El legado de Molière: grandes obras y el mal fario del amarillo
'El enfermo imaginario' ·
No murió en escena sino más tarde en su casa, pero el color de la bata que vistió en su última función alienta una de las supersticiones del teatroLa muerte tiene virtualidades muy teatrales, marca grandes clímax y, por épocas, entra y sale de los argumentos del teatro, de la òpera, con gravedad ... en los clásicos, crueldad en Shakespeare, o hinchada retórica en el romanticismo. Y aunque la medicina no siempre acepte la verosimilitud de algunas muertes teatrales, hay intérpretes que se mueren muy bien, especialistas del gran momento. Una muerte singular fue la de Molière, nacido Jean-Batiste Poquelin, que ya había matado su nombre real en un primer deceso onomástico que camufló su firma civil por el pudor de ser teatrero, un oficio de poca confianza en el siglo XVII.
Molière/Poquelin representaba su propia comedia 'El enfermo imaginario' donde el protagonista Argan, un tipo muy aprensivo, fingía su muerte al final de la obra, pero que iba a morir en la realidad poco después. Una tradición hizo que en los mentideros cristalizara el relato 'fake' de que había muerto en plena escena. Se conserva como una reliquia el sillón de madera tapizado en cuero donde 'Molière, actor, autor, padre de la comedia francesa, protagonizaba el debut de 'El enfermo imaginario'. El mueble original tiene la piel cuarteada en el respaldo, en el asiento, en los posabrazos mullidos, y está ajado el barniz de la madera estructural, un todo ruinoso que la leyenda ha hecho resplandecer. Expuesto en la Comédie Française, catedral del teatro francés, ha ido y venido, tiene réplicas en museos, y hasta se puso a la intemperie en una urna de cristal. No es exagerado atribuirle el rango de objeto de culto.
Podría decirse que allí se sentaron juntos Molière y Jean-Batiste Poquelin, con un ropón amarillo, y desde entonces los supersticiosos huyen de ese color. El amarillo, lagarto, lagarto. No hay muchas cromatofobias: al rojo/sangre, al negro/fúnebre, pero la del amarillo es de las famosas y tiene hasta nombre propio con raíces griegas: xantofobia. El público de la Comédie vio aquel día lo que en cualquier otra representación, un actor con estertores y malas toses, un moribundo en agonía de pega que esta vez no se levantó al final para saludar y agradecer los aplausos. Se fue a casa, a la cama de momento, y se fue del todo a las pocas horas al margen del libreto, a los 51 años, tuberculoso y con neumonía. Se moría de verdad el enfermo imaginario pese a que ha resultado más glamurosa la versión de que coincidieron realidad y ficción en el sillón, o sea el hipocondríaco Poquelin y un agonizante Molière. Por cierto, se le iba a negar la sepultura cristiana porque la Iglesia proscribia a comediantes, aunque se pactó a duras penas una dispensa regia y acabó todo en la capilla de Saint Joseph, sin derecho a lápida identificable, a la altura de suicidas y herejes.
El público vio a un actor con estertores y malas toses, que no se levantó al final para saludar
El color amarillo de su bata en aquella cumbre final de la obra se convirtió desde entonces en tabú. Se dice que las supersticiones lo son porque sí, o por si acaso. En este mundillo abundan porque es un gremio con caprichos y rarezas específicas o de uso general. Además del amarillo hay otros tabúes funestos o benéficos. El título del 'Macbeth' de Shakespeare es maldito y se recomienda citarlo como 'la obra escocesa'; ojo a los espejos en escena porque si se rompen anuncian desgracias; una lámpara siempre encendida en el teatro ahuyenta a los fantasmas maléficos; una escoba en escena barre la fortuna. Hay otros tabúes jaraneros: desear suerte es malo y debe decirse 'break a leg!/rómpete una pierna' resultado del mucho flexionarse ante los aplausos, y más usual 'mucha mierda', en recuerdo de los caballos de tiro de los carruajes en espera: a más mierda en la calle más público dentro; merendar vino y chocolate en el estreno complacía al ebrio Dionisos y al maya Ek Chuah, dios del chocolate y el dinero. Hay autores, actores y hasta grandes premios que son gafes. Y más, nunca actuar con el propio nombre, salir con un pie u otro, sentarse en la esquina de una mesa, nada de flores naturales en el escenario...
Y sobre todas, el amarillo. Las personas con xantofobia alcanzan niveles significativos de ansiedad, malestar y miedo ante el color señalado. Una ansiedad que toma la forma de ataque de pánico, sudoración, temblores y sofocos. Molière dejó en el teatro grandes obras y la cautela del mal fario del amarillo desde que abandonó los escenarios de aquella resultona pero poco aconsejable manera de 'teatro-verité', cristalizada en leyenda.
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