del diagrama», un paréntesis negativo del saber entre la brillantez de la Antigüedad clásica y el Renacimiento. «Una lamentable oportunidad perdida para la especie humana». Sagan no era historiador. «Y alguien podría haberle sugerido no hablar de lo que no supiera», lanza Seb Falk, que sí es historiador e investigador en el Girton College de la Universidad de Cambridge, en el prólogo de 'La luz de la Edad Media'.
El comentario de Falk sobre Sagan resume el fondo de su magnífico libro 'La luz de la Edad Media', que no solo es una historia de cómo el conocimiento científico se desarrolló, y mucho, en la Europa de los siglos V al XVI, sino que además es una reividicación de ese conocimiento frente a un prejuicio demasiado asentado que presenta el medievo como una época de oscurantismo e ignorancia. El libro de Falk es denso, la materia que trata así lo exige, pero utiliza como hilo conductor la vida fascinante de un monje inglés del siglo XIV, John Westwyk, autor de 'The Equatorie of the Planetis', una obra que describe la construcción y el uso de un ecuatorium -instrumento astronómico empleado para encontrar las posiciones del Sol, la Luna y los planetas en el horizonte-, lo que da un matiz novelesco a la obra que no afecta a su rigor pero agiliza su lectura.
-
'El crimen de Lord Arthur Salvile' Oscar Wilde
La madre de todos los misterios
J. Ernesto Ayala-Dip
He estado alrededor de cuatro o cinco veces en el cementerio parisino de Père Lachaise. Entre las tumbas que nunca he dejado de visitar y sobre la cual siempre dejo algunas flores, nunca se me ha olvidado la del inmortal Oscar Wilde. Me llama la atención que sea una de las tumbas más reconocidas y homenajeadas; no hay más que ver la cantidad de ramos de flores y mensajes que dejan sobre ella. En el camposanto y la vida diaria de los lectores de todo el mundo, nunca dejará de ser un personaje popular. Y con razón. Hoy voy a comentar un librito suyo titulado 'El crimen de Lord Arthur Savile' (ed. Nórdica). El volumen no llega a las cien páginas, y son menos si contamos las ilustraciones maravillosas del dibujante Pablo Alcázar que las alternan.
'El crimen de Lord Arthur Savile' es una novela de trama casi policiaca, donde el propio lector debe actuar como un investigador. Es un texto de ficción que no se lee como cualquiera, hay que escrudiñar detrás de cada palabra o diálogo para rastrear su inesperado final. Todo comienza en la casa de una familia de alto copete. Se asiste a una fiesta y en ella participan representantes de la aristocracia londinense, además de la anfitriona, Lady Windermere. Entre ellos, destaca Lord Arthur Savile. El otro invitado clave, por el que Lady Windermere siente una rendida admiración, es un hombre, bajito y regordete llamado Podgers que tiene fama de quiromante. En un momento dado de la velada, ella le pide que lea el futuro de los presentes. Podgers acepta. La anfitriona, cada vez más entusiasmada, convence a Arthur Savile para que le enseñe la palma de la mano. Al final lo hace, para su desgracia. Podgers -tan animoso y optimista con todo el mundo- se muestra ambiguo con Savile y le transmite un repentino temor a algo indescifrable. El aristócrata insiste en preguntarle qué ha visto en las líneas de su mano. El quiromante lo cita en otro sitio para darle a conocer su interpretación. Se encuentran y Podgers le recalca la palabra «crimen». Savile da por sentado entonces que está escrito que él cometerá un crimen. Lo intenta en dos ocasiones y fracasa con diferentes víctimas. La tercera vez, acierta.
Podría parecer que la novelita de Oscar Wilde es un mero divertimento, no sólo de cara a los lectores, sino para sí mismo. Pero es mucho más que eso. Entre tanto lujo y fastuosidad, en cuanto Lord Arthur Savile sale a la calle para liberarse de su angustia, Wilde da cabida a la miseria, el hambre y la intemperie más atroz que sufren los pobres londinenses, como si estuviéramos leyendo una página de Charles Dickens.
-
'Vidas ante el abismo' Oliver Hilmes
Un año alemán
Pablo Martínez Zarracina
La reconstrucción de la historia a través de los materiales que se acumulan en los márgenes del poderoso relato principal -desde el detalle cotidiano a las biografías de los personajes secundarios- es una tendencia en la narrativa de los últimos años. Los libros de Eric Vuillard, Antonio Scurati o entre nosotros Paco Cerdà combinan la fidelidad a los hechos con la atención a la trastienda del acontecimiento, donde aguardan las vidas de quienes no decidieron la historia, pero la experimentaron. El alemán Oliver Hilmes se inscribe en esta corriente. En 'Berlín, 1936' (Tusquets) ya recomponía en un mosaico vibrante los dieciséis días de las Olimpiadas que el nazismo quiso utilizar como escaparate mundial. En aquel libro Hitler, Jesse Owens, Leni Riefenstahl y Thomas Wolfe compartían protagonismo con gente de los cabarets, deportistas olvidados, turistas desplazados a Berlín y berlineses anónimos que hablaban demasiado en una fiesta y terminaban en manos de la Gestapo.
En 'Vidas ante el abismo', Hilmes aplica el mismo método al año de 1943, que comenzó con la derrota alemana en Stalingrado y marcó el principio del fin del nazismo. El libro continúa con la concatenación veloz de episodios diversos y reales, alternando la presencia en ellos de grandes figuras -desde el propio Hitler a Thomas Mann, pasando por la pareja al tiempo abyecta y ridícula formada por el cínico Goebbels y el grotesco Göring- con la presentación de personajes cuyas vidas el autor rescata de la contundente labor documental que sustenta su trabajo. Lo hace componiendo un paisaje humano de perseguidos, testigos, fanáticos y delatores que destaca por su viveza. Vertebra el libro la figura de Karlrobert Kreiten, un joven y brillante pianista que cae en desgracia tras emitir opiniones demasiado contundentes sobre la situación política frente a una amiga de su madre. Que todo lo que se cuenta sucedió y que cada detalle es cierto, Hilmes se lo recuerda a cada rato al lector remachando su texto con fragmentos de documentos, expedientes e instrucciones internas: el nazismo fue también un desvarío estrictamente burocrático.
Como sucedía en 'Berlín, 1936', solo un cierto desequilibrio ensombrece el texto. Tiene que ver con la demora en completar historias que resultan bastante conocidas -la de Sophie Scholl y su hermano, por ejemplo- mientras otras que se diría son más novedosas para el lector apenas tienen continuidad y se resuelven en una especie de fogonazo. Eso no impide que a Oliver Hilmes el sistema le funcione. Su secreto consiste en ofrecer algo que no suele fallar: un flujo constante de información fiable y relevante que en este caso termina funcionando como la historia puesta en marcha.
-
'Catálogo de sombras' César Sánchez
Relatos realistas y absurdos, como la vida
Elisabeth G. Iborra
'Catálogo de sombras' es una peculiar colección de relatos de César Sánchez, el escritor maldito de Editorial Barrett, que empieza con una introducción autobiográfica para que el lector se vaya haciendo a la idea de lo que alberga su mente. Incluso advierte que, si no es de su agrado el texto, siempre puede ir directamente al cómic del ilustrador David Pérez a partir de la página 102, una descabellada distopía que añade una dimensión visual y gráfica al libro, para garantizar que nadie se aburra.
Los relatos (que resuenan muy autobiográficos, de tan vívidos) giran en torno a la figura del narrador, un hombre con un universo propio que se enfrenta a diversas situaciones cotidianas, como la asistencia al velatorio de su padre, con unas metáforas y términos relacionados con la automovilística que hace saltos temporales a los recuerdos de su infancia. O el accidente mortal de su hermana, a la que dedica un par de discursos que ahondan en los motivos por los que nunca se le dio bien ser monologuista. Con un estilo narrativo introspectivo y humorístico muy particular, el autor explora temas como la relación con la familia, la nostalgia, la mortalidad, las parafilias y la búsqueda de la propia identidad, mezclando elementos realistas con toques surrealistas y fantásticos. Todo ello genera una sensación de fragmentación y desorden, una atmósfera que oscila entre lo mundano y lo absurdo. Una muestra a bocajarro de la complejidad de la condición humana.
-
'Lo que ellos dice o nada' Annie Ernaux
Una novela de la primera época de Annie Ernaux
Jon Kortazar
La obra literaria de Annie Ernaux comenzó en la estética de la novela, que ella define como la construcción de una ficción para derivar y desarrollarse posteriormente en su obra en el límite de la autobiografía y la ficción. Esta obra pertenece a la primera época en la que la Premio Nobel de 2022 relata las dudas y las afirmaciones de una adolescente durante un verano en el que conoce el amor (y el sexo) y se siente incomprendida por todo el mundo, en conflicto permanente con sus padres.
La protagonista se llama como la autora y, con un tono narrativo que ya es cercano a la autobiografía, Annie Ernaux desarrolla en 'Lo que ellos dicen o nada' una exploración de la psicología de una joven confundida en un mundo que la elogia y la confunde. Un mundo de dudas desarrollado en el intervalo de un verano lleno de experiencias en la búsqueda de la identidad personal.
Puede que en esta obra no se encuentre la dureza del estilo que define a la autora hasta convertirse en una seña de identidad, pero la novela permite acercarse a lo que desarrollará en sus obras siguientes: buceo en la identidad personal, rebeldía frente a la convención, mirada sobre la puerta que se cierra para siempre: «Aquella tarde sentí que acababa de entrar en el mundo de los adultos» (96). Una sensación transitada de dudas y de rebeldías en la descripción de una interior manera de sentir.
-
'El tiempo de las fieras' Víctor del Árbol
Intriga policíaca llena de vigor y que no da tregua
Javier Ortiz de Lazcano
Para los aficionados a las novelas de intriga, 'El tiempo de las fieras' ofrece una trama y un desarrollo por encima de la media. En el género negro es de lo mejor que ha publicado un autor español este año. Tiene un argumento muy original, firme y sin flaquezas y una colección de personajes muy consistentes y a quienes los fantasmas de su pasado les persiguen. El barcelonés Víctor del Árbol (1968) aplica bien la receta de las novelas del género y mantiene la tensión en todo momento. Pero, además, es una obra más honda de lo que puede parecer cuando nos explican que estamos ante un thriller. Va más allá de los convencionalismos del género. Aunque es una continuación de 'Nadie en esta tierra', se lee perfectamente sin tener ninguna referencia de la anterior.
La obra pivota sobre un policía al borde de la jubilación que es desterrado a Lanzarote, pero a su alrededor aparece una muy lograda colección de personajes, todos muy bien construidos, que orbitan en torno a un experto en la manipulación al que el lector odia desde el instante en el que aparece. El agente llega a Canarias convencido de que sus últimos años en el cuerpo serán de hibernación, pero se encuentra con que el atropello a una joven ciclista extranjera desenmascara una trama de crimen y poder a los dos lados del Atlántico.
El autor construye una trama sin fisuras pese a que la sucesión de acontecimientos nos coloca ante un ritmo de thriller cinematográfico. Del Árbol fue mosso d'esquadra y desde luego que se nota.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión