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¡Adjudicado! 'Barcos amarrados' (1887) de Van Gogh fue subastado en Christie's Hong Kong el pasado septiembre y se vendió por 27,7 millones de dólares. AFP
Arte

Así se maneja el mercado del arte: un marco rígido y para pocas firmas

Frenazo ·

Sancho-Arroyo alerta en '¿Inversión o pasión?' de la extrema concentración del negocio del arte. «Veinte nombres proporcionan el 80% de los ingresos y muchos buenos desisten»

Sábado, 15 de febrero 2025, 00:00

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El mercado del arte se ha frenado. El entusiasmo consumista con el que los compradores recibieron el fin del confinamiento parece extinto y, al parecer, los aficionados se tientan ahora la ropa antes de hacer un gran desembolso. «Llevamos dos años de descenso contenido. Se sigue vendiendo, aunque es cierto que existe una presión hacia la baja», señala María Sancho-Arroyo, experta en este comercio internacional y profesora en el Sotheby's Institute of Art de Nueva York. Pero que no cunda el pánico. «No es una gran crisis», precisa la autora de '¿Inversión o pasión? Una guía para navegar en el mercado del arte' (Deusto), un manual útil para navegar por este proceloso océano y disfrutar del amor y la posesión de la obra plástica.

El fenómeno se antoja inquietante. Quizás no nos encontramos ante un proceso de extraordinaria relevancia, pero lo cierto es que ya ha provocado numerosas víctimas en el circuito comercial, algunas tan veteranas y prestigiosas como la neoyorquina Jack Hanley, que cedió su espacio a Beeple y Rirkrit Tiravanija cuando eran tan solo jóvenes promesas. «Las que más sufren son las galerías medias porque las pequeñas cuentan con más flexibilidad», sostiene la autora. «Tienen gastos fijos muy elevados como los derivados del personal, apertura de espacios y ayuda a los artistas». El acceso a las ferias resulta oneroso y, al mismo tiempo, necesario. «Los seguros y transportes son muy caros, pero las ventas en estas citas pueden suponer más del 50% del total anual».

El elevado número de creadores presentes en las salas no nos debe engañar. La concentración del negocio se ha agudizado hasta extremos sorprendentes. Tan sólo el 7% de los artistas consigue colgar sus lienzos en un espacio de exhibición comercial, pero ese privilegio tampoco supone ganancias considerables para todos. «Hoy, 20 nombres proporcionan el 80% de los ingresos», confiesa. «Evidentemente, muchos buenos desisten o se quedan en el camino».

María Sancho Arroyo. I. Permuy

El sector empresarial se dibuja como una rígida estructura piramidal en cuya cima destaca un puñado de firmas de la talla de Gagosian, Zwimer, Pace o Hauser and Wirth, multinacionales que poseen sedes en Europa, Norteamérica y Extremo Oriente. La pretendida mundialización del arte también se antoja cuestionable porque, en realidad, cuatro países acumulan las grandes transacciones. «Estados Unidos controla entre el 40 y 50% del volumen, China y Gran Bretaña, en torno al 20% cada una y Francia alrededor del 8%». ¿Y España? «Su importancia es muy limitada porque falta cultura de coleccionismo, formación y continuidad».

La elite creativa goza de un status singular. Los privilegiados son aquellos que concitan la demanda global. «Algunos son tan requeridos que las galerías estadounidenses deciden a quién se vende y en Estados Unidos existe una fórmula por la que los clientes favorecidos adquieren dos obras con el compromiso de ceder una a instituciones», señala. Esta medida no se aplica en España porque, entre otros motivos, no existen beneficios fiscales para los coleccionistas. «En Norteamérica los museos son privados y se buscan la vida. El Metropolitan de Nueva York alquila su espacio para eventos».

La obra de Flora Yukhnovich es escasa y muy cotizada. E. C.

Otras prácticas de los grandes mercados no resultan necesariamente tan positivas. El 'flipping', también usual, consiste en comprar barato obras de jóvenes creadores emergentes, fomentar el interés y tratar de venderlas en un breve plazo aumentando ostensiblemente los precios y logrando grandes plusvalías. «Ocurrió con la pintora Flora Yukhnovich», que fue descubierta en una exposición de fin de carrera y pasó a cotizarse entre 20 y 30.000 libras. «Dos años después, uno de sus lienzos vendido en una subasta ya superar el millón. Hay muy poca obra suya y, ante la presión de la demanda, su cotización se dispara». Pero esta práctica resulta peligrosa. ·Si sube rápidamente y se vuelve muy cara, puede disuadir a los coleccionistas, que nadie quiera comprar y, por tanto, los especuladores vendan a la baja y arruinen la carrera».

Las modas también condicionan las valoraciones. La búsqueda de genios entre los jóvenes emergentes procedentes de países periféricos de Latinoamérica, África o el Sudeste Asiático, y el rescate de figuras del pasado como las autoras del expresionismo abstracto son dos tendencias muy poderosas. «Ha cambiado el canon artístico, ya la figura solicitada no se corresponde necesariamente con un hombre de origen europeo», apunta. Y menciona citas nuevas como 1-54, feria dedicada exclusivamente al arte contemporáneo procedente del continente negro que se celebra en Londres. «Se está produciendo una gran especulación al respecto porque muchos coleccionistas quieren rellenar esos huecos y hay profesionales que se aprovechan».

«Hay que educar el ojo»

La crisis también ha puesto de manifiesto las dimensiones reales de un comercio que parecía exultante y sin límites, siempre ávido de obras maestras rematadas a cualquier precio y revelaciones extraordinariamente cotizadas. Pero la verdad no es tan espectacular. Sancho-Arroyo recuerda que dentro del lujo, las ventas de arte ocupan un segmento relativamente modesto. La experta cita los 67.800 millones de dólares del balance del 2022, aparentemente elevado, pero que desfallece, por ejemplo, ante los 83.000 logrados el mismo año por LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy), el líder mundial en bienes de lujo.

No resulta sencillo introducirse en el ámbito de la adquisición. Comenzar una colección requiere conocimientos y paciencia. «Hay que educar el ojo, mirar mucho y documentarnos sobre los artistas y corrientes que concitan nuestro interés», sugiere. Aconseja acudir a museos para conocer sus trayectorias o bucear en la bibliografía especializada y hacernos con las claves de un determinado autor y sus posibilidades.

La compra de arte como inversión resulta una pretensión arriesgada, según la autora debido «al alto riesgo asociado y la expectativa incierta de rendimientos rápidos». Sancho-Arroyo recomienda apostar por aquellas obras que realmente nos satisfagan. «Se trata de un mercado complicado y poco transparente que exige conocimientos y claridad en la iniciativa», advierte. «Tenemos que recurrir a especialistas y hay que pensárselo mucho antes de acudir a una subasta porque hay que tomar decisiones rápidas que implican un importante desembolso».

El galerista, comerciante y marchante de arte Pedro Maisterra, en su local. Virginia Carrasco

«Sobrevivir fuera de Madrid es heroico»

Todos los caminos conducen a Madrid en el mercado español del arte contemporáneo. Esa facultad ha atraído a numerosas galerías nacionales e incluso extranjeras, caso de la francesa Opera Gallery. Además, los últimos proyectos han ampliado sus tradicionales áreas de exhibición hacia barrios periféricos como Carabanchel, donde se ha abierto Veta, la más grande de la ciudad gracias a sus 1.200 metros cuadrados. Pedro Maisterra es el cofundador de la firma Maisterravalbuena, fundada en 2007 y ampliada hace dos años tras su traslado a una nueva sede de 500 metros cuadrados. «Aquí tenemos ventajas porque hay coleccionismo ¿cómo no va a haber? Históricamente ha existido. ¿Por qué lo ponemos en duda? ¿Porque no lo conocemos o no nos compra?», se pregunta.

El marchante reconoce que, más allá de la capital, «sobrevivir es heroico», aunque cree que la situación en el País Vasco no puede ser tan complicada como las estadísticas aseguran. «¿Podemos pensar que en Euskadi no hay gente que coleccione? Es imposible», sostiene y matiza: «Tal vez sean menos de lo que cabría esperar, pero se puede generar más».

El coleccionismo «está atomizado», advierte. Las grandes empresas no representan más allá del 0,1% del total, pero concentran un porcentaje altísimo de la ventas. La naturaleza de las obras de arte tampoco estimula el negocio. «No se trata de un bien de primera necesidad, apela a lo que somos y a dónde vamos, a lo simbólico. Quizás sea muy idealista o naif, pero creo que lo esencial es saber que el objetivo radica en el artista, en comunicar su trabajo», afirma. «No somos meros puntos de venta». Las ferias han de ser una herramienta de promoción del autor. «No solo hay que pretender facturar, porque entonces el evento te utiliza a ti. Tú debes insertarla en tu engranaje». Maisterra considera que acudir a ARCO, que tendrá lugar del 5 al 9 de marzo, es importantísimo, pero no puede entenderse como una tabla de salvación, «porque entonces no hay avance». La galería ha de conseguir la estabilidad con independencia de los posibles beneficios que deparan estas convocatorias.

Las crisis económicas tampoco suponen factores decisorios de la actividad de una galería como la suya. «A Gagosian le puede afectar una caída de beneficios de Apple, pero yo nunca he hecho caso a estos datos», indica. Aconseja que no se acuda a coyunturas para explicar un descenso de ingresos. «Pensemos qué hemos hecho mal».

El recurso al segundo mercado resulta discutible, según su planteamiento. «Comprar un Chillida de 1978, marcar un número de teléfono y venderlo no es galerismo porque no has generado nada. No expones nada, no estableces ningún contexto», denuncia y apunta que ellos trabajan con legados, como el de Lucio Muñoz, de otra manera. «A través de un conjunto de obras que explican al artista como si estuviera vivo. Hay otra responsabilidad, la de difundir y comunicar un trabajo».

El impuesto sobre el valor añadido, en cambio, no genera polémicas dentro del gremio. Todos los profesionales consideran que la diferencia con otros países europeos es sangrante. «No podemos competir con un 21%, mientras ellos soportan un 6%», lamenta. «Nuestro consorcio hace un trabajo increíble y hay interlocutores en la Administración. Falta que las decisiones políticas se materialicen».

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