Leopardi, poeta de la desesperación
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Se cumplen 225 años del nacimiento del autor lírico más importante del Romanticismo en Italia, un nihilista que albergó amores quiméricosEl Romanticismo se caracterizó, fundamentalmente, por la eliminación de modelos formales previos en la creación y en el arte literario. Eliminando esta pretérita y vetusta ... idea se abrió un espacio amplísimo en el que las vivencias de los escritores y poetas se convirtieron en núcleo central de sus creaciones literarias. Claro que esta desmesurada libertad no implicó la desaparición de cualquier tipo de forma literaria, ya que los creadores tuvieron que seguir utilizando algunas estructuras del sistema anterior. La creación de formas libres no era tan fácil como se pregonaba y muy pocos consiguieron inventar algo duradero en el rutilante cosmos romántico. Uno de ellos fue el italiano Giacomo Leopardi, nacido en Recanati (cerca de Ancona, en la costa del Adriático) el 29 de junio de 1798, hace ahora 225 años, paradigma de la agitación espiritual de la época romántica con sus profundas meditaciones sobre la muerte y el infinito y con un verso impregnado de la seriedad retórica de sus primeros cantos patrióticos.
Leopardi es la figura más universal de la literatura romántica italiana a pesar de su escasa obra poética y de un catálogo en prosa, menos excepcional y aparatoso, pero también sólido. El autor italiano y su obra definen una de las cumbres de la lírica europea romántica y para ello mantiene el formalismo clasicista y latinizante de la expresión poética. El «descreído radical», el «incrédulo honorable», nunca pretendió sustituir la fe en Dios con alguna pequeña fe sustitutiva de la misma (Humanidad, progreso social, etc.). En el «desierto espiritual» que lo acompañó siempre, florecieron su inmaculado sentido moral y un impulso, a la par que válvula de escape, de escribir versos y reflexionar sobre la expresión lingüística humana. Elaboró y proyectó un lenguaje poético moderno que describe las afecciones del alma y el paisaje familiar, transfigurado en paisaje ideal, ante la imposibilidad de evocar los mitos antiguos.
Pensaba que la realidad era desagradable y por eso resultaban mejores sueños y fantasías
Vacío anímico
El nihilismo y el vacío anímico de Leopardi se manifiestan a lo largo de su escasa obra, y el poema titulado 'A sí mismo' es un botón de muestra inmejorable de ello. La hondura de sus convicciones nihilistas no le llevó al radicalismo destructor porque consideraba que el verdadero enemigo de la fe no era la incredulidad absoluta, sino las pequeñas divinizaciones de los consuelos e intereses humanos. Recordemos que, espiritualmente, el poeta italiano era un rigorista agnóstico de gran seriedad.
En otros de sus 'Cantos', título común de las más de treinta poesías que nos ha dejado, encontramos las manifestaciones más bellas de este sentimiento de Leopardi. De ellas, una veintena son muy valiosas, sobre todo las más cortas ya que ahí el retoricismo académico disminuye y el lenguaje se hace más natural. Las otras, las filológico-patrióticas ('Para el monumento de Dante'), las simbólicas y epigramáticas, las de temática y tono desafortunados ('Yo conservo', 'Palinodia'), rebajan el nivel de su exigua producción poética. Recordemos que la lectura de los clásicos despertó su pasión por la poesía y que la decadencia política y moral de la civilización occidental, y más concretamente la de Italia, es el argumento básico de esos primeros poemas patrióticos, en los que incide en el divorcio del hombre moderno y la naturaleza, considerada como única fuente posible de amor.
Los temas de su obra
La angustia, la desolación y la desesperación son los temas centrales de su obra literaria ('El gorrión solitario', 'El infinito', 'La tarde del día de fiesta', 'La calma después de la tempestad', 'El sábado en la aldea', 'Los idilios', etc.), acompañados del amor doloroso, lejano e imposible ('El sueño', 'A su mujer', 'A Silvia', 'El pensamiento dominante'), la Luna ('A la Luna', 'Los recuerdos', 'Canto nocturno de un pastor errante de Asia'), la vejez ('La puesta de la Luna'), fúnebres ('Sobre un bajorrelieve antiguo sepulcral'), vanidad ('Al conde Carlo Pepoli'), etc.
La obra en prosa de Leopardi incluye las 'Obrillas morales' y los 'Zibaldoni de pensamientos' (1817-32). Las primeras incluyen una historia del género humano manifestando que el hombre está condenado a la infelicidad en este mundo y unos ensayos o diálogos lucianescos, pesimistas y patrióticos. La segunda es un descomunal diario elaborado durante 15 años y compuesto por una tercera parte de interés literario y otras dos de notas filológicas de gran valor científico para su tiempo. Esta inmensa obra recoge sus ideas acerca del lenguaje, la literatura, la filosofía, la política o la religión a la par que es una exploración del mundo mediante la cual pretendió elaborar un sistema filosófico que recogiera todas estas reflexiones. Finalmente, no lo consiguió y se limitó a aglutinarlos sin poder dar una unidad definitiva a unos pensamientos caracterizados por su pesimismo y melancolía, a la par que por la dicotomía entre el aspecto lírico-ascético de su poética y la racionalidad especulativo-teórica de sus reflexiones filosóficas.
Leopardi pensaba que la realidad era desagradable y que eran mucho mejores los sueños y las fantasías y de ahí que todos sus amores fueran quiméricos. Su cuerpo deforme, sus jorobas, su corta estatura, su carácter maníaco depresivo, su ceguera y su corta vida le hicieron amar de esta manera. Anhelaba desesperadamente vivir y soportar la dureza de un mundo artificial, duro y engañoso. Por eso encontramos en su figura un nihilismo ontológico que tanto influyó en los existencialistas alemanes y franceses.
Antiguo y moderno a la vez, recuerda inevitablemente a los románticos, pero su esencia de escepticismo, su expresión precisa y luminosa y el pudor con que contiene la intensidad de sentimientos lo acercan más a los clásicos, algo que él mismo deseaba. Y ello a pesar de que en su obra se refleja todo el abanico de valores propios del romanticismo, desde el apasionado arrebato amoroso hasta el intimismo melancólico; desde la búsqueda de las raíces literarias nacionales hasta las atormentadas contradicciones ideológicas. Junto con Keats y Hölderlin, Leopardi sigue estando de rabiosa actualidad a diferencia de otros autores exclusivamente románticos.
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