La poesía era una escritura secreta que le acompañó durante toda su vida. Piero Oliosi
Lecturas

Luis Sepúlveda, poeta en fuga

Golpe a golpe ·

La poesía fue la primera vocación del autor chileno y su faceta más desconocida, íntima y personal. Todo lo que se entrevé en sus novelas se convierte aquí en verdad palmaria

Carlos Aganzo

Viernes, 29 de septiembre 2023

Once. Esos fueron todos los poemas que publicó en vida el narrador, ensayista y cineasta Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949-Oviedo, 2020). El autor celebrado ... de 'Un viejo que leía novelas de amor', una novela de la que se vendieron más de 18 millones de ejemplares a partir de su primera edición, en el año 1989; que se tradujo a una veintena de idiomas y que se convirtió en lectura académica recomendada en institutos y universidades de todo el mundo. Su primera vocación, la de poeta, y su primera publicación, a los diecisiete años. También una escritura secreta que le acompañó toda su existencia sin que se atreviera a sacarla a la luz.

Publicidad

Cuando murió en febrero de 2020 en Gijón, la ciudad en que vivía desde hacía 23 años, el chileno dejó en su archivo personal una gran cantidad de material: «textos mecanografiados y manuscritos: teatro, novelas, cuentos abandonados, guiones… y sobre todo mucha poesía. Papeles amarillentos de diversos tamaños, folios gruesos y ásperos, alargados, cuartillas, papel de seda que se utilizaba para hacer copias con máquina de escribir y papel de calco, moleskines… convivían con otros folios en DIN A4 impresos desde un ordenador que, como se observó luego, solían ser versiones y reescrituras de otros poemas antiguos». Las palabras son del poeta Alejandro Céspedes, compilador y encargado de «descifrar, ordenar, seleccionar y transcribir uno a uno a un formato digital editable todo el material para estudiar el alcance y el valor de esta obra inédita». Una obra que ahora publica por primera vez Visor, bajo el título de 'Disparos al aire'. Sin duda la faceta más desconocida del autor de 'Los miedos, las vidas, las muertes y otras alucinaciones', o de 'Historia de una ballena blanca'. Seguramente, la más íntima y personal.

Así debió ser, pues todo lo que ya se veía o entreveía en sus novelas, de una u otra manera siempre impregnadas de su experiencia vital, en su poesía se acabó convirtiendo en verdad palmaria, en inquietud palpitante, en sentimiento de profundo desarraigo, en rebeldía con palabras que nacieron directamente de la necesidad de ser escritas, aun por encima de toda consideración estilística o literaria. Trozos de existencia, la inmensa mayoría de ellos teñidos por su condición de exiliado, de trasterrado, de hombre en permanente fuga. En pérdida constante.

Dejó en su archivo personal gran cantidad de poemas que ahora se publican por primera vez

Poemas que son fe de vida, pero también son testimonio, testificación. Poemas que buscan detener la realidad, consignarla en el papel en un momento preciso, quizás como única pertenencia (la del apunte poético) del que está destinado a huir. Y poesía, también, entendida como hermana mayor de la memoria: «el perdido manantial donde refresco / en lágrimas furtivas mis botas enlodadas / de galeote navegante de infortunios / por este mar de pasos obligados», como escribe Sepúlveda. Pasos obligados que terminan siempre siendo pasos lejanos, perdidos. Pisadas «que se alejan aún más / hacia nunca, hacia el adiós, hacia la nada», si bien «dejan sus huellas de pájaros cansados».

Publicidad

Una condición, la de poeta en fuga, que ya surgió desde la primera militancia del escritor, a los quince años, en las Juventudes Comunistas de Chile, y que continuó de manera implacable cuando, siendo todavía menor de edad, fue perseguido por la policía tras haberle denunciado por rapto el padre de su novia, con la que se había escapado. A los 19 le expulsaron del partido, y se cambió al Ejército de Liberación Nacional. Y entre que dirigía la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y escribía crónicas de sucesos en el diario 'Clarín', a los veinte publicó su primera recopilación de cuentos, a expensas de un amigo, bajo el título de 'Crónicas de Pedro Nadie'.

Tras el golpe militar de Pinochet, del que ahora se cumplen treinta años, Sepúlveda fue detenido y encarcelado durante casi tres años, consiguiendo conmutar los 28 años de prisión a que le había condenado la dictadura por ocho de exilio. Un largo destierro que le llevó por Buenos Aires, Montevideo, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador, antes de enrolarse en la revolución sandinista nicaragüense. Más tarde se instaló en Alemania, en Hamburgo, y desde 1997 en Gijón, donde vivió una intensa vida cultural, entre otras cosas como fundador y director del Salón del Libro Iberoamericano. Y como un asturiano más.

Publicidad

Exilio y vida. Fuga y testimonio también de amor en los poemas que ahora se recuperan de Luis Sepúlveda, como las dos caras de una misma moneda que el escritor guardó en secreto durante años y más años, pero sin dejar jamás de retocarlos, de recomponerlos. O dicho con sus propios versos, que tratan de asirse a lo único firme, quizás, de una existencia siempre al final de la escapada: «Cuando la última piedra haya perdido / su condición ficticia, / cuando no quede nada, ni yo mismo, / cuando de esta ciudad empiece a hablarse / como de un viejo cuento / que algún día existió para otros hombres, / ese día, amor, / serás representante / de todo cuanto quise en esta vida».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad